No sé si Tarancón (Cuenca) volverá a reverdecer viejos laureles, pero si las cosas van como parecen, las pipas van a volver sin remisión a nuestras vidas.
Porque los nuevos usos y costumbres y el famoso alejamiento social prevén que vuelvan con fuerza los cines al aire libre pero, cuidado, desde el coche; vamos, lo que vienen siendo autocines.
Hay empresarios que lo han visto venir y creen que es una forma segura de volver a las salas de cine más allá de la sala de estar de las casas y las pantuflas, que ya huelen, en todos los sentidos de la palabra.
No sé si será también un modo de que las parejas se achuchen viendo Grease, Pretty Woman o el diario de Noah, pero está claro que el consumo de pipas puede sufrir una escalada nunca conocida.
Volver a los 70
Así que, de algún modo, vamos a volver al modo vacaciones de los 70, aunque sea sin los pelos ensortijados que llevaban los Jackson Five.
Imagino a la gente sola, en pareja o en familia con sus coches y sus bacas transportando de todo al apartamento de la playa o a la casa de la montaña.
También veo a la gente, como antaño, con su camiseta de tirantes y los bañadores atados en los retrovisores de los coches para que se sequen.
La primera conclusión es que tanto para una cosa como para la otra tener carnet de conducir va a ser imprescindible.
Hoteles en off side
Por otra parte, la nueva normativa deja un poco fuera de juego a los hoteles, por aquello de las dificultades para utilizar las zonas comunes, y pone en ventaja a los apartamentos y apartahoteles, tipo Juan Palomo; es decir, yo me lo guiso y yo me lo como.
Y lo de cuadricular la playa pues como que no lo veo. ¿No estaremos llevando las cosas (la asepsia) demasiado lejos?
Si las cosas se confirman intuyo a la policía local de los pueblos costeros corriendo detrás de los bañistas que intentan conquistar la orilla por un lugar que no le corresponde, con terribles ataques de flato.
Y es que estamos llevando todo tan al límite, que nos puede pasar lo que al Emiliano, que lavó los billetes para eliminar los restos que pudieran tener de coronavirus y luego intentó secarlos en el microndas.
Dinero negro
El resultado fue el achicharramiento del billetaje que, con toda la cara, al dìa siguiente al suceso, intentó cambiar en el banco.
Así que después de esperar una hora a que los pensionistas disolvieran la fila en la entidad bancaria, el empleado le dijo, con media sonrisa, que ellos no podian cambiar «dinero negro».
Agua dulce y salada
Así que, menos mal que han salido anónimos expertos anunciando que tanto el agua del mar como el de las piscinas son adecuadas para luchar contra el virus, porque ya estaban circulando los bulos que decían lo contrario.
Los que lo tienen peor son los que quieran bañarse en lagos, rìos o pantanos de agua dulce porque allí parece que el coronavirus no les ha extendido el necesario carnet de seguridad.
Así que este año me temo lo peor. Si el chiringuito cierra o está a medio gas, lo suyo es que la gente se baje sus neveritas a la playa o se las lleve al campo en plan dominguero.
Supongo que lo aguantaré todo, con tal de bañarme y hacer windsurf a una milla de la playa (que ya lo hacía).
Incluso podré soportar que el cuadrante de la playa que nos toque sea el rincón de los feos: ese lugar donde campa a sus anchas la Antonia, el Remachao, Berengario y sus bañadores turbo con olor a naftalina .
Aguantaré
Iba a decir resistiré, pero me he arrepentido en el ùltimo segundo (que canción más odiosa, por Dios).
Aguantaré como sea, pero lo que no podré soportar seguro es que vengan a mi memoria las películas de los inefables José Luis López Vázquez (JLLV) y Alfredo Landa, y, sobre todo, sus bandas sonoras.
Esas que se clavaban en la mente con el soniquete : «dababadá…..dabadabadabada….y dabadá….y dabadá…y dabadabadabada», y salía la imagen de cualquier macho ibérico clavando sus ojos obsesos en el pechamen de una nórdica.
La diferencia es que, en esta ocasión, en lugar de mirar el muslámen de Ingrid, llegada desde Estocolmo, y decirle aquello de : «señorita, a su pies, su seguro servidor, señorita», el/la que vaya a buscar mandanga «estail», tendrá que conformarse con el «ganao local».
Así que el Berengario, que va a ser tanto como decir el J.L.L.V. de la nueva normalidad, va a tener que tirarle los tejos a la Eustaquia, de Fresnedillas, porque el turismo va a ser nacional y de los años 70.

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