María Magdalena

Mañana comienza oficialmente la Semana Santa y por eso he querido hacer protagonista de este artículo a María Magdalena.

Una mujer que algunos teólogos, estudiosos del cristianismo y hasta el Papa Juan Pablo II, señalan como apóstol de los apóstoles por ser la más fiel seguidora de Jesús.

Pero no trato aquí de discutir sobre teologia ni tampoco meterme en el terreno de las creencias personales, que son muy respetables.

Mi intención solo es aportar una visión y una teoría menos conocida de cómo pudieron ser los últimos días de Jesús antes de su crucifixión.

Y de paso, también, alinearme con los que creen -como el Papa Francisco- que es preciso reparar la memoria y las afrentas sufridas por María de Magdala, hermana de Lázaro y Marta.

Y es que este Papa, restañó en 2016 los casi 1500 años de injusticia sobre esta mujer al nombrarla Santa en el calendario romano con el nombre de Santa María Magdalena, como acordó la Pontificia Congregación para el Culto Divino.

Machismo

Todo empezó con el Papa Gregorio, en el año 591, cuando deslizó que el “apóstol número 13” en la Última Cena era, en realidad, el demonio y además prostituta, señalando directamente a María.

Sin embargo, existen multitud de testimonios históricos y también bíblicos que apuntan en otra dirección, señalando que María era no solo una mujer culta y de buena familia, sino la más fiel seguidora de Jesús.

Incluso, en un acto que podría calificarse de feminista, reunió a un grupo de mujeres en Jerusalén que fueron las más devotas seguidoras del elegido por Dios.

Es decir, que María de Magdala (un pueblo cercano a Galilea), ni era prostituta ni el mismo demonio, sino una revolucionaria que creyó y siguió a Jesús hasta sus momentos más sombríos.

Sé que es una cuestión de creer o no creer, pero hay muchos datos (¿evidencias?) que indican que los apóstoles varones no eran trigo limpio.

Empezando por Pablo, que cuestionó la fe en Cristo y que una mujer como María fuera la elegida en un mundo gobernado por hombres, y siguiendo por Pedro, señalado como la piedra sobre la que se edificaría la Iglesia, pero que huyó y negó al maestro tres veces.

Eso por no hablar de Judas que lo traicionó para que lo prendieran los soldados enviados por Pilatos.

La conspiración

Pero hay mas: existe una interesante teoría que habla de que María urdió una trama, junto a su herman Marta, su hermano Lázaro y otros afines a la causa, para retrasar lo máximo posible la hora de la ejecución de Jesús.

El objetivo no solo era conseguir que fuera crucificado en último lugar, sino también evitar que le rompieran las piernas, lo que habría hecho mucho más difícil su supervivencia.

Pensaron que si Pilatos no lograba cambiar la sentencia del Sanedrín -que fue lo que ocurrió- ésta era la única forma de salvar a Jesús de una muerte segura.

Cadena de favores

Pero hacía falta tejer una cadena de favores y tener el dinero suficiente para sobornar a los legionarios (seis) que acompañaron al hijo de Dios hasta el Monte de los Olivos.

El resultado, siguiendo con esta versión, es que Jesús pudo ser rescatado malherido, pero no muerto, envuelto en un sudario y llevado hasta el sepulcro que había alquilado José, también integrante del complot.

La idea era que pasadas una horas Jesús sería sacado de este nicho, y curado y escondido en la casa de Lázaro, en Betania, hasta que que se recuperara por completo.

Sé que esto es sólo una teoría que pone en entredicho la Resurrección tal y como la entendemos.

Pero he querido escribirla el 8 A, que a diferencia de la manifestación del 8M -más que probable foco de transmisión del coronavirus- nos debe reconciliar con las mujeres y con María.

Por eso este miércoles quiero mantener a María Magdalena confinada en nuestros pensamientos y a salvo de cualquier coronavirus, experto en la materia o internauta iluminado, que nos haga dudar de su integridad.

Quién quiera rezar, que lo haga, y quien no desee hacerlo, por convicciones personales, que, al menos, piense en ella.

Y le pida que nos ayude a salvarnos del coronavirus como hizo con Jesús en la cruz, porque ni Pedro ni Pablo, como ocurrió en el año cero, lo van a hacer.

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