La cuarentena del pimentón

Os puede parecer raro que haya titulado esta columna con el nombre de la  cuarentena del pimentón, pero cuando, en menos de dos minutos, lleguéis al final del artículo, lo encontrareis razonable.

Ayer tuve que ir a comprar y cuando me senté en el coche no me acordaba ni de como iban las marchas. Me puse unos guantes de lana que en su día me confeccionó mi abuela a base de punto pelota, porque no tenía “los oficiales”, y así me lancé a lo desconocido.

Tenía los ojos más coloraos que el conde Drácula, debido a que llevaba 15 días sin salir de casa, así que a la primera que me dio un rayo de sol tras el cristal del coche estornudé y con tan mala suerte que había un coche de la policía municipal a mi lado.

El estornudo

Me hicieron bajar la ventanilla para preguntarme si estaba bien. Y sin poder contestarles me dio otro respingo y volví a estornudar.

Los polis subieron su ventanilla a toda pastilla y yo les enseñé la lista de la compra que llevaba, y que era más larga que un dia sin pan o el testamento del doctor Caligari.

Cuando legué al súper todo era extraño. Nos mirábamos como si los otros hubieran salido de la serie Walking Dead.

Con guantes y todo, te rocían las manos con desinfectante (ese que no hay en ningún lado). Luego «fumigan», el carro, en solitario y ya pasas.

Si preguntas por algún producto que tenga que ver con higiene personal o de la casa está agotado.

Caminas por los pasillos y nadie habla. Y hasta los dependientes y dependientas son reacios a contestar que no hay hidroalcohol, ni guantes, ni ná desde hace días.

Todos en silencio salvo algún moderno que lleva capucha, gorrita, mascarilla, guantes y que habla por el móvil continuamente con pinganillo incluido.

Los modernos de «toa» la vida

«Este tipo ha venido a pasar aquí la mañana», me dije, porque quería coger un frasco de garbanzos cocidos y el tío llevaba minutos en esa estantería hablando y hablando sin parar… y venga risitas.

Cansado de esperar, le di un bocinazo de los míos, claro. Y como yo no llevaba mascarilla debió verme la cara de mala hostia así que hizo mutis por el foro

Creí que esta desolación terminaría cuando regresara a mi casa tras tres horas de compra cuando, lo normal, es no tardar más de hora y media.

Lo peor está por llegar

Pero no. No había acabado nada, porque que ese “lo peor está por llegar” que nuestras “autoridades» repiten como un mantra en cada salida televisiva, lo llevaba grabado a fuego así que dejé toda la compra en la terraza, para que le diera el aire.

 ¿Se acababa todo, por fin? Pues, tampoco. Al día siguiente sumergí lata por lata y bolsa por bolsa, incluida la del pimentón dulce, que lo tuve que comprar a kilos porque no había en lata, en agua con lavavajillas.

Y tras el lavado y secado lo rocié todo de nuevo con KH7 desinfectante, que se ha convertido en mi nuevo brother in arms.

En su día, mi padre me contaba que en la mili se arrestaban mulos y hasta jeeps porque tiraban la carga o se averiaban, y yo me partía de risa.

Pero ahora el que arresta sin sentido soy yo por eso he puesto al pimentón dulce en cuarentena hasta nueva orden.

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