Cuando era pequeño me dio por caminar sin pisar las rayas que unían las baldosas de las aceras.
Nunca pasé por debajo de una escalera y cuando veía alguien bizqueando (y perdón porque no sé qué eufemismo utilizar) tocaba madera.
Cuando fui un poco más mayor, decidí estudiar Medicina para averiguar qué era lo que me ocurría.
Estudiar psiquiatría
Así que, como otros compañeros de la época, me dediqué a una especialidad, la Psiquiatría, que me permitiera entender y curar mis propios males.
Avanzando en el tiempo, ya siendo universitario, descubrí que a los que les dolía el estómago con frecuencia se hacían gastroenterólogos; quienes tenían sarpullidos en la piel se convertían en alergólogos, así que nunca quise imaginar por qué los ginecólogos elegían especialidad.
Del mismo modo, los charlatanes se hacían y se hacen políticos y los antiguos vendedores ambulantes de elixires infalibles, asesores de políticos o tertulianos en televisión.
Trastorno obsesivo
Me bastó un año en la especialidad de Psiquiatría para descubrir que yo sufría un trastorno obsesivo compulsivo (TOC, técnicamente) y que, debido al mismo, cuando era un crío, no besaba a las ancianas con las que se encontraba mi abuela, ni aunque me castigaran por ello.
Y si me pillaban desprevenido me limpiaba la cara con el antebrazo, como si presintiera que la Covid-19 andaba cerca.
Por la misma razón, cuando volvía de la calle me lavaba las manos tan frecuentemente que a veces las tenía como una lija del tres, casi al borde de la dermatitis.
Distancia de seguridad
Además de eso, siempre odié –y se lo hacía saber- a aquellos que para decirme algo se acercaban a pocos centímetros de mi cara.
Siempre les decía: “que corra el aire», sonriendo, eso sí, para que nadie se sintiera ofendido.
En parte era por miedo a la halitosis, cuya fobia adquirí también en los tiempos mozos cuando mi profesor de Física en el Instituto se acercaba hasta mi pupitre para reconducir mis cálculos.
Sin embargo, hoy con el dichoso virus echándonos el aliento, sé que mis obsesiones me pueden salvar de la Covid-19.
Así que cuando mis amistades me preguntan que deben hacer para protegerse, yo les digo que adquieran un trastorno obsesivo compulsivo temporal, porque ese ERTE patológico sin cargo a la Seguridad Social les puede salvar la vida.
Alto y claro. Buena asociación de ideas. Al final la niñez siempre nos marca…
Muchas gracias, Ana
Gracias Master y danos sabios consejos de un gestor y buen profesional como vos, porque estamos llenos de inútiles, los que gobiernan y esta actualidad enfermiza marcara el principio de una nueva era para todos y a todos los niveles. Salu2
Pues si. Se ha actuado tarde y mal o mal y tarde. Con tantos asesores y nunca son capaces de adelantarse al futuro. Thanks Lord
Al final, no nos queda otra que trastornasnos compulsivamente, debido no al aislamiento y al cambio de costumbres al que nos vemos sometidos, si no por esta lucha contra las bacterias, vamos hacer todos guerreros, nos vamos a meter en nuestras trincheras, porque esto no deja de ser una guerra contra las bacterias, si, esos bichitos que no vemos y que nos pueden matar, sobre todo a nuestros mayores, luchemos contra el COVID-19
Gracias por tu comentario, Eva