La magia se va al cielo

Era pura magia y pura risa. Si él estaba cerca, la diversión estaba asegurada.

Y es que ya fuera en un acto profesional o en el patio de casa rodeado de niños, adolescentes o adultos, la magia siempre la ponía el primo Montty.

Francisco Montosa Mateos (que era como se llamaba) era, en realidad, primo de mi madre.

El primo Paquito para todos nosotros, pero ya se sabe que, en los pueblos, todos los primos sean hermanos, segundos o terceros, se juntan en la mágica palabra «primo».

Primos

Un palabra tan potente en el mundo rural que une mas que el Loctite.

Y que da de sí tanto como para celebrar una comilona o festejo, o para que si alguien se mete contigo siempre habrá uno o varios primos/as que saldrán en tu defensa como si fuera una OTAN familiar.

Paquito apenas era un mozalbete y ya encandilaba a todos los que se acercaban a él.

Siempre tenía un chiste, una risa, un soplo de felicidad para regalarle a los demás.

Pero lo mejor de todo es que era muy buena persona y tenía un corazón en el que cabía una compañía de teatro entera.

Cuando ya tuve uso de razón y pude apreciar sus actuaciones, me dí cuenta de que el primo Paquito era un crack; un artista; tanto que ya nunca le volvimos a llamar Paquito, como lo llamaba su madre, la Feli, sino Montty.

Trabajó en decenas de galas y salas de fiesta, y también en numerosos programas de televisión como «Hola Rafaela» y la gala de fin de año en TVE1.

Mis trucos

Como supongo que ocurría con otros admiradores, yo tenía mis trucos preferidos.

En uno de ellos, hacía escribir a alguien del público o invitado al show un número cualquiera.

Luego a otra persona que pusiera otro debajo y así hasta poner cinco o seis.

Al último le hacía sumar todo (si es que se acuerda usted de sumar, le decía) y al final del truco quemaba un papel de periódico y aparecía el número de la suma total. ¡Ohhhhhhh, increíble!

Pero siendo impresionante, este número que era mi preferido y se lo ví hacer mil veces, no era nada comparado con el impacto del truco visual en el que hacía desaparecer un zapato ante la vista de su dueño.

Sacaba a alguien al escenario y lo sentaba an una silla. Le pedía que le dejara el zapato, no sin antes hacer algun chiste al respecto. Se colocaba detras del espectador y colocaba el zapato delante de su cara, delante de sus narices (literal).

Uno, dos, tres, hula, hula, chocaba una mano contra la otra, y el zapato salía despedido a un lado del escenario sin que el sufrido espectador se diera cuenta de nada.

Lo volvía a repetir y la gente -y yo mismo-lloraba de risa al ver al espectador confundido sin zapatos y sin ver donde iban «sus calcos» una y otra vez.

Lo repetía, esta vez moviendo las manos a cámara lenta y ni siquiera así el interfecto lo veía. Una pasada.

Risas y buen humor

Montty se pasaba el día haciendo magia e inventando trucos, pero el truco final se lo ha hecho a él la Covid-19 .

Ayer falleció después de un despiadado final de quirófano donde los cirujanos no pudieron hacer magia con su vida.

En su velatorio, como no podía haber familiares con él, le dejaron la calavera pinchada en un palo que siempre llevaba y unas cartas.

La noticia de su pérdida ha salido en distintos medios nacionales, de Galicia a Ávila, incluso en el Marca, pero TVE, a la que dio tanto, no ha dicho ni una palabra.

Esto no hace sino corroborar que no están en lo que tienen que estar y que cuando pase la furia del coronavirus la audencia les mandará de nuevo al «rinchi».

Pero lo que ya es inamovible es que ahora el único que va a disfrutar de sus chistes, de sus trucos y de su magia es Dios.

Lo siento, quería que mi columna de hoy fuera mágica, pero no sé si lo he conseguido. ¡Ciao Montty!.

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