La lista del «por si acaso»

Planeamos la operación con nocturnidad y alevosía porque fue a partir de las 8 de la tarde, justo después de los aplausos a los sanitarios.

La lista, que empezó teniendo las dimensiones de un post-it, cada vez se alargaba más y acabó siendo más larga que una sábana.

Y el número de reos que iban a ser engullidos por nuestras fauces en las próximas semanas, no hacían sino crecer cada minuto.

Menos papel higiénico, que teníamos para escribir el Quijote un millón de veces, cada vez incorporábamos más productos: más leche, por si acaso; más arroz, por si acaso, más lentajas, por si acaso…Así que el «por si acaso» se convirtió en nuestro «leitmotiv».

Para no comer piedras

En el fondo, estábamos preparándonos por si al presidente Sánchez le daba por “echarse al monte” y cerrarlo todo y, en pco tiempo, tuviéramos que comer piedras del río.

Así que la lista parecía no tener fin, y cada vez goteaba un nuevo producto desde el impenintente bolígrafo.

Sin embargo, no sólo teníamos que definir este tema, en una operación de asalto que debía ser perfectamente diseñada, como si fuéramos soldados de élite.

Una fuerza de intervención inmediata para ir al super que debía decidir si ir o no con guantes; si coger un carro del Carrefour o llevar uno de casa; si coger uno del Carrefour y luego trasvasar los productos de este carro a uno propio…

Día D, Hora H

El siguiente punto clave en la operación era elegir bien el día y la hora, como si fuera el desembarco de Normandía.

Día que no debía ser un fin de semana, ni un lunes, ni un viernes, así que nos quedaban solo tres días netos para comprar.

Había que emplear la estrategia de jugar a la contra y pensar qué iba a hacer el resto de compradores para hacer justo lo contrario.

Por eso pensamos que la hora de comer podía ser un buen momento para ejecutar la operación con voluntad de vencer, libertad de acción y capacidad de ejecución.

Pero ¿y si, otros 50.000 ciudadanos como nosotros hubieran pensado lo mismo?

A la compra

A la mañana siguiente saqué mi boina de oficial de la brigada Paracaidista (pienso que el olor a naftalina ya era por si mismo un repelente del virus) y me la puse. También hice uso de los guantes blancos del traje de Gala y, ¡hala! al super.

Ahora tenemos otro problema y es el de la vuelta con la compra.

Y es que no sabemos si dejar nuestro carro en cuarentena 14 dias en la terraza para el que le de el aire, o nos quedamos nosotros en la terraza 14 días, y dejamos el carro dentro. ¡He ahí el dilema!

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