Hoy os quiero hablar de una novela, el Nombre de la Rosa, escrita por Umberto Eco, y que, aparte de la película protagonizada por Sean Connery, ha sido repuesta en televisión recientemente en forma de serie.
En ella, un franciscano de la Edad Media, Guillermo de Baskerville, viaja a una Abadia para resolver una serie de muertes misteriosas.
Pero más allá de sus pesquisas, esta obra maestra de la literatura mundial que os recomiendo leer, sumerge al lector en un mar de preguntas.
Cuestiones que tienen que ver con la fé, con el diablo, con el conocimiento y hasta con la risa en una abadía que acaba ardiendo por el fuego.
Un accidente simbólico de un lado purificador y de otro terrible porque acaba con la biblioteca más importante de occidente y, por tanto, con el saber.
CSI medieval
En ese juego de CSI medieval, los personajes de la novela entran muchas veces en una especie de climax mental de gran excitación, como el que seguramente sufrió recientemente la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso.
Y es que durante la clausura, al menos temporal, del hospital de campaña de Ifema, en Madrid, la presidenta y sus palmeros se saltaron todos los procolos de seguridad habidos y por haber.
Se les vió en la tele como piojos en costura, pegados unos a otros, fotógrafos, cámaras y periodistas incluidos.
Y Ayuso, seguramente obnubilada pora la contagiosa obsesión de los políticos por salir en la foto y arrancar votos, se olvidó de la distancia social.
Por eso la Delegación del Gobierno en la Comunidad de Madrid ha abierto una investigación sobre el acto por la posible vulneración del real decreto de estado de alarma en lo referente a las normas de distanciamiento social.
Cuando ví las imágenes televisadas me quedé con los ojos a cuadros, como cuando Guillermo de Basquerville es expulsado del monasterio por el mismo abad que lo había contratado para resolver los fallecimientos.
La diferencia es que en Madrid las muertes no son un misterio, sino una realidad y se sabe quien es el asesino.
Flirtrear con el virus
Pero estamos también ante una crisis económica de la que se calcula nos va a costar salir dos años. ¿Dos años? ¿En serio? Y los polìticos todavía flirteando con el virus.
Sólo la sabiduría, el saber, en el más amplio sentido del término, puede combatir la lujuria de la soberbia.
Por eso hay que reclamar de una vez por todas que se instaure el Estado de la cultura. Y que en los colegios, la filosofía, la literatura y la historia, tengan un papel fundamental.
Falta pensamiento, falta meditación, falta que la sociedad se haga preguntas individuales que resuelvan lo colectivo.
Falta conocimiento, pero no sólo científico, de matemáticas, física y química, sino de humanidades.
Enseñar a pensar
Disciplinas que enseñen a pensar y ayuden a la sociedad a votar con más tino o abstenerse cuando la abstención tenga valor real de zasca y protesta contra el statu quo.
Hay que huir de los profetas y de los que están dispuestos a morir por la verdad, porque suelen provocar también la muerte de muchos otros, a menudo antes que la propia, y a veces en lugar de la propia.
Pedro Sánchez juega a eso en su sermón de los sábados y nos obnubila con sus interminables charlas de telepredicador.
Repite mil veces lo de la nueva normalidad, lo de los expertos y lo de que nunca se había reunido tantas veces la conferencia de presidentes.
Como le ocurrió a Guillermo de Baskerville en la Abadía italiana donde transcurren los hechos, he pensado desde el princicio que todo lo que nos ha ocurrido se debía a una trama basada en el caos.
Sin embargo, Guillermo y yo estábamos equivocados.
Guillermo por pensar que los monjes murieron por buscar el saber y el conocimiento que estaba en el manuscrito escondido en el cuarto secreto: finis Africae.
Y yo porque, pese a las pistas y las críticas, he llegado a creer en algún momento que los politicos, en general, tenían un plan para sacarnos de ésta.
La verdad
Creo que en realidad no hay ninguna trama en los despropósitos que cometen a diario; ya sea por cerrar los parques, manifestarse sin tino o anunciar millones de euros en ayudas como si fuera la bonoloto.
Nunca he dudado de la verdad de los signos porque son lo único que tiene el hombre para orientarse en el mundo.
Sin embargo, para encontrar respuestas lo importante es comprender la relación que (estos signos) tienen entre ellos.
En el nombre de la Rosa los monjes mueren por quere leer y saber, y aquí los signos nos indican que nos van a matar los que no han leido ni un libro.
Y es que hay tres cosas que no se pueden esconder por mucho tiempo: el sol, la luna y la verdad.
Ubi est gloria rei publicae? Donde esta ahora la gloria de la politica.
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