Creer o no creer, he ahí el dilema. Y aquí nadie se fía de nadie porque la retórica de los portavoces del Gobierno y su verbo vacío ya no cuela.
Es una vieja treta ligada al marketing, del que sé un poquillo.
Se trata de adular al ciudadano-espectador con un gracias por venir (como si fueran la extinta Lina Morgan), una Verónica por aquí y una Chicuelina por allá con el capote y luego darle la estocada como si fuera un Victorino al que, en realidad, temen.
Gracias por quedarse en casa y por el confinamiento porque eso nos va a llevar a reducir el número de contagios, repiten, cuando, el número de contagios ya no hay quien lo pare.
¿Resultado? Confinamiento forever. Eso se llama descabello, en la suerte taurina (que no se ni por qué se le llama suerte ni por qué al toreo arte).
Claro que tampoco sé porqué se le llama deporte al golf, pero es otra historia.
Lo que quería contaros es que el Gobierno se fia tan poco de los ciudadanos como nosotros de él.
Como Groucho
Más allá de datos de muertos y afectados, me siguen sorprendiendo las reuniones de comisiones de estudio que acuerdan medidas que otros comités debe decidir, no sin antes reunirse para ver cuando fijan la fecha.
Me recuerdan aquella escena de Groucho Marx en la famosa escena de «una noche en la Ópera» en la que dicen: «la parte contratante de la primera parte…» y va rompiendo el contrato hasta quedarse con una esquina del papel.
Así que más que el análisis del Big Data, aquí lo que necesitamos es la ciencia de «Paqué tanto dato».
Soluciones inmediatas
Se necesitan soluciones rápidas ya: mascarillas, guantes, alcohol, test, ayudas a empresas y a autónomos que se se han quedado sin trabajo…
Por eso el recelo es mutuo y me atrevería a decir que irreconciliable.
En Holanda, en Bélgica….se puede hacer deporte en solitario, bajar con los niños algún tiempo a la calle sin que haya contacto entre ellos…algo más razonable y que, dadas las circunstancias, no tendría efecto alguno sobre la pandemia.
Pero no se fían nosotros, por mucho que den gracias a la gente confinada en sus casas y bla, bla, bla.
Y no se fían de nosotros porque, seamos claros, tal vez no seamos de fiar.
Perros y perros
Si no, no se explicaría porqué hay gente que se escapa a las segundas residencias con nocturnidad y alevosía o que paseen al perro desde Madrid a Albacete (ida y vuelta).
Incluso hay desalmados/as que hacen pintadas y ponen mensajes en los buzones (aunque creo que son casos aislados amplificados por una televisión siempre ansiosa de carnaza) contra trabajadores/as sanitarios/as, cajeras de supermercado y otros ciudadanos que se juegan el pellejo cada día por nosotros.
¿Hay algo más ruín que eso? El lobo contra el lobo y el perro que empieza a comer perro.
Pero bueno, aquí, al menos, no pasa como en Filipinas India y Sudáfrica donde, por ejemplo, al que pillan saltándose el confinamiento le ponen a hacer sentadillas, burpees y hasta dar vueltas a la manzana en gallumbos.
Esto que parece una mis bromas, es completamente cierto.
Les he visto hacer flexiones de brazos, meterles en una jaula para perros y el último grito en castigo que es encerrárles en una habitación para ver una pelicula-documental sobre la Covid 19… de tres horas de duración.
Siempre puede ser peor
Así que, cuidadín, porque de todo se copia, y lo mismo si te pillan paseando al perro durante seis horas y cuarto, te pueden meter en una habitación para verte todas las pelis de Joselito, el pequeño Ruiseñor, por decir algo, de una tacada.
Eso si no te obligan a escucharte todas las canciones de Leonadro Dantés (con baile del pañuelo incluído), y con Margarita seis dedos -la madre de Tamara- preparada en la puerta con un ladrillo, por si te escapas.
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