Lo levantaron de la sala del teatro donde estaba de espectador y casi de golpe se encontró entre bastidores, sin instrucciones.
Tras él, dos hombres, uno con barba y otro alto. El alto le dijo: «no tenemos mucho tiempo, pero intentaré explicarle su papel en dos palabras».
El alto hablaba rápido como si se limitara a cumplir una monótona consigna.
«No entiendo», dijo Howel. «Casi es mejor así», le dijo el alto. «En estos casos el análisis puede ser una desventaja. Usted ya conoce los antecedentes, ya sé, no le gusta, pero es que esta situación no le gusta a nadie. Pero, en cuanto se acostumbre a la trama empezará a serle llevadero».
Usted es Illa
«Usted es Salvador Illa», continuó el alto, «el ministro de Sanidad de España. Las cifras que va a dar nos las hemos inventado y, en realidad, solo sabemos que no sabemos nada».
Howel no supo nunca porqué, pero estaba tan petrificado, que había elegido seguir las instrucciones por razones que ni el mismo tenía claras.
.-Póngase estas gafas negras y esta peluca, dijo el alto
.-Pero si yo veo bien y soy rubio, respondió Howel.
.- La peluca y las gafas negras de pasta le quedan perfectamente, pero usted no es un ministro, es un actor: Creo que se ha dado perfecta cuenta de ello, ¿no?, subrayó el alto.
Se encendieron las luces y Howel se mostró remiso a salir, pero el alto y otros dos hombres mas, incluyendo el de las barbas, lo rodeaban exigiendo obediencia o una lucha abierta.
Sea convincente
Cuando salga ahora, haga o diga lo que quiera, pero muéstrese convincente, le espetó el hombre alto.
«Pobre», dijo entre bambalinas, el individuo de las barbas, «se le ve tierno como un lechón».
«Más le vale seguir las instrucciones», añadió el tercero de los hombres amenazantes.
Howel salió como pudo del segundo acto. Al acabar, con la bajada del telón, lo llevaron a una sala y le ofrecieron un güisqui
«En cierto modo, usted ha complicado las cosas», le dijo el alto.
«Por qué», contestó Howel.
«Nunca imaginé que iba a dar los datos con tanta frialdad», respondió el hombre alto, impecablemente vestido con traje y corbata negra. «Necesitamos emocionar, motivar…voluntad de vencer al coronavirus».
Y como Howel callaba, añadió: «El tercer acto es mas difícil porque es cuando Illa tiene que decir que las mascarillas, los guantes, el hidroalcohol y los test estarán en una semana».
Asi fue como Illa, o sea Howel, recibió las instrucciones finales.
La dama de rojo
En eso, entró de repente la dama de rojo y se hizo con los mandos del cotarro.
Howel hizo un ademán de marcharse, pero el barbas le hizo una señal con la mano, desde un lado de la sala, para que se quedara alli.
Howel se acercó a la mujer de rojo y le propuso: «saltemos los dos a la platea, ahora que podemos, e intentemos huir. Tal vez uno de los dos se salve de esta debacle».
La mujer lo miró como quien mira un broche de Chanel pasado de moda, pero ni se inmutó.
Y así fue como comenzó la rueda de prensa para informar del estado de la pandemia del coronavirus en España.
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