El Delivery y el take away están saliendo al rescate de los restaurantes.
Y si se cumplen los augurios de Pedro Sánchez (P.S.) de que restauración y turismo van a ser los últimos en esta escalada de desconfinamiento, o confinamiento desescalado, que Dios coja confesado a nuestro 15 % del PIB y sus 3 millones de puestos de trabajo.
P.S. me recuerda a Z.P., otro lince, cuando en 2008 hablaba de desaceleracion acelerada de la economía y teníamos encima una de las mayores crisis económicas del capitalismo moderno.
En mayo de 2018 ya predije esto que os contaba en el primer párrado de la comida para llevar y el servicio a domicilio, y que iban a salvar a la restauración, y eso que no tenía idea de que llegaría la Covid-19.
Por entonces, me refería a que el delivery podía salvar a los restaurantes de hacer ceros como rosquillas; es decir que de lunes a jueves, no hubiera nigún cliente en su local.
Resiliencia acelerada
Creo que ahora, el coronavirus debe hacer repensar en ello tanto a los restauradores establecidos como a los que van a montar un negocio. Y practicar una resiliencia acelerada.
¿Pero qué pasa con los clientes y el servicio si hay que mantener 2 metros de distancia ?
Pues, para empezar, que es probable que sea el fin de las tapas, que es tanto como decir el fin de España.
Aquí somos de celebrar todo comiendo y nuestras tapas tienen no solo arraigo patrio sino categoria internacional.
También es posible que la alta cocina tenga que reconvertirse y buscar más entre los productos locales, y utilizar menos elementos o técnicas gravosas, para abaratar la cuenta final.
Ajuste de cuentas
Recordemos que estos restaurantes se nutren, la mayor parte del año, de clientes extranjeros de altisimo poder adquisitivo que ahora no van a poder venir, por eso, lo inteligente es captar al cliente nacional.
Eso sí, muchos de estos restauradores no van a tener problemas de aforo, ni por el espacio entre mesas, porque apenas reunen a 25 comensales.
Y también porque ya tienen segundas marcas más baratas que ahora van a tener que potenciar.
Para el resto, es posible que haya que ir a los restaurantes con equipo NBQ casero. Es decir, bolsa de basura reconvertida en delantal, guantes y mascarilla.
Así que ya me imagino a los modernos y cool con mascarillas de moda de Chanel o Prada, y a estas marcas proponiendo un pret a porter de mascarillas; eso sí, fabricado en los explotados mercados asiáticos.
No, sin mi carro
Es posible que los camareros tengan que utilizar pértigas o cañas de pescar readaptadas para servir los platos, aunque ni quiero imaginar cómo nos van a poner el café y la copa (¿tirando la taza desde dos metros?).
Por otro lado, y aparte de las mamparas aislantes entre mesa y mesa, se me ocurre que los restaurantes dispongan, por ejemplo, de carritos extensibles para acercar los platos a la mesa y un camarero con nebulizador de hidroalcohol desinfectante pasando un paño por la mesita después de servir cada plato.
Así que, como ocurre cuando vamos a la compra, mejor transportar nuestra propia mesa plegable para comer o cenar fuera.
Además, habrá que llevar hidroalcohol para las manos, un bidón de agua jabonosa, papel de cocina de usar y tirar, y hasta mondadientes por si algún resto de comida nos juega una mala pasada.
Así que ir a cenar será como ir el finde a Camorritos; que vamos a tener que llenar el maletero y hasta poner una baca al coche.
Mientras tanto, y aún sin confirmar si el agua del mar transmite mas el virus que las piscinas públicas o comunitarias (habrá algún experto de Sánchez que nos amargue la vida) vamos a darle al delivery y así, de paso, ayudamos a que la restauración sobreviva a P.S.
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