Soy un admirador de los franciscanos y de todas aquellas órdenes religiosas que huyen de la ostentación.
Ostentación que muchas veces tiene que ver con capitalismo salvaje y con las formas de vida que éste genera.
Decía hace poco el pintor realista Antonio López que tenía pocas esperanzas de que la humanidad cambiara después de la pandemia.
Y yo tengo una impresiòn parecida. Los efectos de la misma durarán hasta que se consiga una vacuna eficaz y después volveremos a lo de antes, en el más amplio sentido de las palabras.
Bacterias sepultadas
Quienes estudian los suelos, saben que el hielo, por ejemplo, ha sido capaz de enterrar y neutralizar decenas de miles de arqueobacterias.
Quiere eso decir que hay cientos, probablemente miles, de microorganismos patógenos enterrados y desconocidos para el sistema inmune de cualquier ser vivo y, por lo tanto, potencialmente peligrosos.
Un deshielo de estas masas géligas, y sepultureras, podría dejar al descubierto tales bichejos y situarnos en cualquier momento en otra pandemia.
Eso por no hablar de enfermedades antes exclusivamente tropicales que se moverán hacia el norte, debido a esa misma calentura global.
El día de mañana
Estamos muy preocupados por el hoy, cosa normal, y por un mañana que se basa en el hoy, y tal vez deberíamos pensar en una mañana con la mente del mañana; con la mente de los franciscanos.
Es posible que este ascetismo monacal no sea posible en una sociedad eminentemente consumista, porque esa es la base del capitalismo: producir mucho, comprar barato y vender caro, caiga quien caiga.
Pero mientras el miedo se mantenga, nada será como lo conocíamos. Ni tampoco los besos o los abrazos, sean fraternales o sexuales.
El miedo voraz
¿Te has preguntado alguna vez porqué se dice Jesús cuando una persona estornuda?
La explicación tiene que ver con que, ancestralmente, se pensaba que aquél que estornudaba podía estar endemoniado, así que, por si las moscas, se decía Jesús, para espantar al maligno.
Ahora si vemos a alguien estornudar nos alejamos de él como alma que lleva el diablo y, si no lleva mascarilla, lo tratamos como si fuera un apestado.
Por eso, si miramos con desconfianza, por ejemplo, a quien se nos acerca mucho en el supermercado, ¿cómo demonios- nunca mejor dicho- vamos a dar un beso a quién acabamos de conocer sin arrepentirnos después?
La covid y el miedo nos están acercando a una imparable paranoia que tal vez deberíamos combatir con sentido común.
Aventuras online
Mientras tanto, todos los informes apuntan a que las páginas porno y las de citas on line, siguen haciendo su agosto.
Y quienes las dirigen ya no sólo piensan en cómo encandilar a sus clientes en el confinamiento (porque ya los tienen camelados), sino a la salida del mismo, porque saben que van a seguir presos del miedo.
Por eso piensan poner más picante a sus páginas invitando a añadir fotitos más o menos explícitas y hasta perfume feromónico digital para fomentar el ligue. Sextear, lo llaman.
Cuando aparecieron los Medios de Comunicación on line se decía que la información no estaba en peligro, pero que lo que sí iba a cambiar era el plato en el que se servía.
Incertidumbre asesina
Pero los malos augurios se quedaron cortos. Porque no solo ha sido así, sino que la información, como tal, no existe.
Y la zozobra y desasosiego actuales no han hecho sino ahondar en esa herida incrementando el pánico a nivel general.
La incertidumbre baja la libido, dicen los sexólogos, y fomenta el ecologismo, dicen los animalistas.
Por eso da igual que ahora los peces salgan del agua para aplaudir a las 8 de la tarde, o que los orangutanes se reúnan los domingos para cantar en clave de Gospel.
Sólo una vacuna nos trasladará de la nueva normalidad a la normalidad, y no sé si eso es lo que mas nos conviene como especie.
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