Venecia: una diosa con «los pies de barro» en el Canaletto

Venecia de día o de noche, en verano o en invierno, con sol o con el cielo encapotado…da igual, el caso es estar allí.

Estamos hablando de la ciudad más bonita del mundo con permiso de Florencia, que es otra de nuestras debilidades.

Pero la ciudad de la laguna, en otro tiempo dueña, señora y serenísima del Adriático, esconde en sus canales y en sus subsuelo la esencia que le da la vida y que también será, probablemente, la causa de su muerte: sus cimientos.

Como ocurre con el oxígeno en los seres humanos, la base de restos de madera, fango y barro no podrán soportar el peso y un día se hundirá.

Y es que los edificios están construidos sobre millones de pilotes de madera, con lo que podría decirse que hay un auténtico bosque bajo el agua.

Sea como fuere,y respondiendo a los agoreros, ahí sigue y ahí seguirá digna y altiva hasta que llegue ese final, y siempre que se presente la ocasión seguiremos visitándola. ¿Te vienes a Venecia?

El Salón de Europa

No sabemos cuantas veces habremos visitado Venecia. ¿Una decena? Pues volveríamos otra decena de veces más porque, con permiso de Florencia, es la ciudad más bonita del mundo, y conocemos unas cuantas, os lo podemos asegurar.

Pero no hay ninguna sensación que se pueda igualar a la llegada hasta la plaza de San Marcos en una lancha Riva o en un vaporetto.

Es el salón de Europa, como la bautizó Napoleón, quien, el muy cretino, estuvo a punto de destrozar gran parte de sus bellezas.

De hecho, alguna trastada hizo, como por ejemplo, secuestrar y desvalijar el Bucintoro, el barco del Dux de Venecia, solo porque la República no quiso aliarse con él a finales del siglo XVIII.

Y es que Napoleón y el imperio austriaco con el que La República de la Serenisima entró en guerra en el XIX, fueron los dos grandes saqueadores y Atilas destructivos de la ciudad.

De hecho, en 1849 y tras unión de Venecia a Italia, los austricacos destruyeron gran parte de la ciudad y ésta se rindió.

Comenzó entonces una guerra entre Italia y Austria que luego acabó con la cesión de Venecia a Italia por un módico precio.

Sindrome de Sthendal

Existe una patología psiquiátrica conocida como síndrome de Florencia o de Stendhal, en recuerdo del escritor que lo sufrió, y que se produce como reacción (estrés) ante la contemplación de muchas bellezas.

Así que también debería haber un síndrome de Venecia si Hemingway se hubiera puesto malito, digamos, en el Harrys Bar: uno de las coctelerías mas emblemáticas de la ciudad italiana, donde se invento el bellini (prosecco y melocoton).

Así que para nosotros no es solo el salón de Europa, sino del mundo y por eso sufres esas palpitaciones cardíacas al contemplar tanta belleza acumulada.

¿Qué ver? …Todo

¿Que ver en Venecia? Pues todo, todo, todo.

Por ejemplo, nunca dejarán de sorprendernos la torre del Reloj, la catedral de San Marcos, el Palacio Ducal, el Puente de Rialto, La Fenice

La ciudad fue fundada en el año 421 y parece mentira que alguna de sus 118 islas e islotes no se haya ido a pique aún.

En su tumultuosa e inquietante historia, Venecia estuvo apoyada por Bizancio de quien fue fiel aliada y de la que obtuvo privilegios comerciales muy importantes.

Con ellos aseguró su influencia en todo el Adriático, incluida las actuales Croacia y Montenegro.

El esplendor y Marco Polo

La época de mayor esplendor de la ciudad comenzó en el siglo XIII con las andanzas del famoso aventurero Marco Polo -asi se llama también su pequeño aeuropuerto-.

El comercio y la creación de una moneda de oro, el ducado, que sería referencia mundial en el pago de las transacciones comerciales, hicieron el resto.

En el siglo XV “La república Serenísima” era el centro comercial del mundo y su ‘amenazante’ inluencia, extraordinaria.

Llegaron a controlar el Adriático, incluídas Creta y Chipre, y por el interior Pádua, Verona, Brescia y Bérgamo.

En respuesta a su enemigo, el ducado de Milán- no se les ocurrió otra cosa que marchar hasta Londres y Brujas, en el Atlántico, donde llegaron a establecer colonias.

De Casanova a Rovigno

Y algo tuvieron que hacer bien los venecianos, a los que se tilda de sibilinos e inteligentes.

Ya que no solo fueron capaces de ‘burlar a bellisimas mujeres’ como hacia Giacomo Casanova, sino enamorar a la población de tantos puertos ‘conquistados’ .

Hoy, por ejemplo, a muchos habitantes de la península de Istria, al norte de Croacia, les gustaría ser venecianos o, por lo menos, italianos.

Tanto es así que los nombres de sus ciudades y pueblos, y hasta los platos de su gastronomìa, aún no se han quitado el velo de la laguna veneciana. Roving, por ejemplo, es Rovigno para los habitantes de la villa.

Esta influencia, también la pudimos comprobar en un viaje reciente a Montenegro y gracias al cuál volvimos a Venecia en dos ocasiones, en el plazo de diez días.

Así va la cosa: una vista desde el puente de la Academia, plagado de candados de enamorados, cura más el alma que un camión de antidepresivos.

Gran Canal

El Gran Canal es uno de los puntos neurálgicos del tráfico de la ciudad.

Y es que basta quedarse allí unos minutos para adivinar que este canal, que circula entre San Marcos y la isla de la Giudecca, es la maravilla de las maravillas.

Las góndolas, cargadas de turistas japoneses a los que aquí llaman “alimentadores de palomas”, se pelean por hacerse un hueco entre los canales interiores.

Mientras, propios y extraños se agolpan en cualquiera de los pequeños puentes (casi 400) que cruzan el interior de la ciudad; una ciudad endiablada para orientarse con un plano.

El vaporetto nº 1

Pero si el puente de la Academia no te impacta lo suficiente, siempre puedes tomar el vaporetto numero 1, que circula por el Gran Canal y para en todos los sitios, y dirigirte hasta Rialto.

Es lento, pero puedes subir y bajar tantas veces como quieras durante una hora.

Después de comprar el preceptivo ticket te das cuenta de que aquí se cuela todo el mundo.

Así que debe ser uno de los transportes públicos más deficitarios de la Tierra, aunque igual es una inversión en marketing, que los italianos en eso son los “reyes del mambo”.

400 puentes

Aunque ahora cuenta con casi cuatro centenares de puentes, esto no siempre fue así y Venecia adoleció de una carencia de los mismos para moverse a pie por las islas de la ciudad.

Así que durante mucho tiempo (hasta el siglo XVII) no se podía cruzar el Gran Canal a pie.

De hecho, solo se podía acceder por mar, hasta que a principios del siglo XX una parte del territorio de Mestre, donde se ubica hoy la estación de trenes, se anexionó a Venecia.

Y se convirtió poco menos que en un barrio residencial para los venecianos que trasladaron alli -y alli siguen- su domicilio.

En 1933 fue construido el puente de la Libertad y seguidamente la carretera que lleva hasta Pádua.

Asimismo, y para unirla a Mestre se construyó la carretera del popolo para lo que hubieron de secar parte del canal Salso.

De manera que hoy Venecia, aparte de sin tí, que cantaba Charles Aznavour, no sería nada sin los puentes.

Rialto

Rialto es, sin duda, el puente más famoso de Venecia. Conecta la isla de San Marcos con la de la Giudecca.

Se construyó por Antonio da Ponte (gracioso, ¿eh?) que ganó el concurso al mismísimo Miguel Angel en 1591, no sin polémica.

Lo diseñó con un solo arco imitando al de madera que había anteriormente en su lugar y en el barrio de la ribera alta (ri-alto), que en el siglo IX era un lugar plagado de casas de lenocinio.

Ahora, sin embargo, aparte de por la estructura de la edficiación (no hay otra igual), el puente y el barrio son famosos también por su mercadillo.

Los Suspiros

Otro de los puentes famosos, este por otra causas, es el de los suspiros.

Une el Palacio Ducal con la antigua sede de la inquisición, y se llama de los suspiros en alusión a los ruidos que hacían los presos que pasaban por allí para ser ejecutados.

En realidad, no se pasa sobre él, sino que se divisa desde el puente della Paglia. Eso si, puede visitarse desde el interior si accedes al palacio del Dux.

La Academia

La Academia (de Bellas Artes) es la pinacoteca por antonomasia de la ciudad.

Casi ningún turista la visita, por no perder mucho tiempo o porque el verdadero museo está al aire libre, pero vale la pena entrar.

Junto a ella está otro de los famosos puentes; ese de los candados de los enamorados que antes mencionamos.

Este puente de madera y con una de las vistas más bonitas del «Canaletto” fue obra de Eugenio Miozzi.

El puente de la Constitución (polémica obra del arquitecto español Santiago Calatrava) sumió en el desconcierto a los venecianos y comunica la Piazzale Roma con la estación de tren de Santa lucía.

Se inauguró casi en secreto en 2008 no solo por el retraso en la entrega, sino porque costó el doble de los presupuestado y muchos venecianos lo consideraron un insulto estético.

Tres arcos

Finalmente, y por citar uno que no cruce el Gran Canal, hay que nombrar al puente de los Tres Arcos, el más grande los que no cruzan a Giudecca y que está cerca de la estación y de la iglesia del Santo Job.

Además, reseñar que en Venecia es fácil perderse, incluso con un plano, porque hay canales que no conducen a ningún sitio.

Lo mismo pasa con los vaporettos: equivocarse en la línea idónea es perder el día, asi que tomaros es serio una buena planificación. Controlado esto, controlado todo.

Más pistas

Lo que las guías no dicen

Si uno va a Venecia conviene no escatimar ni en el alojamiento (los hoteles medianos y baratos son muy malos), ni en el viaje en sí.

Llegar al aeropuerto Marco Polo y subir en un taxi-lancha ‘Riva’ es una gozada.

Es entrar en el canal derrapando entre las olas, sorteando los puntales de madera que marcan el fondo y llegar hasta la piazza de San Marcos como un rey y/o reina.

Orientarse con los vaporettos

Al llegar hay que hacerse con un plano de vaporettos o ‘linee di navigazione

Echadle un vistazo tranquilamente y aprenderos las principales líneas y, si vais a visitar (que debeis hacerlo) las islas de Murano y Burano, enteraros en el mism muelle, al lado de San Marcos, de los horarios de los barcos.

Se va en un transbordador más grande que los vaporettos, pero hay veces que sus líneas se solapan.

Recordad siempre que las líneas 1 y 2 (ésta es más rápida) son las que circulan por el Gran Canal.

Cuestan 7 euros y puedes subir y bajar cuanto quieras en una hora.

Si llegas o sales en crucero, desde la misma terminal de buques parten unos vaporettos especiales y directos a San Marcos. Cuesta 15 euros ida y vuelta.

Línea Blu

La empresa que presta este servicioo es Alilaguna y la línea la “Blu” o azul. También puedes caminar hasta Piazzale de Roma.

Además, desde el puerto sale un pequeño tren llamado “peopel mover” que en un par de minutos llega a Piazzale Roma y desde allí se puede continuar a pie o tomar un vaporetto.

La vida en Venecia es cara y las compras tampoco son baratas, sin embargo hay un mercadillo que ponen a continuación del puente de Rialto en el que se pueden conseguir recuerdos y alimentos a precios más razonables.

Lo que no te puedes perder

Es inútil hacer un resumen de cosas que puedes ver, que para eso ya están las guías “oficiales”, pero os vamos a contar lo que no os debeis perder por nada del mundo.

Por ejemplo, la isla de la Giudecca (frente a San Marcos) y el atardecer desde la catedral de San Giorgo.

Torre del reloj

Otro lugar al que subir es la Torre del Reloj.

Los moros que custodian la campana tienen sus partes pudendas desgastadas de los tocamientos de los turistas porque corre el rumor (que pudiera ser) que quién las acaricia tiene asegurado al menos un año de potencia sexual.

Hisilicon Balong

Hay que subir a su Campanile y desde allí hincharse a hacer fotos desde todos los ángulos y a dejar que la mirada se pierda y se vaya donde quiera.

El Lido no vale la pena, pero si es imprescindible acceder a los puentes de Rialto, la Academia y el de los 3 arcos, por su belleza, aparte del de los suspiros, claro está.

Callejear sin miedo

Santa María dei Miracoli

Por ir en góndola te clavan y por tomar un capuccino en el café Lavena, en plena plaza de San Marcos, ni te cuento, pero puede que una o ambas te resulten ineludibles.

En todo caso, no tengas miedo a meterte y callejear por la parte más terrestre de Venecia.

Tampoco debes olvidar darte un paseo por el muelle de los esclavos o Riva degli Schiavoni.

Ni el teatro de la Fenice. Ni el lio de góndolas y barcos por el Gran Canal..

Busca la iglesia de Santa María dei Miracoli, el “estuche de oro” la llaman los venecianos, y la más bonita del mundo.

Adéntrate en el barrio del Arsenal y en el interior sin pensar a donde ir. Los canales te ‘la liarán parda’, seguro. Pero , ¿a quién le importa?

Comer y dormir

Como ya hemos dicho, la vida en Venecia no es barata. Así que hay que elegir bien donde vamos a dormir, donde está situado y que categoría tiene el alojamiento elegido.

Para los más sibaritas los indicados serán el hotel Cipriani, ahora Belmond, o el hotel Danielli. Ahora,eso sí, agarraros el bolsillo.

Si vais con pareja o emparejados (que ya hemos dicho que es muy aconsejable), os recomendamos el hotel Duomo Palace.

Es un 4 estrellas coqueto e intimista. Bien situado, muy cerca de San Marcos, ya que desde las habitaciones mas altas se ven los tejados y azoteas hasta San Marcos. Sublime.

Falla el desayuno, pero no se puede tener todo.

Para comer, y aparte de la pasta que hacen en la piazza San Marcos y el hotel Cipriani, hay que ir hasta Burano para comer mejillones en Il Gatto Nero.

No es barato (como casi nada en Venecia), pero es recomendable.

Restaurantes

En esta tesitura, Il Sogno (el sueño) es el mejor en relación calidad y precio, porque puedes comer entre 12 y 40 euros, que para lo que se estila en Venecia son precios muy razonables (y hasta barato).

También es asequible y muy bueno Da Flavio e Fabrizio (Al Teatro).

Il Ridotto, una estrella asequible

En esta enoteca bordan la tagliolini neros (entre 25 y 50 euros de media).

En Venecia hay dos restaurantes con dos estrellas y seis con una estrella Michelin.

El único asequible es Il Ridotto (35-140~€), pero el más famoso, Il Quadri, en plena Plaza de San Marcos, tiene un precio de entre 120 y 250€.

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