Pompeya: siempre en guardia bajo la amenaza del Vesubio

Pompeya es uno de los lugares del sur de Italia que todo el mundo debería conocer y ver, al menos, una vez en la vida.

Y es que, aunque aún quedan por excavarse numerosos rincones de esta ciudad milenaria sepultada bajo las cenizas del Vesubio, lo que hay al descubierto te dejará sin palabras.

Algunos viajeros que quieren conocer el golfo de Nápoles (Sorrento, Positano, Amalfi, Ravello…) nos han preguntado, expresamente, si Pompeya merece la pena.

Y la respuesta es que no solo merece la pena, sino que es imprescindible.

En Pompeya murieron cinco mil personas en solo dos días de erupción….y muchos de sus «tesoros escondidos» aún no han visto la luz.

El Foro principal de la ciudad de Pompeya

Así que cuando vayas al sur de Italia saca tiempo de donde sea, porque verla y pasearla «como Dios manda» te llevará todo el día.

Hay tanto que ver y disfrutar que te aconsejamos no vayas a Pompeya con «la hora pegada» porque te arrepentirás.

Inmensa y conservada

Lo primero que llama la atención del recinto en el que está localizado la ciudad, cerca de Herculano, es que es un lugar sorprendentemente grande.

También sorprende lo bien conservados y restaurados que están los edificios que quedaron en pie tras la erupción del volcán allá por el año 79 de nuestra era.

Pompeya es un lugar especial que, como hemos advertido, requiere de cinco a seis horas para recorrerse con cierta soltura.

Hay muchos tipos de turismo y turistas, pero en el sur de Italia predomina el viajero nacional.

Sin embargo, esta máxima se rompe en Nápoles y, sobre todo, en Pompeya donde el mestizaje de visitantes se hace más patente que nunca.

Interior de una de las viviendas de Pompeya

Patrimonio de la Humanidad

Patrimonio de la Humanidad, lo cierto es que viendo las calzadas romanas que atraviesan esta ciudad, te das cuenta de la importancia que tenía en la época (como ahora, pero por distintos motivos) el ‘salario’.

Una de las calles de Pompeya con su empedrado

El origen del salario

Como seguramente sabéis, el «salario» era la parte del sueldo que los soldados recibían, en forma de sal, para que pudieran mezclarla con el agua e hidratarse tras las largas caminatas que recorrían cargados de pesados materiales.

En cuanto a la ciudad, no está claro cuando se construyó, aunque la mayoría de los expertos piensan que pudo existir ya en el Siglo VII a. C. y estar ocupada por los oscos.

Detalle de una calzada romana en Pompeya

Civilizaciones superpuestas

Etruscos, griegos, romanos…por aquí pasaron distintas civilizaciones y no siempre con intenciones amistosas.

Por ejemplo, en el año 89 a.C. Pompeya se rindió a Roma tras participar en la guerra que las ciudades de la región de la Campania emprendieron contra la capital del imperio.

Por otro lado, su historia está llena de derrumbamientos y reconstrucciones a causa, sobre todo de los terremotos, lo que no es raro encontrándose en una zona de alta sismicidad como en la que se encuentra, cercana al golfo de Nápoles.

Terremotos

Tanto es así, que en el año 62 un fuerte terremoto dañó seriamente Pompeya y otras ciudades cercanas, como si se barruntara lo que iba a suceder pocos años después cuando erupcionó el Vesubio.

De hecho, parece que parte de la ciudad estaba restaurándose cuando llegó de nuevo la catástrofe, esta vez en forma de lava.

Los historiadores y arqueólogos proponen que esta sucesión de hechos y la erupción del Vesubio no fueron repentinos.

Eso explicaría porqué muchos habitantes de la ciudad pudieron ponerse a salvo antes de la letal erupción (aunque faltan por excavar lugares de la ciudad, solo se encontraron 2.000 cuerpos cuando se calcula habría unos 15.000 habitantes).

Una de las casas de Pompei (Pompeya)

Así que los que se tomaron a «chanza» las advertencias o eran más avaros (algunos quedaron abrazados a sus joyas), aguantaron allí y quedaron sepultados bajo las cenizas.

Amor, protección…y terror

Pero si hay dos palabras que pueden unirse al efecto del terror que surgió ante la llegada de los ríos de lava y la lluvia de cenizas, esas fueron amor y protección.

Amor y protección que se manifiesta en las figuras actualmente expuestas al público en uno de los pabellones-museo.

En él se ve a los habitantes de Pompeya protegiendo a otras personas, o abrazados en la cama…como se aprecia en las reconstrucciones en yeso de los damnificados.

Esta idea de «reconstruir» las figuras calcinadas de los fallecidos surgió del arqueólogo Giuseppe Fiorelli en 1860.

Fiorelli sugirió rellenar estas figuras con yeso, obteniendo así moldes que mostraban con gran precisión el último momento de la vida de estos ciudadanos.

El museo con los cuerpos, en yeso, de algunos ciudadanos y los restos abrazados

Ciudad escondida

Y es que, aunque parezca increible, Pompeya estuvo oculta bajo las cenizas durante muchos siglos, ya que no fue hasta el año 1748 cuando vio la luz.

Dicen las crónicas que el primero en dar con la ciudad enterrada fue el arquitecto Fontana cuando en 1550 estaba excavando un nuevo curso para el río Sarno.

Hasta esa fecha, se asumía que Pompeya y Herculano (el pueblo que está justo al lado) se habían perdido para siempre.

Erotismo

También se dice que el tal Fontana era un poco mojigato y que inicialmente encontró algunos frescos eróticos -en Pompeya había distintos lupanares- .

Así que, escandalizado, volvió a enterrarlos de forma que no se retomaron las excavaciones hasta un siglo y medio después.

El hecho que demostraría tal actitud fue el hallazgo de los arqueólogos al encontrar lugares que habían sido desenterrados y vueltos a tapar.

La casa numero 8 con sus pinturas «eróticas»

Aportación española

Sea como fuere, en su descubrimiento también tuvieron que ver mucho los españoles.

Y es que fue el Rey Carlos III (Carlos VII de Nápoles) quien encargó al ingeniero aragonés Roque Joaquín de Alcubierre que buscara sus ‘tesoros’ entre 1759 y 1788; tesoros que ahora se reparten entre museos de Madrid, Roma y Nápoles.

Cómo llegar y precio

Así que si vas en coche de alquiler, la llegada a Pompeya y la salida de alli requiere los tres euros pertinentes que se pagan para entrar a la autoestrada A3.

El camino está -por una vez- bien indicado y te lleva hasta las afueras de la anodina Pompeya moderna.

El precio de la entrada al sitio arqueológico es de 15 euros, que sube a 19 € si quieres entrar sin esperar la cola o a 36€ si deseas guía en español.

Los menores de edad no pagan y de 18 a 25 años tienes entrada a precio reducido.

En todo caso, te aconsejamos que mires bien «on line» porque los precios varían según la agencia que los vende con distintos packs.

Truco de párking

Cerca de las ruínas hay aparcamientos para el coche (de pago, claro).

Un truco italiano-español es dejar ‘la máquina’ (coche, en italiano) en el parking de algún centro comercial cercano que nosotros descubrimos por casualidad al ir a comprar agua. Es al aire libre y gratis. Casi nada.

Escultura de el fauno

Guía para recorrerla

El recorrido oficial, tras atravesar la entrada, te lleva hasta un patio de columnas de un templo que antecede al teatro pequeño.

Desde ahí ya puedes caminar por donde quieras y en el sentido que quieras teniendo en cuenta que Pompeya es muy grande y que cada casa y palacio merecen ser visitados con detalle. 

Entre los edificios que no debes perderte están el citado pequeño teatro y el templo de Júpiter al lado de la plaza del Foro.

Este templo está justo al lado del gran teatro donde un espontáneo e incluso nosotros mismos nos atrevimos a cantar «a capela» el Torna a Surriento y el O sole mio, como improvisados Pavarottis, lo que añadió aún más emoción, si cabe, a lo que ya estábamos viviendo.

El Teatro grande de Pompeya tiene una acústica excepcional

Torna a «Surriento»

¿Y por qué cantar a Sorrento? Pues porque, de alguna manera, es el «puerto de mar de Pompeya» y es la ciudad en la que, aparte de servir unos grandiosos limoncellos y helados, Lucciano Pavarotti, cuando era niño, pasó los veranos con su abuela.

Hemos de decir, que nuestra ‘actuación’ mereció los aplausos del respetable que en esos instantes estaba sentada para contemplar el monumento y su acústica, y que incluso pidieron un bis al que naturalmente no accedimos para no abusar de nuestra «suerte» artística.

Pero te aconsejamos que bajes al centro del teatro y que invoques tus dotes líricas para que compuebes como suena tu voz sin micrófono alguno. Pura magia

Anfiteatro de la ciudad de Pompeya

Otras lugares que ver

Aparte del teatro, otros lugares que no debes perderte son la basílica, los baños, el mercado, el templo de Venus, los lupanares, los gastrobares, las termas, la palestra (gimnasio), anfiteatro…

Otro sitio imprescindible es la llamada casa del Fauno, una de las más lujosas de la ciudad (en el plano está en la vía de la Fortuna) y que ocupa toda una manzana de la región VI.

En la entrada figura la palabra HAVE, que los «espabilaos» en anglicismos identifican como tener, del inglés ‘to have’, cuando en realidad es una forma escrita vulgarizada del famoso AVE (ave César…) o Bienvenido.

Casa del fauno, en Pompeya

Tambien son interesantes la casa de Amaranto, la Villa de los Misterios y la del poeta Trágico, entre otras.

Comprar entradas

Como hemos dicho, las entradas para Pompeya también se pueden comprar vía internet, lo que te será de gran utilidad para no aguantar mucha cola en días y horas de máxima afluencia.

Sin embargo, la compra on line también tiene una pega y es que si quieres cambiar el día de la excursión una vez que estés en Nápoles no podrás devolver la entrada y tampoco te reintegran el importe.

Palestra, gimnasio, baños y sauna

También hay que advertir que dentro de las excavaciones hay un restaurante (está cerca del foro) para tomar algo rápido.

Esta es la mejor opción si queréis aprovechar bien el tiempo que luego echarás de menos cuando estés en plena visita.

Aparte de las Pizzas de Nápoles, que aquí son ley, hay dos productos básicos de la región: los tomates de Salerno y los limones de Sorrento.

Dónde comer

Ristorante Al Convento, en Cetara


Nápoles es la capital más poblada del sur de Italia

La costa Amalfitana, con Positano, Amalfi y Ravello

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