Karlovy Vary debería ser una de las excursiones obligadas cuando se viaja a Praga. Sin embargo, hay gente que aún no lo conoce.
No está muy cerca, así que, o te buscas uno de los autocares que te llevan hasta allí, o vas en tren.
Pero lo importante es que vayas y que lo conozcas porque, si no hay mucha gente, sabrás de primera mano lo que es la paz de un valle centroeuropeo..
Lugar perfecto
Si nos preguntaran por cuál sería el lugar perfecto para instalar un balneario, diríamos que una zona de manantiales y, a ser posible, situada en un valle en medio de un bosque.
Pues esa es, precisamente, la ubicación de Karlovy Vary (traducido «Baños termales de Carlos»), al noroeste de la República Checa.
Y es que si Praga conserva todo el señorío y la nobleza de las mejores ciudades de centro Europa, Karlovy Vary es su alterego hecho balneario.
Breve historia
Elegante como pocas, en su día esta pequeña ciudad acogió en sus baños a algunas de las celebridades artísticas y sociales de Europa.
Fundada en el siglo XIV por el rey checo y emperador románico Carlos IV, la leyenda dice que éste encontró una fuente termal por casualidad mientras cazaba por estos bosques.
A partir de entonces, la ciudad pasó a ser el balneario de Bohemia y lugar de descanso para personalidades como Goethe, Beethoven, Casanova o Mozart.
Y hoy sigue siendo una atracción turística a la que acuden estrellas del cine, ya que es sede de uno de los festivales cinematográficos más importantes de Europa.
Alemanes y rusos
En sus calles y entre sus gentes aún se respira cierta herencia alemana, puesto que esta ciudad fue territorio germánico hasta la II Guerra Mundial.
Después de ella, y tras el reparto terrritorial de los aliados (¡Qué listo fue Stalin!), pasó a formar parte de Checoslovaquia; uno de los países del llamado Telón de Acero bajo ‘protectorado’ soviético.
Tal vez por eso, los lugareños dicen que Karlovy Vary ha sido durante años refugio de oligarcas rusos, muchos de los cuales aún mantienen sus posesiones y palacetes.
Qué ver
Sea como fuere, el caso es que la influencia soviética se ve por todos lados.
Empezando por su catedral ortodoxa, que, junto a las que de Helsinki y San Petersburgo, es una de las más bellas que se pueden visitar .
Además de eso, hay trece fuentes termales repartidas por la ciudad, alguna con olor y sabor a huevo podrido por el sulfato del azufre que contiene.
Estas tienen propiedades medicinales que son útiles en el tratamiento de patologías del aparato digestivo y artrosis.
Así que no te cortes y compra una jarrita típica y déjate seducir por sus aguas o, mejor, párate en un café y pídete una Pilsner Urquell.
Esta es la cerveza más famosa en Chequia por estar fabricada con el mejor lúpulo del mundo, el del pueblo de Pilsen,
En dicho pueblo (por cierto de camino a Karlovy Vary) es donde están las mejores y más extensas plantaciones de lúpulo de Europa.
Más atractivo
Entre los lugares más interesantes para visitar figuran la iglesia de San Andrés, la citada iglesia ortodoxa de San Pedro y Pablo, el Teatro Municipal, el Paseo de Molino y la catedral de Santa María Magdalena.
Cerca de esta iglesia brota el manantial más caliente, el Vřídlo (72 º).
Si tienes tiempo, también puedes subir a alguno de sus miradores porque las vistas son de las que dejan huella.
Aparte de las aguas termales, otros de los ‘atractivos turísticos’ es el cristal de Bohemia de Moser.
En nuestra opinión, no vale la pena comprar, a no ser que te encapriches con alguna pieza específica.
Otras de las compras típicas es el licor de hierbas más famoso del país, el Becherovka.
A este aguardiente de raíces le ocurre como a otros muchos destilados ‘típicos’; que te los tomas en el lugar y hasta te parece bueno.
Pero luego, cuando vuelves a España con la botella, tienes que amenazar a tus visitas para que se tomen un trago y, cuando lo hacen, no repiten.
Vamos, que nosotros aconsejamos que lo pruebes y lo medites antes de cargar con el, a no ser que te guste el ‘alcohol de quemar’.
Más pistas
Lo que las guías no dicen
No muy lejos de esta zona al oeste de Bohemia (mejor ir en autocar que en tren porque este se hace eterno) se encuentra el pueblo medieval de Loket y su maravilloso castillo gótico.
También puede ser interesante la visita a Becov nad Teplou, en cuyo palacio se encuentra el que dicen es el segundo tesoro de la república checa: el relicario de San Mauro.
Lo que no te puedes perder
Praga, sin duda. Aunque tengas solo media jornada de tiempo, sube al castillo y baja por la calle del oro, entra en la casa de Kafka y desciende hasta el Karlova Most (puente de Carlos).
Desde allí y hasta la espectacular plaza del ayuntamiento solo hay un paseito.
En Karlovy Vary recorre su casco histórico rodeando el río Teplá, y busca al buen soldado Svej.
En cualquiera de las tiendas te ofrecerán la típica jarrita de porcelana –previo pago, claro- para que puedas beber las aguas termales con fundamento.
Algunas de las calles más elegantes de Karlovy Vary son las de Mlýnská y Tržní.
Tampoco te olvides de una visita al teatro, los baños imperiales y, sobre todo, la iglesia ortodoxa de San Pedro y San Pablo, no hay nada igual.
Además, te aconsejo que tomes el funicular (tren cremallera, lo llaman) para subir hasta el mirador de Diana. Hay vistas maravillosas.
Comer y dormir
El mejor alojamiento en Karlovy Vary es el Grand Hotel Pupp, justo a la entrada de la ciudad.
También destaca el hotel Imperial o el Thermal, con una gran piscina exterior, que ofrece una vista fantástica de toda la ciudad.
Asimismo, existen numerosas casas termales y residencias esparcidas por la localidad en las que alojarse.
En cuanto a la comida, de clara influencia alemana y austriaca, no tiene demasiada variedad.
Las sopas de verduras, la carne asada con col agridulce y sobre todo el pato y la trucha, además del goulash, son habituales en casi todos los restaurantes en los que se puede comer a un precio razonable.
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