San Petersburgo, refugio de zares y de la cultura rusa

San Petersburgo es la capital cultural de Rusia y reflejo de lo que ocurre en el país. Magnates y pobres deambulan por sus calles cuadriculadas a distinta velocidad.

La historia de esta ciudad es tan intensa como interesante puesto que ha sido bastión defensivo, refugio de zares y hasta castigo de herejes.

De hecho, en el principio de los tiempos, hace unos 300 años, fue un puerto asaltado por los suecos que, dicho sea de paso, querían hacerse con el control marítimo del mar Báltico.

Que vienen los suecos

Para defenderse construyeron la Fortaleza –hoy visitable por los turistas– y la catedral de San Pedro y San Pablo.

Aunque la defensa no sirvió para nada, lo cierto es que el estrecho e intrincado paso –aún es así– a este descomunal puerto, con sus islas y canales, hizo embarrancar y perder las batallas navales a los herederos de los vikingos.

De hecho, a la entrada de lo que era el puerto, hay unas columnas donse se clavaron los estandartes y trozos de proas de los barcos suecos para que estos no olvidaran la lección.

Rusia zarista

San Petersburgo, además, fue capital de la Rusia zarista y en los edificios palaciegos que inundan la ciudad se urdieron tramas y complots imposibles.

Tramas políticas y amorosas que han dado lugar a leyendas acerca de Catalina y de su relación con la familia Romanov, entre ellos Pedro al Grande.

Y así fue hasta que en 1917 estalló la revolución rusa y el buque de guerra Aurora, ahora expuesto para los turistas, llegó cargado de nuevas ideas y de los líderes comunistas.

Poco después y como castigo, Lenin desplazó la capitalidad hasta Moscú y San Petersburgo quedó como la ciudad de la cultura, los palacios y los museos.

Carácter especial

Esta historia ha hecho que el caracter de sus ciudadanos sea especial. Sin ser particularmente simpáticos, tampoco hablan inglés (ni siquiera en los restaurantes) donde se nota el peso del funcionariado de los trabajadores del antiguo telón de acero.

Eso hace que haya mucho personal, pero lento y poco eficaz, de manera que si uno va con el tiempo justo, mejor no sentarse a comer en un restaurante ‘normal’ porque se hará eterno.

En su lugar se puede optar por la comida rápida donde tomar unos buenos blinis rellenos de productos salados o dulces.

Volcada al turismo

A falta de otros medios de vida, la ciudad está volcada al turismo y a los cruceros, por lo que los precios están acordes con este hecho.

Otra de las vías de ingreso de la ciudad es su energía, dado que el combustible de los navíos es aquí mucho más barato que en el resto de Europa.

Las navieras lo saben y hacen escala para repostar. A cambio, los turistas deben pasar por los molestos, lentos y costosos trámites de las aduanas, donde hay que pagar visado a no ser que se haya tramitado en nuestra ciudad de origen.

Canales

La parte fluvial de la ciudad tiene canales con una longitud de 300 km. que discurren a través del río Neva.

Una posibilidad nada despreciable es hacer un tour en una de las barcazas que los surcan, porque la capital está hecha con tiralíneas y las distancias engañan tanto que es fácil darse una paliza para visitar sus numerosas atracciones visuales.

Qué ver

Resurrección de Cristo

Una de las visitas obligadas es la plaza y la iglesia de San Isaac (1858) con su cúpula dorada, a la que se puede acceder por una escalera exterior.

Catedral de la Resurrección

Otro lugar indispensable es la mezquita con su cúpula azul y, sobre todo, la catedral de la Resurrección de Cristo (también llamada Iglesia del Salvador sobre la Sangre Derramada).

Es la más bonita sin ninguna duda y, además, única en el mundo.

Hermitage

Visita obligada también es el museo Hermitage que recibe el nombre de la plaza en la que está enclavado.

Museo Hermitage

Fundado en 1764 para uso privado de Catalina I, alberga una colección de más de 3 millones de obras de arte (muchas sin exponer por falta de espacio) repartidas en 4 edificios.

Aunque se habla de la importancia de su fondo pictórico, aparte de la sala impresionista, lo que tiene más valor son los objetos, puertas y artesonados de los edificios. Aunque esto es opinable.

Más pistas

Lo que las guías no dicen

En casi ningún lugar de San Petersburgo admiten euros, por lo que es imprescindible llevar moneda rusa.

Si no se ha tenido la precaución de cambiar, en la plaza de San Isaac hay hoteles, como el Anglaterre, donde cambian sin problemas.

Algunas estaciones de metro son bonitas y visitables, pero se pierde mucho tiempo.

Lo que no te puedes perder

Es preciso no perderse el interior de la catedral de la Resurrección de Cristo.

Por fuera es impresionante y junto al museo Hermitage es imagen de marca a la ciudad .

Pero, el interior no le va a la zaga, ya que sus paredes están forradas de imágenes sacras hechas a base de mosáicos en un estado de conservación extraordinario.

El lugar es apoteósico. Es única en el mundo, así que no os la perdáis.

Consejos

Hay que tener cuidado con bolsos y objetos personales porque hay cacos (bien vestidos) por todos lados. Al contrario que los chicos, las mujeres son espectaculares y bellisimas pero, cuidado, algunas de ellas cobran por sus encantos.

Comer

La gastronomía tradicional rusa es sencilla y las comidas se basan en algunos pocos elementos: ensaladas, sopas, pescado y blinis. Pero de cada uno de ellos encontrarás muchísimas variedades.

Entre los platos más conocidos está el Kulebiaka: un pastel relleno de salmón, arroz, huevos duros, champiñones o cebolla. 

También son famosas las Varenyky: unas empanadilla pequeñas que pueden llevar relleno salado (almuerzos) o dulces (desayunos).

En cuanto al postre más típico podemos citar el Ptichye Moloko -el nombrecito se las trae- que es una bomba calórica a base de huevos, leche condensada y azúcar que se recubre con chocolate y se adorna con merengue.

De los restaurantes se puede decir que San Petersburgo también ha sucumbido a los encantos de la cocina asiática y a la fusión.

A esta última pertenece el restaurante Dans Le Noir? (con interrogación), aunque a nosotros siempre nos apetece más probar la cocina local.

Y en este sentido las recomendaciones son Meal, Art-Caviar o los clásicos Gogol y Severyanin, éstos últimos no precisamente muy baratos.



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