Tarifa: mar, océano y un destino en un estrecho

Decir Tarifa es decir viento y el lugar más cercano a Marruecos de toda la costa gaditana.

Aquí el estrecho de Gibraltar es estrecho, de verdad, y tiene, con sus «vecinos alauitas», la guarda y custodia de estas aguas tan navegadas.

Porque en este lugar el viento no es solo un soplo de aire, sino un modo de vida al que hay que acostumbrarse, sobre todo si llevas el pelo bien peinado.

Por eso, en este pueblo de la provincia de Cádiz, hay gente que está «hasta el moño», y nunca mejor dicho, de tanta ventolera, pero es una delicia para quienes hacen (hacemos) windsurf, ya los menos, kitesurf, o el ultramoderno windfoil.

El kite surf es el deporte más habitual en Tarifa

Wind foil

Esta última modalidad se puede hacer con un velamen en forma de ala delta o una cometa de kite, pero lo que realmente les distingue son las orzas de sus tablas.

Así que, como si fuera un catamarán, sus practicantes van suspendidos/flotando, literalmente, sobre el agua.

Imagen, virada, de winf foil

De hecho, es tal el auge que está alcanzando este deporte que entre los pasados 12 y 15 de octubre se celebró el campeonato del mundo en Bibo beach house (el chiringuito del chef Dani García) en la playa de Valdevaqueros.

Arco de Sancho IV

Qué ver

Pero lo más importante de Tarifa, con serlo, no es el viento, sino su sorprendente belleza.

Y es que a nosotros, que era la primera vez que pisábamos estas tierras, nos dejó impactado un pueblo que se parece mucho a nuestro ideal de disfrute.

Y eso significa mar por todos los lados, mucha gente por la calle vestida en camiseta, bañador y poco más, casas encaladas, lugares encantadores, buen tiempo…el paraíso.

Sólo hay una pega: y es que ese mismo viento que marca los días de Tarifa puede convertirse en un problema si vives allí y llevas, digamos, una vida normal.

Interior del arco de Sancho IV

Viento

Un viento que se cuela por este pasillo natural que es el Estrecho de Gibraltar y que a veces circula con tanta fuerza que duele.

Ese viento de Levante o de Poniente que sube y baja en tres días, como quien se enfada con la humanidad de vez en cuando, pero sin rencor.

Poesía pura y libertad porque el mar, el océano, no es de nadie o es de todos, o ninguna de las dos cosas.

Así que Tarifa representa viento y libertad, y uno puede dejar de ser dueño de su destino en estas tierras y volver cada cierto tiempo buscando aquí un respiro.

Lado atlántico de la «lengua asfaltada» que lo separa del Mediterráneo

Calle central

Y es que cuando llegas a Tarifa por la calle central, ya te das cuenta de que el pueblo es más grande de lo que parece.

Así que a medida que avanzas te vas metiendo en ambiente con tiendas de surf, vela, náutica…a ambos lados de la calzada.

Luego empiezas a ver gente bronceada paseando por las calles como el que tiene esa labor como trabajo diario.

Pero al poco te das cuenta de que es normal porque nosotros, en solo una hora de sol y viento, ya se nos había puesto la cara como un tomate.

Interior del mercado

Murallas

Tarifa tiene dos caras bien definidas: una dentro de los restos de sus antiguas murallas y otra a las afueras (la parte más moderna).

Una está más al lado del Mediterráneo y la otra en el Atlántico.

Así que parte de los restos de sus murallas, su puerto, y su castillo se quedan junto al Mediterráneo observando al Atlántico desde la lejanía (que no es tal).

A esta parte del pueblo se accede a través del arco en memoria de Sancho IV que expulsó a los moros de Tarifa en el año1292.

Porque es intramuros donde se suceden las calles laberínticas, todas encaladas y juntitas, probablemente para soportar los vendavales y viviendo en armonía con el entorno.

Tiendas, restaurantes, hoteles y viviendas, y hasta un mercado, todos abrazados esperando a que amaine un viento que casi nunca deja de soplar.

Pasadizo con la lámpara de Guillermo Pérez Villalta

La Rosa de los Vientos

Rosa de los vientos

Si continúas en dirección al puerto y a la derecha, después de pasar el arco de Sancho IV, encontrarás el coqueto mercado de Tarifa.

Luego, un poco más abajo y a la derecha la oficina de turismo y un parque dedicado a Guzmán el Bueno, que fue, sin duda, el mayor héroe del pueblo.

Pero para llegar hasta aquí, tendrás que pasar por un pasadizo donde hay una joya que no es otra que la lámpara diseñada por Guillermo Pérez Villalta, artista, pintor e hijo predilecto de la ciudad.

En ella, que representa la rosa de los vientos, también ha intervenido activamente el orfebre Daniel Luis Hernández Rodríguez.

La lámpara está formada por tres estrellas nazaríes (de ocho puntas), dispuestas de mayor a menor y rematada en forma de diamante.

De cada vértice cuelga una campanilla indicando los puntos cardinales. Esta campanillas suenan a gloria cuando sopla el viento por el pasadizo.

Lengua de Tierra

Desde ahí, y hacia la derecha, siguiendo la línea del mar, llegarás hasta un lugar mítico e increíble: la lengua de tierra (asfaltada) que separa el Mediterráneo del Atlántico.

Si hace viento (aquí sopla de verdad) será casi imposible avanzar hacia la isla de las palomas para regocijo de quienes hacen kite surf en la parte atlántica.

Pero antes de llegar a playa chica, que es como se llama, a la derecha y en un montículo, está el castillo de Santa Catalina.

Y es que aquí hace tanto viento que se vuelan todo los males y, si tu cuerpo entra en modo limpieza total, no hay mejor lugar en todo Cádiz.

Aunque si vas a quedarte un rato en la playa, refúgiate en las piedras para amortiguar la fuerza del viento porque de lo contrario no aguantarás mucho en el lugar.

Castillo de Guzmán el Bueno

Castillo

De vuelta al centro y después de esa limpieza en el «túnel del viento», dejarás el puerto a tu derecha y llegarás hasta el castillo de Guzmán el Bueno (o de Tarifa), de visita obligada.

El castillo, muy bien conservado y con exposiciones permanentes, tiene unas vistas 360º impresionantes.

Desde sus almenas se divisa Tarifa entera, la interior y la marinera, y la iglesia de San Mateo, al este, que marca el límite del pueblo.

Espectacular vista desde el castillo

El castillo es una fortaleza medieval que, desde su construcción por Abderramán III en el año 930, ha venido ejerciendo funciones de defensa militar debido a su posición estratégica.

De hecho, en el siglo XVII fue restaurado para que siguiera ejerciendo esa función frente a los ataques de piratas berberiscos.

Durante la Guerra de la Independencia fue el centro de operaciones de las tropas españolas en la resistencia tarifeña.

Exposición en el interior del castillo
La tramposa, óleo de Francine Van Hove, de la exposición dedicada al vino en el interior del castillo.

Aún hoy el castillo es propiedad del Ministerio de Defensa y en 1931 fue declarado Bien de Interés Cultural (BIC).​

El castillo de Tarifa posee planta trapezoidal adaptándose a la escarpa del terreno en el que se encuentra construido. Está formado por un núcleo original califal, el alcázar y 15 torres de las que se conservan trece.

Vista de Santa Catalina desde el Castillo de Guzmán el Bueno

Guzmán «el bueno»

Alonso Pérez de Guzmán se ganó el sobrenombre de “el Bueno” y un lugar en la historia de España durante la defensa de Tarifa (Cádiz), junto al rey Sancho IV.

De hecho, después de pasar algunos años luchando, como mercenario de la época, al lado de los moros, se reconcilió con Sancho IV e intervino activamente en la reconquista de la ciudad.

Monumento a Guzmán El Bueno

Guzmán «El Bueno» es admirado por estas tierras, entre otras cosas, por no ceder al chantaje de los moros que le exigieron rendir la ciudad a cambio de la vida de su hijo, cautivo, y que, finalmente, fue ejecutado.

Así que después de este hecho y la terrible batalla de la que resultó vencedor Guzmán el Bueno fue nombrado alcalde de tarifa.

Bar de Tarifa en la plaza de la paz

Encalado

Encalado hasta las cejas, Tarifa es ese lugar con calles intrincadas y estrechas -como Binibeca, en Menorca-lleno de coquetas plazas.

El sitio casi perfecto para disfrutar de la vida (si no tienes apreturas económicas) y tu trabajo te lo permite.

Un «Sangri la» para los deportes de vela, como sucede en Sayulita, México, con el surf, pero un tormento para los lugareños que barren las calles y limpian edificios.

Dicen que algunos vientos como el Foehn, el Mistral, el Cierzo… son capaces de cambiar el carácter de la gente, y el Levante y el Poniente del Estrecho parece que también tienen ese efecto.

Pero Tarifa son sensaciones, viento, libertad, un lugar no tal vez para vivir pero si para pasar largas temporadas con el mar y el océano (más el viento) como amantes.

Juanma B, en una de las calles de Tarifa

Mas pistas

Lo que las guías no dicen

Los meses entre mayo y junio, y de septiembre a diciembre, son las fechas ideales para visitar Tarifa porque en verano no cabe ni un alfiler.

Así que, por mucho que te guste, si huyes de las multitudes, no deberías ir en verano. De lo contrario, si te gusta el jaleo, esa es tu fecha.

En Tarifa es difícil que no haga viento, cuando no es Poniente es Levante, y suele tener tres días de subida y tres de bajada de intensidad.

Otras perspectiva del Castillo

Lo que no te puedes perder

En Tarifa no deberías perderte nada, pero siendo sinceros, tanto la lengua de tierra que separa el mar del océano como el castillo de Guzmán el Bueno son imprescindibles.

Restaurante el Alférez, ahora cerrado por fin de temporada

Comer

En cuanto a dónde comer, en el centro de Tarifa hay muchos restaurantes repartidos por sus plazas y callejuelas, pero si eres gourmet, tendrás que alejarte un poco.

Uno de estos lugares es el Bibo de Dani García, en la cercana playa de Valdevaqueros, y un poco más lejos, cerca de Vejer, en dirección Cádiz, en la playa del Palmar, El alférez.

En el alférez, ahora cerrado hasta nueva temporada, aparte de sabrosos mariscos y pescados traídos de la lonja de Conil, dispones de una carta exclusiva dedicada al atún rojo de almadraba…y ¡todo frente al mar!.

Asimismo, en Vejer, en la plaza del Ayuntamiento tienes Trafalgar y, en este mismo pueblo, Patria y cuatro estaciones.

Finalmente, en Zahara de los Atunes, los que «marcan el paso» son el restaurante Mezkla, a través de los sabores con su chef José María Márquez, Casa Blas, y la taberna del Campero.

Si embargo, antes de ir a ninguno de ellos, es conveniente llamar porque algunos cierran, al estar fuera de temporada, hasta marzo del año que viene.



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