El Patio de los Olivos: un restaurante «tres en uno» en el Molar

Lo primero que llama la atención del restaurante el Patio de los Olivos, en el pueblo de El Molar, en Madrid, son sus dimensiones descomunales.

Dimensiones que le permiten crear distintos ambientes con diferentes puestas en escena (incluidos terraza y chill out) para regocijo de los clientes.

Con capacidad para 250 comensales, esta antigua casa solariega convertida en restaurante tras ser adquirida por un ingeniero agrónomo holandés, lleva tres años abierta.

Sin embargo, parece que la propiedad del Patio de los Olivos no se quiere quedar en este punto y, aparte de poseer un local para eventos, ahora también va a inaugurar un gastro bar.

Esta idea del gastrobar tal vez pretenda paliar el descenso de público en días de diario y tenga que ver con que el restaurante permanece cerrado de lunes a jueves.

El restaurante tiene capacidad para 250 pax.

Este, como es obvio, es un mal que afecta a casi todos los pueblos, y los de la sierra de Madrid, como El Molar, no son una excepción.

Por eso los propietarios intentan rentabilizar al máximo los fines de semana cuando la afluencia de público es masiva, sobre todo si hace buen tiempo.

Agradable caos

Una de las cosas más sorprendentes del local es su interiorismo, que puede parecer caótico, con muros de granito, madera, lámparas rústicas, plantas colgadas de las vigas, tinajas…pero que en el Patio de los Olivos resulta interesante.

Un caos de estilismos que, en el comedor principal (cubierto), apenas se ve empañado por un gran oso de peluche colgado, columpiándose, cuál emannuelle infantil, de una de una de las vigas.

El famoso osito «mimosín» arriba a la derecha

Techos altos, mesas recias…un ambiente cercano a lo que esperas de un local enclavado en la sierra y en un pueblo, El Molar, donde abundan las bodegas convertidas en restaurantes.

Cocina correcta

Cuando ves el tamaño del lugar y la cantidad de gente a la que hay que atender (aunque la carta no sea muy larga) te echas a templar porque piensas que la calidad se va resentir.

Entrantes: queso, sobrasada y migas (la bolsa, que parece un regalo, es el pan)

Sin embargo, después de los aperitivos básicos, cuando llega el primer entrante, en nuestro caso unas croquetas de boletus (9€) -también las hay de jamón y bacalao- ya te das cuenta de que la cosa empieza bien.

Las croquetas, mejorables en su relleno, están bien de sabor, agradables y sin grasa añadida, lo que siempre es de agradecer, aparte de llegar con la temperatura correcta.

Croquetas de boletus

En estas circunstancias, y dado que habíamos vistos pasar un plato con ellos, nuestro segundo entrante fueron unos espárragos trigueros crujientes, con tomates y mostaza, que estaban notables.

Sabor interesante, calibre XL (para ser trigueros) e igual que antes, sin rastro de grasa añadida y la temperatura adecuada.

A los tomates, dulces, riquísimos, incluso le sobraba la crema de mostaza que llevaban.

Un plato muy interesante y exitoso realizado con la precisión que requiere esta verdura silvestre.

Trigueros

En este sentido, reseñar que todos los platos salieron con su temperatura correcta lo que, debido a las dimensiones y número de comensales del local, tiene mérito.

Otros entrantes de la carta con buena pinta eran las flores de alcachofa confitadas (ahora en temporada,17€), e incluso los espaguetis de calabacín (11,50€).

Sugerencias

Aparte de la cartas de entrantes, principales y postres, hay un apartado de sugerencias del chef que nosotros abordamos parcialmente al pedir los dados de solomillo de vaca con salsa de foie y padrones (18,50€).

Dados de solomillo de vaca con salsa de foie

Lo sirven en cazuela de barro con un fondo de patatas paja y tiene pinta de clásico.

La carne estaba muy tierna y tanto las patatas como los pimientos, lejos de molestar, armonizaban el plato.

Un plato contundente al que solo le pondríamos un pero, y es que la salsa de foie que acompaña los dados de carne sabe poco o nada a foie, y este es un aspecto a mejorar.

Tartar de atún sobre camita de aguacate

Otras sugerencias del chef son el ceviche de salmón (15,50€), el chuletón premium (para dos) 59,50€ y el helado de vainilla frita con brownie (9,50).

Aunque la especialidad del restaurante son las carnes, como ocurre con casi todos los restaurantes de la sierra madrileña, también queríamos probar algo de pescado.

Por eso pedimos un tartar de atún sobre camita de aguacate (18€) que, en realidad era un timbal de atún, con mango entreverado.

El resultado de la composición, sobre un plato con forma de paleta de pintor, resulta otra vez notable, tanto de composición como de sabor.

Dejando sitio

A estas alturas de la película ya estábamos rozando nuestro límite alimentario, así que sólo pedimos un postre que fue la tarta de zanahoria con frostin de queso (5,90€), casera, y equilibrada en su dulzor.

Tarta de zanahoria con frostin de queso

Nuestro menú

  • Croquetas de boletus
  • Espárragos trigueros y tomate
  • Tartar de atún sobre camita de aguacate
  • Dados de solomillo de vaca con salsa de foie y padrones
  • Tarta de zanahoria con frostin de queso
  • Agua y tinto de Ribera del Duero (por copas).


El Patio de los Olivos. Calle San Roque, 8, 28710 El Molar, Madrid. Telf. 609 02 02 28.

(Abierto de jueves por la tarde a domingo).



*** La Resalá, cocina de autora en Bustarviejo


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