Comillas es uno de los pueblos más bonitos de Cantabria. Señorial, limpio y con algunas joyas arquitectónicas de grandísimo interés.
Y es que Cantabria lo tiene todo, paisajes y gastronomía, y reune en sus límites pueblos bellísimos, como éste, que tienen la particularidad de ser muy distintos entre sí.
Comillas es famoso por albergar a la Universidad Pontificia, pero, sobre todo, por contar con el «Capricho de Gaudí».
Además, guarda un maravilloso secreto al límite de su juridicción: el bosque de sequoyas.
Si no quieres perderte un detalle de esta maravillosa escapada, acompáñanos en este reportaje.
Amor a primera vista
Enamorarse de Cantabria es muy sencillo. No sólo porque sus paisajes sean demoledores para quien quiera ejercitar la retina, sino porque su gastronomía es tan completa (siempre lo fue) y redonda que es difícil resistirse a probar bocados tan suculentos.
Nada es imposible, ni siquiera los cambios meteorológicos.
Puede que hoy salga el día perfecto y mañana amanezca lloviendo, pero hasta esa imprevisibilidad tiene su encanto y es responsable, entre otras cosas, de que todo esté tan verde.
Nunca hace tan mal tiempo como anuncian en televisión, dicen los lugareños, y las previsiones meteorológicos se aceptan aqui como un mal menor si se tiene en cuenta que el premio ‘visual’ es de un valor incalculable.
Y es que Cantabria, desde los picos de Europa a la Cueva del Soplao, pasando por Cabárcenos o la península de la Magdalena, es un canto a la belleza.
Y Comillas es solo una extensión de este atractivo descomunal
Las sequoyas de al lado
Como dijimos al principio, el pueblo es famoso, entro otras cosas, por la Universidad Pontifica, pero solo con el Capricho de Gaudí y el Palacio de Sobrellano ya tendría merecida visita.
Además de eso, un poco antes de llegar al pueblo (o a la salida de este, según se mire), existe otra razón para ir, en este caso natural: el bosque de sequoyas del Monte Cabezón.
En realidad, está situado en el término municipal de Cabezon de la Sal, aunque se le relaciones con Comillas.
Alberga un gran número de ejemplares de sequioia sempervirens, que no solo es conífera más alta que existe (hasta 115 metros), sino uno de los árboles más logevos, ya que pueden vivir entre dos mil y tres mil años.
Monumento al marqués
Pero volviendo a Comillas, el pueblo lo tiene todo, incluso una situación privilegiada sobre el Cantábrico, ya que desde él se divisa toda la costa.
Así que para conseguir la mejor panorámica te aconsejamos que subas hasta el monumento dedicado al marqués de Comillas.
Luego, si quieres , como curiosidad, puedes pasarte por el cementerio (no es broma), que está justo enfrente, porque es uno de los monumentos declarados como bienes culturales gracias al virtuosismo de su fachada.
Aunque en la oficina de turismo te marcarán una ruta a seguir, en realidad puedes ir por donde quieras.
Nosotros comenzamos por el palacio de Sobrellano que, dicho sea de paso, es la mejor zona para aparcar el coche.
Palacio de Sobrellano
Inagurado en 1888 reune distintos estilos arquitectónicos porque, además, esta compuesto por varios edificios.
Estilos que recuerdan a los palacios venecianos e incluso cuenta con relieves mozárabes, aunque a nosotros nos pareció absolutamente gótico.
Pero no solo a nosotros, sino a Gaudí que justo al lado diseñó y construyó una de las pocas obras que hay fuera de Cataluña: el conocido como Capricho de Gaudí .
Capricho de Gaudí
Esta fue la residencia de verano de Máximo Díaz de Quijano, concuñado del marqués de Comillas.
Un crápula de la época que había hecho las américas y había vuelto soltero -aunque no entero- de Cuba.
Gaudí diseñó esta residencia veraniega que consta de dos pisos, buhardilla y una torre inacabada que representa los cuatro puntos cardinales.
Con girasoles repartidos por los azulejos de su fachada era la antítesis del gótico: el modernismo más loco para una residencia tan luminosa como deslumbrante.
Hojas de parra, hojas de palma, girasoles, golondrinas, todo el edificio rezuma naturaleza y culto al sol ya que hasta su orientación está perfectamente diseñada para este fin .
Como pasa en la Pedrera y resto de diseños de Antonio Gaudí, la casa, que se encuentra situada en una cuesta que antes fue un minibosque de castaños, está llena de detallitos.
Por eso lo mejor es que cuando la visites te acerques a uno de los guías y escuches como te cuenta la historia.
Por ejemplo, que el propietario era aficionado a la música y por eso la cenefas del exterior imitan al pentagrama y que hasta en el baño había una vidriera con una abeja tocando la guitarra y un pájaro, el piano.
Plaza Mayor
Luego ya solo queda caminar y mirar, ir hacia la Plaza Mayor, la catedral y bajar hasta la playa para llegar al pequeño puerto donde podrás comer pescado del día en la lonja (no es barato) aunque si de buena calidad.
También podrás recorrer a pie parte de la escollera que protege los barcos cuando el mar está enfurecido.
De regreso hacia el centro del pueblo, sube hasta el momumento al marqués de Comillas y contempla desde allí la panorámica y el cementerio.
En realidad, ya para entonces estarás tan enamorado de la villa que dará igual por donde vayas porque todo te parecerá perfecto.
Santillana del mar
Además de este pueblo y no muy lejos de allí está Santillana del Mar, que no tiene mar, pero que alberga en su cercania las cuevas de Altamira.
No podrás entraer a ellas, claro, pero sí al museo donde podrás admirar una reproducción de las famosas cuevas y sus pinturas, además de otros lugares prehistóricos de interés y su historia.
En Santillana, aparte de la plaza, recorre sus calles empedradas y date un capricho en forma de quesada pasiega o sobao.
Uno de los lugares más famosos por sus Sobaos es Casa Quevedo.
Por allí pasaron en su día Imanol Arias y Juan Echanove con su programa televisivo, y se hizo famoso.
Aparte de los sobaos, también venden quesadas que junto a un vaso de leche de vaca cántabra cuesta entre 1 y 5 euros.
Es carillo, como es lógico, porque el propietario aprovecha el tirón del marketing para ponerle precio a su fama, pero los sobaos están muy buenos.
En todo caso, hay mil tiendas por todas las calles donde comprar buenas marcas de sobaos y de anchoas de Santoña, sin sobreprecio. Ya sabéis
Más Pistas
Lo que las guías no dicen
Uno de los lugares más visitados de Comillas es su cementerio. Tétrico y todo, la reforma del campo santo y el templo que se alojaba la realizó el arquitecto modernista Lluís Domènech i Montaner.
Conservó las ruinas del templo abandonado, pero diseñó la nueva fachada de acceso al recinto que hoy es Bien de Interés Cultural (BIC).
Cuando visitamos el bosque de sequoyas aún no estaban abiertas las pasarelas de madera que facilitarán la visita al mismo, pero tanto si lo están como si no, puedes hacer el camino surcando los senderos.
Te impresionará la robustez y altura de estos ‘arbolitos’ de hasta 100 metros. Impresionante.
Lo que no te puedes perder
El capricho de Gaudí (con visita interior incluida) y el bosque de Sequoyas. Estos árboles, originarios de California y Oregón, son variados en alturas y longevidad.
Precisamente el bosque con los mas altos y logevos (sempervirens) es el de Monte Cabezón, en el término municipal de Cabezón de la Sal y tiene una superficie de 2467 ha.
Plantada a finales de los años 40, ya cuenta con árboles que superan los 50 metros de alto-. Siempre oscuro por la densidad arbórea es de imprescindible visita
Comer
En Comillas es fácil comer menú de batalla porque hay numerosos locales que rodean a la Plaza Mayor que ofrecen ests platos del día, pero lo difícil es encontrar sitio.
Si no te queda otra que quedarte allí o te apatece pasar el dia completo no te descuides o reserva en cualquiera de los chiringuitos porque, sobre todo si sale un día de sol, la cosa se pone más que atestada.
Si ya lo has visitado y te queda tiempo para huir de las hordas de turistas que llegan en autocares (normalmente después de comer), vete en dirección al aeropuerto de Santander.
En media hora en coche encontrarás Villaverde de Pontones y el Cenador de Amós; una visita gastronómica ineludible si quieres saber ‘lo que es bueno’.
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