Lanzarote: ese maravilloso y oscuro objeto de deseo

Lanzarote es una de las Islas Canarias que no deja a nadie indiferente. O te gusta o la odias, sin término medio.

Su paisaje, casi lunar, contribuye a esta nube de opiniones, pero a nosotros nos encanta.

Y es que Lanzarote es una de las islas canarias más difíciles de entender desde el punto de vista paisajístico, aunque si César Manrique fijó aquí su residencia, por algo sería.

Con el viento como bandera

Su paisaje agreste no le gusta a cualquiera y su viento, a veces impertinente, puede generar rencores emocionales si es que no te deja ni leer un periódico en papel.

Sólo por admirar la fusión de colores que se presentan ante nuestros ojos en la carretera que lleva desde los Jameos del Agua al pueblo de Órzola, en el norte de la isla, ya valdría la pena visitar Lanzarote.

Es el único lugar del mundo en el que es posible ver juntos los colores de la lava, las dunas de arena blanca, el verde de las tabaibas y el azul del océano.

Un lugar al que es difícil poner ningún adjetivo menor que espectacular.

Timanfaya

Qué ver

Órzola

El final del recorrido es, como os hemos dicho el pueblo de Órzola, al norte, cercano al Mirador del Río, y es uno de los lugares menos concurrido por los turistas.

En este pueblo para secar los pescados los cuelgan de cuerdas como si fueran ropa.

Allí, en sus terrazas, mirando su minipuerto y los pesqueros, se puede tomar una buena vieja y cherne a la plancha con papas arrugás y sus mojos.

Se trata, en definitiva, de comer mirando el océano. No sabemos si se puede pedir mas.

Órzola, al norte de la isla

Mirador del río

Después, o antes, según cada cual, hay que realizar una visita al mirador siempre que no haya niebla, que, a veces, hay.

Desde allí, se divisan los acantilados, la isla de la Graciosa, enfrente del ‘famoso’ río, que es como llaman a la franja de mar que separa ambas islas.

Un «río» que engaña, puesto que aunque desde lo alto se ve tranquilo, como una balsa, es posible que abajo esté muy movido.

Nadie sabe por qué –seguramente por las corrientes-, pero el caso es que si te atreves a cruzarlo en barco, debes prepararte para lo peor, porque es fácil que encuentres un oleaje de aquí te espero.

Como veis, hemos comenzado el viaje por la isla desde el norte, pero si el día no está claro –en Lanzarote hay muchos climas distintos- es probable que tengáis que volver en otro momento en que el que la meteorología sea más favorable..

La carretera que conduce al norte combina lava, duna, verde y océano

Cueva de los verdes

En todo caso, en este recorrido de norte a sur y volviendo del mirador nos encontramos con la Cueva de los Verdes, que es visitable.

La cueva esconde un secreto maravilloso que no os podemos contar y que nadie que entre en ella puede revelar jamás.

Su visita merece mucho la pena, aunque tampoco esté entre las prioridades de muchos turistas que se la saltan para visitar los Jameos del Agua.

De hecho, hay un pasadizo (tubo de lava) que comunica ambas composiciones volcánicas y llega hasta el mar.  

Jameos del agua

De los Jameos del Agua, queda poco por decir que no se haya dicho sobre su extraordinaria belleza.

Salvo que tiene, como el resto de la isla, el sello inconfundible de César Manrique, un mito en las islas Canarias (y en Lanzarote, en particular) y escultor de estos parajes naturales.

Toda la isla fue diseñada por el artista y se nota en cada rotonda (donde hay esculturas suyas) o valla donde parece que hasta la última piedra hubiera sido colocada adrede para buscar una reacción en el visitante.

Jameos del agua

César Manrique

Pero, sin duda, lo más importante es cómo Manrique supo adaptarse y modelar la naturaleza del lugar respetando el espíritu de la isla y sus señas de identidad autóctonas.

Todo es obra suya salvo los jameitos, unos minúsculos cangrejitos blancos que viven en el agua de la cueva, y que tienen el mérito de haber sobrevivido a la riada de turistas que les visita día y noche (allí se organizan cenas).

Jardines y piscinas artificiales de la Fundación César Manrique

Teguise y Tahiche

Un poco más al sur, en el centro de Lanzarote, está la zona turística de Costa Teguise y también Tahiche, el pueblo al lado del cuál está el edificio de la Fundación César Manrique; una maravilla que tampoco te deberías perder.

En Teguise, los sábados ponen un mercadillo muy interesante que ocupa todo el pueblo.

Vista desde la Fundación César Manrique

Timanfaya y las salinas de Janubio

Viajando hacia la costa oeste nos encontraremos con uno de los lugares más visitados de la isla: el Parque Nacional de Timanfaya.

Antes, y como curiosidad, puedes acercarte a las las Salinas de Janubio y un poco más adelante y al oeste, se encuentra el Golfo.

Por debajo de Timanfaya sigue habiendo actividad volcánica

Se trata de una aldea, en la zona de Barlovento, donde se encuentra el mirador para divisar la laguna verde o Charco de los Ciclos que es el mejor lugar para hacer fotos.

Parque Nacional de Timanfaya

Charco de los ciclos

Dando la vuelta hacia el otro lado, se encuentra un parking y un camino para que, si quieres, y yo que tu querría, bajes andando hasta el borde de la laguna.

Es verde, preciosa, una maravilla y la playa (de lava) está llena de olivinas (piedra semipreciosa verde típica la isla)…si sabes verlas, claro. Es como comer pipas: un vicio.  

El Charco de los Ciclos

Hervideros

De ahí lo normal es acercarse a los Hervideros, unos acantilados espectaculares donde el viento por Barlovento sopla de lo lindo y se choca contra ellas y sus cuevas produciendo rugidos indescriptibles.

Date una vuelta por los senderos del acantilado, descansa –no cojas piedras que está prohibido- y empápate, nunca mejor dicho, con el agua que sube por sus chimeneas.

Aspecto de una parte de los Hervideros

Playa Blanca

Con respecto al sur, Playa Blanca, acoge la mayor oferta hotelera y lujosa del lugar.

Allí también está la única playa “decente”, la del Papagayo, a la que antes era difícil llegar, pero que ahora cuenta con una carretera transitable.

Playa del Papagayo

Más Pistas

Lo que las guías no dicen

Los ‘Hervideros’ y el ‘Charco de los Ciclos’ son un espectáculo de olivinas y explosiones del agua por los tubos de lava.

Las acantilados de Famara, al noroeste, albergan una belleza salvaje, poco visitados porque la carretera está sembrada de curvas, pero vale la pena darse una vuelta por allí.

Otra curiosidad es la ‘Geria’: zona de viñedos en la que puedes observar las vides hundidas en la lava y degustar los vinos de la zona: los malvasías blanco son los mejores.  

Piscinas naturales en los Jameos del Agua

Lo que no te puedes perder

La Fundación César Manrique, sin duda.

Hay visitantes que “se la saltan” porque piensan que es un casa corriente, pero encierra maravillas y en ella están reflejadas muchas de las ideas de este genio de la arquitectura conceptual.

Obviamente, no te puedes perder ni los jameos del agua ni las montañas de Timanfaya.

Comer y dormir

Los mejores hoteles de Lanzarote están en el sur, en Playa Blanca, y dos de sus estrellas son el Meliá Volcán, y el Princesa Yaiza, pero hay otros estupendos en esta misma zona. En la zona centro, el Costa Teguise es uno de los más apañaos.

Restaurante Lilium

En cuanto a comer, si quieres algo auténtico te recomendamos ir Orzola o a pueblos como Arrieta y Guatiza.

En ambos hay calles cuesta abajo, que van a dar al océano, en los que se pueden degustar pescados del día y papas arrugás a buen precio.

Además, otras recomendaciones son el restaurante el Mesón la Jordana, (los Geranios/Costa Teguise), Esencia (antes laTegala) (Yaiza), un tanto subido de precio (42/73 €), el Balagué (en Lagomar, Nazaret), que fue la casa de Omar Sharif y, sobre todo, Lilium, en Arrecife (25/40€) y El Risco,(30/45€), en Famara.

Fundación César Manrique desde el Exterior

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