Ruidera: con el agua en la memoria

Las Lagunas de Ruidera, en La Mancha…¿cuantas veces habremos oído y leído aquello de que el Guadiana nace en estas lagunas?

Sin embargo, los geólogos no se ponen de acuerdo en su verdadero orígen, en parte, porque aparece y desaparece entre aguas subterráneas hasta plantarse en los famosos ojos del Guadiana.

Pero sea como fuere, y tras este pequeño recordatorio geográfico, lo que está claro es que esta zona de Castilla La Mancha no sólo es un vergel y un respiro para el secarral de la comarca, sino también para la vista y los sentidos.

Enclave idílico

En las Lagunas de Ruidera uno puede plantearse pasar un día, un fin de semana o hasta unas vacaciones.

Y, si no, que se lo digan a los privilegiados que tienen casa cerca de ellas: plataformas para saltar al agua, piragüas, embarcaciones…

Por eso es lógico que la afluencia de visitantes se incremente a medida que avancemos hacia una climatología más benigna.

Y es que son un lugar tan bonito que la cámara de fotos no es capaz de atrapar tanta belleza.

Un ejemplo de lo decimos es el sorprendente color turquesa o verde esmeralda del agua.

Un color que no tiene nada que envidiar al de las calas marinas más idílicas.

De hecho, dependiendo de cómo se sitúe el sol, basta con sentarse y mirar los cambios que se producen sobre la superficie del agua. Así de simple.

Cómo llegar

Para llegar hasta Ruidera hay que adentrarse por la autovía de Andalucía (tanto si vas desde Madrid como si no) y llegar a la altura de Tomelloso.

Una vez en Ruidera, está señalizado el camino hacia el parque natural de las lagunas (no tiene pérdida) y a partir de allí se suceden las presillas, caidas de agua y remansos en los que recalar.

Tablas de Daimiel (con agua)

En casi todos ellos hay parking para dejar el coche, con pequeños caminos de tierra que llegan hasta la cercanía del agua.

Así que si quieres ‘hacer de dominguero’, también puedes: llevarte un «bocata» y/o tortillita de patatas y demás… y a comer a pie de la laguna.

Y para que el viaje sea completo, te aconsejamos acercarte hasta las tablas de Daimiel (imprescindible cámara de fotos y prismáticos), si es que tienen agua (que no siempre).

Fortaleza en el camino

Pero en medio de todo este vergel de agua y verde, hay una joya que no debeis saltaros: se trata del Castillo de Peñarroya.

El nombre se debe al vocablo derivado de las palabras peña roja o rubia, como se llama en los pueblos a lo pelirrojos.

Castillo de Peñarroya

El castillo está sobre un acantilado y muy cerca del pueblo de Argamasilla de Alba (junto a las lagunas).

Justo al lado del castillo se encuentra la presa de Peñarroya.

Algunos lo consideran, de facto, la entrada al parque natural de las lagunas, y desde ahí se empieza a ver el agua que os mencionamos antes.

El castillo

La entrada al castillo es gratuita y su historia dice que fue conquistado en el siglo XII a los árabes por la orden de San Juan.

La fortaleza tiene de todo, desde muralla accesible, hasta ermita interior con retablo churrigueresco y aljibe.

El pantano desde el castillo

En la ermita reposa la talla de la virgen de Peñarroya, como es natural, pero existe otra ermita exterior que está sobre el pantano y junto a la muralla, y data del siglo XVII.

Más visitas

Una vez que hemos realizado esta visita, lo mejor es coger el coche y dirigirnos hasta Daimiel para encontrarnos con las Tablas (si hay agua, volvemos a repetir).

Allí podrás recorrer sus pasarelas de madera sobre el agua y avistar fauna, sobre todo aves, que hacen escala para dirigirse a zonas más cálidas durante el invierno.

Presa de Peñarroya

Si aún no os habéis quedado satisfechos, podréis estirar un poco más el kilometraje para llegar a otra fortaleza; esta mítica, como es el castillo de la Orden de Calatrava.

Para ello tendréis que continuar hasta Aldea del Rey ( unos 50 km. al sur de Daimiel), pero seguro que nos lo agradecereis.

Castillo de la Orden de Calatrava

Este castillo y esta Orden religioso-militar tienen una curiosa historia que seguro que os interesará conocer.

Más pistas

Lo que las guías no dicen

El embalse, la ermita y el castillo se encuentran a unos 10 km. de Tomelloso, en la carretera que va de Argamasilla de Alba a Ruidera.

Ni se os ocurra ir por los pueblos, por mucho que os lo diga el GPS. Es mejor apurar la autovía de Andalucía hasta sus últimas consecuencias.

No hay muchas gasolineras para repostar, así que cuidado con el depósito.

Lo que no te puedes perder

La vista del embalse de Peñarroya y la presa desde el castillo medieval. Sería un pecado turístico no acercarse hasta él.

También os recomendamos la visita a la capilla y la contemplación de su cúpula, en forma de concha, y unas pinturas medievales que os encantarán.

No visitar las Tablas de Daimiel y no conquistar el castillo de los calatravo también sería otro pecado viajero.

Comer

En cuanto a comer, ahora la actualidad gastronómica se ha trasladado hasta Tomelloso, al restaurante Epílogo (28-60€).

Rubén Sánchez en Epílogo

Pero más allá del nombre del local, lo importante es que allí cocina el otrora chef de una joya gastronómica como fue el restaurante el Bodegón (en Daimiel).

Tras el cierre del local, el chef Rubén Sánchez, y su hermano Ramón, en sala, han trasladado su experiencia y buen hacer hasta Epílogo formando un tandem extraordinario.

Otras recomendaciones son Granero, en Quintanar de la Orden (35/45€); Azafrán, en Villarobledo (20-60€) y, sobre todo, por calidad precio, Las Musas, en Campo de Criptana (15-35€).

Un comentario en «Ruidera: con el agua en la memoria»

  1. Este reportaje es verdaderamente on respiro a la vista y los sentidos! Ya me gustaria hacer mi Dominguero con un bocata a la orilla de esas aguad Turqueza o verde Esmeralda! 🌎❤
    Felicitaciones Gastronomo y viajero por tan refrescante reportaje en estos tiempos actuales!!!😍👏👏👏👏🇪🇸

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