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José Carlos García es el restaurante -con permiso de Kaleja- más emblemático de Málaga.
Pero esta circunstancia no es casual porque el chef y propietario J.C. García, que dio sus primeros pasos ayudando a su padre en el antiguo Café de París, fue pionero en la zona portuaria.
Comenzó su andadura profesional estudiando cocina en la escuela de Hostelería de Málaga “La Cónsula”, pero su padre «le obligó» a completar su formación fuera de casa; en algunas de las mejores cocinas de España.
Tras este periplo decidió, en una apuesta arriesgada, abrir su propio local en solitario en el barrio de la Malagueta y, mas concretamente, en el muelle uno del puerto de Málaga.
Un puerto que, por entonces, estaba en plena transformación de las mercancías a los yates de lujo.
Y así lleva trece años y mas de 25 como cocinero en un entorno que se ha llenado de tiendas de recuerdos y restaurantes de comida rápida.

Un oasis
Este hecho conduce a la inexorable pregunta de si el restaurante JCG no se habrá convertido en un oasis en medio del desierto.
O dicho de otro modo, si no le han convertido en un extraño en su propia casa.
El tiempo lo dirá, pero está claro que la mayoría de los paseantes que circulan ahora por el paseo del puerto no son su público objetivo.

Y es que esta sucesión de locales y mamparas han convertido la zona en un hervidero de turistas/ paseantes que buscan un lugar en el sol del Mediterráneo, llenar la tripa y beber a todas horas.
Porque, amigas y amigos, Málaga sigue de moda y el flujo de turistas extranjeros -sobre todo de cierta edad- por sus calles es impresionante.
Y así las cosas, es preciso que la senda (o eso parece) que han emprendido las autoridades de la ciudad de hacer de Málaga un destino sostenible, se siga sin desvíos ni subterfugios.
Pero, volviendo al relato que nos ocupa, el restaurante de José Carlos García tiene un estilo sencillo y diríamos que imperecedero dentro de un local amplio, «con aire» por todos lados.

Sobriedad
Terraza, una cocina a la vista que es espectacular, una sala privada y un comedor con jardín colgante que hace de la experiencia culinaria que propone el chef sea un auténtico placer para los sentidos.
Aquí se viene exprofeso y rara vez de paso, pero quien llega hasta aquí sale con una cara de felicidad indescriptible por todo lo vivido con cada pase.
En este restaurante, JCG consiguió su estrella Michelin y aquí «marca su territorio» con cada elaboración que sale de sus fogones con producto de comerciantes locales muy seleccionados.

Terraza
Además, en pocos días y hasta septiembre, la terraza del restaurante se transformará en un oasis de lujo y distinción de la mano de la firma de champán francés Laurent-Perrier, de la que JCG es embajador en Málaga.
La idea es que los clientes disfruten de diferentes bocados de su gastronomía, como las ostras, unidas a las grandes referencias de champán que posee «la Maison francesa».
Así que para empezar, entre esa amalgama de sonidos, olores y gentío, a veces desagradable, que pasea o «invade» el paseo del puerto, sobrevive -menos mal- la propuesta del restaurante de JC García.
Un reparador silencio auditivo, en medio de una agradable melodía gastronómica exclusiva, en el interior de un restaurante de grandísimo nivel.

Dos menús
El restaurante dispone de dos menús degustación.
En el primero de ellos, el comensal disfruta de productos de estación y proximidad con seis aperitivos, seis platos y dos postres (159,50 € con opción de maridaje, 79 € mas).

El segundo menú, es el que lleva el nombre de José Carlos García, y consta de seis aperitivos, once platos y dos postres (235,50 €) y maridaje adicional (105 €).
Nosotros tomamos una versión más light, dado que era de noche, y el menú comenzó con varios toques de autor esperanzadores.

Entre ellos el polvorón salado con pipas de girasol, la paella crispy con ali oli, sorprendente, y el boquerón en vinagre, marca de la casa y con el que el chef también marca cierta línea tradicional..
Si esto no te parece sugerente y delicioso, más tarde llega una ensalada malagueña con bacalao y toques de naranja, y un increíble gazpacho de cerezas con granizado de pepino.
Aperitivos que completan con una zurraspa que, pese a su nombre, se adentra sin miedo en el proceloso mundo de la manteca colorá, con una pieza de lomo y gel de vinagreta y un golpe salino bizarro.

Y esta primera salva de aldabonazos sensoriales finaliza con un bizcocho de chorizo que sirve para desengrasar, aunque, en realidad, no hubo nada que desengrasar.
Todos los bocados fueron espectaculares, sin altibajos, como correspondería a una partitura diseñada por el mismísimo Mozart.

Tartaletas y tartar
Luego llegó una tartaleta de vieira y gel de limón, amén de una cuantas especias frescas.
Sedosa, elegante, increible…y a continuación tartar de quisquillas, miso y ajo frito con frambuesas, crujiente de algas y base con leche de tigre a base de coco y lima, entre otros ingredientes, que nos robó el corazón.
En este punto hace su aparición el pan -artesanal, por supuesto- y el de calabaza nos conquista al primer bocado, a los que se suman la mantequilla de lima y eneldo.
Y ya veis de que palo va todo esto: una pasada en todo su esplendor.

Conquista
Pero que queréis que os digamos, si la vichyssoise de coliflor, huevas de salmón, yema cocida y espuma de estragón no os transporta al séptimo cielo…

….o eres una/un zombie o estás muerta/o.
Luego llega un ravioli de cigalas con foie y espuma de setas, nuevamente inclasificable.
Y a estas alturas del menú, puede parecer mucha cena, pero no, porque los platos son tan sutiles que no resultan cansinos, sino todo lo contrario.

Pescado
Entonces hace su aparición, como una princesa en un baile de gala, una lubina con piel y una salsa a base de citronela y eneldo.
Nada que adjetivar sin repetirnos como si fuéramos morcillas. Solo decir que el sabor cítrico del fondo nos cautivó.

Esto estaba llegando a su fin y no queríamos que se acabara.
En otros lugares, a veces preguntamos cuantos platos quedan porque estamos llenos, pero aquí nos mantuvimos en silencio.
El Canelón de carrillera a baja temperatura en realidad era un bloque de carne con textura de seda con cebolleta, arándanos y apionabo.

Era introducir el tenedor y se deshacía sin desmoronarse, como una carrillera «James Bond», deschecha, pero no desmoronada.
Mojito y pipeta
Dos postres. El primero, un mojito con melon osmotizado y el segundo calabaza, con helado de yogur, gel de calabaza y aceite de oliva en esferas.

¿Que como estaba? Ya dijimos que se nos acabaron los adjetivos. Top; absolutamente top.
En resumen, una experiencia espectacular de verdad -no las de boquilla- con la seguridad de que en cada plato está impresa la voluntad malagueña del chef.
Ah, se nos olvidaba, el servicio y los vinos, con Darío (romano-napolitano) como jefe de sala y sumiller, magníficos…como no podía ser menos.









Nuestro menú
Código de colores 📕Mejorable 📙Aceptable 📗Bueno 📘 Excelente
Aperitivo 📘 | POLVORÓN SALADO CON PIPAS DE GIRASOL, PAELLA CRISPY CON ALI OLI y BOQUERÓN EN VINAGRE. |
Apertivo 📘 | ENSALADA MALAGUEÑA CON BACALAO Y NARANJA, GAZPACHO DE CEREZAS, ZURRASPA y BIZCOCHO DE CHORIZO. |
Plato 1📘 | TARTALETA DE VIEIRA Y GEL DE LIMÓN |
Plato 2📘 | TARTAR DE QUISQUILLA, MISO Y AJO FRITO |
Plato 3📘 | VICHYSSOISE DE COLIFLOR |
Plato 4📘 | RAVIOLI DE CIGALAS CON FOIE |
Plato 5📘 | LUBINA EN SALSA DE COCO |
Plato 6📘 | CARRILLERA A BAJA TEMPERATURA |
Potres📘 | MOJITO CON MELÓN OSMOTIZADO Y CALBAZA CON HELADO DE YOGUR |