Si hay un viaje gastronómico que contenga todos los ingredientes necesarios para que sea casi perfecto, ese viaje debe incluir a la villas de Arévalo, Coca y Olmedo…y el restaurante Siboney.
A solo media hora de distancia entre ellas, es el plan perfecto para un fin de semana, para ir con niños o para una escapada de ida y vuelta.
Eso sí, para que la experiencia sea ‘religiosa’, hay que hacer una parada obligada en el asador-museso Siboney, donde se come uno de los mejores cochinillos asados al horno de leña de España.
No es la primera vez que pisábamos Arévalo (Ávila), ni seguro será la última.
Ni tampoco la primera vez que nos asomábamos al peculiar salón del mesón (museo) y asador Siboney para probar uno de los mejores cochinillos asados (si no el mejor) que se puede disfrutar hoy en España (con permiso de Mario Sandoval, claro).
Arévalo
Y es que los individuos siempre intentamos poner límites a lo que la naturaleza ya ha delimitado de forma natural.
Y me refiero al lugar (geográfico) en el que se encuentra Arévalo. Auténtico cruce de caminos, está a poco más de una hora de Madrid, pero a menos de 40 minutos de Valladolid, Salamanca, Avila y Segovia.
Así que será por esa cercanía territorial por lo que aquí el cordero (lechal) y el cochinillo no tienen nada que envidiar a los afamados de Ávila y Segovia, respectivamente, y será por eso, también, que Arévalo, villa de gran calado histórico, fue el pueblo en el que pasó sus años mozos la reina Isabel ‘La Católica’.
Olmedo y Coca
Además en esta propuesta de viaje gastronómico, también os aconsejamos la opción de completar el día con una visita a Olmedo (Valladolid) y otra al Castillo de Coca (Segovia), ambas a menos de media hora en coche desde Arévalo.
Por eso lo más razonable, si el viaje es de una jornada, es visitar primero el castillo de Coca, luego Olmedo y finalmente Arévalo.
Otra opción es ir primero a Coca, luego a Arévalo con parada en Siboney a comer, y continuar por la tarde, hasta que se quite el sol, para ver Olmedo.
Pero cada uno puede combinarlo como mas le guste o convenga
Gótico y mudéjar
El castillo de Coca o de los Fonseca, en honor al arzobismo de Sevilla que lo mandó construir en el siglo XV, es considerado una de las muestras más hermosas de arte gótico-mudéjar español.
Luego pasó a manos de la casa de Alba y ahora pertenece a Patrimonio Nacional.
Su estructura en ladrillo es espectacular y sus almenas se pueden escalar, así que aquí os podeis sentir como si viviérais hace seis siglos.
El mirador, la torre del homenaje, la sala de armas….y las vistas. Todo es de primea, pero, cuidado que cierran a las 18h. el interior y a las 18,30 el castillo entero.
Además, en Coca se puede visitar la puerta y la muralla medieval (un trozo), los verracos vettones, la casa de la villa, la torre de San Nicolás y al otro lado del río Eresma, la fuente de los cinco caños, la domus romana y la ermita de Santa Rosalía.
El Caballero
A media hora de camino, como se ha dicho, podéis poner rumbo a Olmedo, la famosa villa que debe su nombre a la gran cantidad de olmos que crecían a su alrededor.
Aquí se libraron feroces batallas entre castellanos y aragoneses con Juan II y Pedro el cruel como protagonistas de muchos de estos lances, aunque, al final, fuera en 1467 cuando el infante Don Alfonso la reconquistara para que un año mas tarde la reina (entonces princesa) Isabel se hiciera con su control.
Sin embargo, no se puede ocultar que fue el teatro de Lope de Vega en el Siglo de Oro, y su famoso ¡Caballero de Olmedo! el que relanzó la fama del pueblo.
De hecho, una de las visitas obligadas es el Palacio del Caballero de Olmedo en el que se relatan mediante la ayuda de hologramas y actores los amores entre don Alfonso y Doña Inés, y su fatal desenlace.
El museo merece la pena, pero es preciso comprobar los horarios de los pases de las distintas funciones para ir ‘a tiro hecho’.
Otro de los lugares indispensables de Olmedo es su Parque Temático del Mudéjar que reúne miniaturas y réplicas arquitectónicas (a tamaño enano) de algunos de los monumentos más emblemáticos de Castilla y León; entre ellos los castillos de Coca y el de Medina del Campo en los que se puede entrar, incluso.
Ideal para ir con niños, varios trenes eléctricos también en miniatura y fuentes salpican un recorrido gracioso y sorprendente.
En Olmedo, la plaza mayor no tiene interés alguno, pero sí la muralla y el arco de San Miguel, la iglesia de la Trinidad del siglo XIII o la Torre del Reloj, entre otros monumentos.
Siboney connexion
Así es como, por fin, se llega a Arévalo.
Una excursión que se completa con su preciosa plaza de la Villa y el Castillo y en la que uno de los hijos del pueblo, ahora afincado en Estados Unidos, Javier Lumbreras, está diseñando un museo.
Este museo alojará su colección particular que se ubicará en al antiguo colegio de los jesuitas (iglesia de san Nicolás) que se está reformando para recibir las obras de la Fundación Lumbreras-Adastrus que con sedes en Nueva York, México y Miami, cuenta con unas quinientas obras en su patrimonio y que probablemente abrirá sus puertas em 2018.
Curiosamente, Javier Lumbreras es amigo de otro Javier, en este caso Rodríguez, éste último propietario del asador-museo Siboney y, además, anticuario de pro.
Rodríguez prepara en el horno de leña de este emblemático restaurante de Arévalo uno de los mejores cochinillos que se pueden tomar hoy en España.
Aparte de comprobar que el chef y propietario sigue llenando su local y que eso muestra que no ha perdido músculo gastronómico, lo cierto es que la cocina que practica es que la se espera de Arévalo: sin complicaciones, basado en los productos de la tierra y ejecutados con precisión.
Suflado
Es el caso, por ejemplo, de la morcilla, sin gota de grasa añadida o de los riñoncitos de lechal a la plancha; una auténtica delicia incluso para los que no somos muy proclives a la casquería.
No probamos, por decisión nuestra, las mollejas de lechazo churro rebozadas con ajos fritos y luego nos arrepentimos de ello porque tenían una pinta sublime.
Pero, claro, siempre hay que postrarse de hinojos, si el plato elegido es el cochinillo asado en horno de leña.
Con la corteza suflada o sufleada, es un auténtico manjar. Inigualable por textura, sabor y punto de salinidad no lo hay mejor ni en los afamados asadores de Segovia.
La experiencia que es única, ya de por sí, se convierte en inolvidable si se acompaña de un tinto Dehesa de los Canónigos crianza 2012.
Si hay una llave para una cerradura gastronómica, ésa es este vino y este cochinillo. No hay matrimonio mejor avenido y Javier Rodríguez lo sabe.
Aparte de la refrescante ensalada que sirve, entre otras cosas, para combatir la inexistente grasa del cochinillo, en la carta también podemos elegir con total garantía el lechazo o el chuleton de ternera avileña.
Todos con IGP (indicación geográfica protegida), que es algo así como la D.O.de sello de máxima calidad y carnet de identidad de los productos agricolas y, sobre todo, las carnes.
Los postres, caseros por supuesto, también son un desafío para los sentidos. Todos están buenos, pero lo que se dice sublime, está el flan de queso y más que sublime, celestial, una leche frita que resucitaría a la mismísima Isabel la Católica.
Bien por Javier y bien por Siboney, que sigue siendo santo y seña de Arévalo y de una manera de entender los asados y la materia prima que otros no tienen.
Hasta aquí os hemos contado la historia. La leyenda comenzará cuando vayáis y lo probéis. Es así.