¿Por qué cambiar París por las pa-ta-tas?

La enésima ‘boa’ del año

El mundo de la información, ¡qué digo!, la vida misma, está llena de frases hechas, de vaselina con tufo y de neuronas que huelen a naftalina. Son como los comentarios que hacen en algunos programas del corazón, melosos y más pringosos que la miel, ¿a que sí corazones?

Ahora nos amenazan con otra boda del año: la Kate Middleton y el príncipe Guillermo. Otro cuento de hadas; otra princesa del pueblo (distinta a Belén Esteban, eso sí) que hizo su sueño realidad, como el eslogan de los hoteles Bahía Príncipe. Un calco de Lady Dí, pero en morena.

Con cierto aire canalla, esta nueva princesa pasó de despertar morbo y hasta repulsa entre los hijos de la Gran Bretaña, sobre todo por ser un poco descuidada a la hora de enseñar su ropa interior, a ser el calco de la añorada Diana de Gales. Todo en la pre, boda y post boda –la chica debería estar hasta el moño si no fuera un poco trepa- están relacionadas con la extinta princesa y creo que la nueva musa británica imita hasta los gestos de la malograda Diana.

Temeroso, como soy, del frikismo, espero una avalancha de informaciones inverosímiles y fátuas (vacías) sobre el enlace matrimonial y seguro que, aunque no lo quiera, me enteraré incluso de lo que desayunan los canes de los príncipes el día después o la marca de detergente que utiliza el servicio para adecentar sus gallumbos plebeyos.

Lo único bueno es que al enlace no irá Zapatero, aunque sí su doble, Mr Bean, por lo que se han librado del gafe. Tampoco han sido invitados los últimos primeros ministros laboristas, no vaya a ser que se les pegue algo –por lo de laborar-, aunque sí Margaret Thatcher y John Major. En todo caso, no faltaran a la cita la cantante que actuó en el homenaje a Lady Di, su peluquero, ni su gran amigo Elton John. (pobre Kate, debe tener ya los pelos como escarpias).

Lo más curioso en la enésima boda del año, que nos saldrá por las orejas, es ver cómo los invitados –aunque Sarkozy no acuda al enlace- no hacen sino repetir la palabra París una y otra vez. ¿París? Ah, perdonadme, es que no os lo había contado… Resulta que ahora los fotógrafos invitan a sus fotografiados a que pronuncien la palabra París para que salgan en las fotos con morritos como Mike Jager, versión inglesa, o Sáenz de Buruaga, versión española.

Así que ya lo veis, el glamour también ha llegado a las fotos. En España se decía pa-ta-ta, pero desde que Victoria Beckham proclamó que nuestro país olía a ajo, ya nada es lo mismo. Los fotógrafos nos obligan a decir París para salir monos –algunos salen tal cual- en las fotos y a los guardias civiles les acosan las patrulleras gibraltareñas, aunque vayan a detener a narcotraficantes, porque huelen a ajo que apestan.

Es lo que hay. La crisis nos ha descapitalizado hasta el alma. Y ahora una ‘boa’ inglesa nos amenaza con comernos la poca voluntad que nos queda. Me gustaría ver qué pasaría si Pedro Alonso hubiera anunciado el descubrimiento de una vacuna eficaz contra la malaria. ¿Os lo cuento? Dos minutos en un telediario y un comentario de Belén Esteban o algún científico similar. Somos lo que comemos…por televisión.

2 comentarios en «¿Por qué cambiar París por las pa-ta-tas?»

  1. Sigue así, no pares!!!!
    Eres una alternativa fantástica!!! jajajaja
    vivan las pa-pas y el ajo!!! y sin dudarlo, SOMOS LO QUE COMEMOS!!!

  2. A mí además es que con estas cosas me sale la vena republicana y no entiendo que la gente no monte una guillotina en medio de Hyde Park y termine con tanto circo real. ¿Para qué sirven las princesas? ¿Alguien lo sabe? El último párrafo es redondo. Cuantísima razón.

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