Petra: la joya que los Nabateos convirtieron en ciudad

Petra es la joya de los Nabateos, la antigua tribu que vivió en la ciudad de los mil pasadizos y lugar de paso de todo el comercio oriental.

Y es que el Siq o sendero que atraviesa paredes prácticamente verticales de piedra rosada y que conducen hasta la antigua ciudad de Petra, en Jordania, te traen a la memoria la película de Indiana Jones y la Última Cruzada.

Pero nada tiene que ver la ficción con la realidad. Porque Petra, como ocurre con Venecia o Florencia, es el típico lugar que nadie debería perderse.

Por eso, y por si jamás pisas las tierras nabateas, aquí teneis este reportaje para que os traslades allí aunque sea con la imaginación.

El siq que conduce a la ciudad de Petra

Mil años enterrada

En verano hace un calor de espanto, y en invierno, más que fresco, así que las mejores épocas para visitarla son primavera y otoño.

Lo primero que llama la atención de esta bella ciudad es que, hasta que no estás encima de ella, nadie podría sospechar que un terreno tan árido y
pedregoso puediera albergar en sus entrañas una de las maravillas del mundo.

De hecho, estuvo enterrada durante mil años y no fue redescubierta hasta 1812.

En 1985, el Gobierno jordano decidió realojar a la familias beduinas que vivían allí, en la aldea cercana de Um Seyhun.

En la entrada, casi siempre atestada de turistas (unos 3.000 diarios), apenas hay unos tenderetes de vendedores de recuerdos y de alquiler de coches y caballos.

Qué ver

Llegada por el Siq

A Petra se puede entrar de muchas maneras: subidos en una especie de calesa, a caballo y andando.

El trayecto hasta alcanzar la ciudad es largo, pero caminar es lo más interesante y aconsejable para apreciar la obra de los nabateos: un pueblo árabe nómada del siglo II a.C. que excavó la ciudad en la pared de un acantilado.

El Siq, el pasillo o desfiladero que conduce hasta la ciudad, fue no sólo un sistema de cobro de peaje para las carabanas de mercaderes –en algunos lugares es tan estrecho y sinuoso que no pasa un carro–, sino que en su parte superior, las paredes cuentan con unas marcas que, en realidad, eran las canalizaciones de agua para un lugar tan seco.

Vamos, el acueducto de Jordania diseñado en medio del desierto y esculpido en piedra rosada.

Piedra rosada

Petra está esculpida en roca arenisca rosada y cuenta con cerca de 800 monumentos, por eso aunque haya mucha gente visitándola a la vez, es todo tan inmenso que es impensable sufrir agobio.

De todos los monumentos, los más emblemáticos son el Tesoro (Khazneh) y, sobre todo, el Monasterio porque, para apreciar su belleza, el visitante tiene que subir nada menos que 1.000 peldaños tallados en piedra… y no es fácil, os lo aseguro.

El Tesoro

El suizo Johann Ludwig Burckhardt fue el explorador que descubrió Petra para los europeos en 1812.

Tal fue la impresión que la causó la ciudad, que se quedó a vivir allí con los beduinos y hasta se convirtió al Islam.

El Tesoro (en árabe, Al-Khazneh) aparece, de repente, entre las serpenteantes paredes del desfiladero.

Y ese momento mágico, por el que todo el mundo sin excepción, suelta un !Ohhh!!! de admiración, justifica, por si mismo, que Petra sea consideraba una de las 7 maravillas del mundo.

El edificio es una tumba real construida en el siglo I a.C. por los nabateos en estilo heleno, y hay muy diversas teoría sobre por qué se llama tesoro, aunque lo más probable es que se tratara de una tumba real.

Tiene 43 metros de alto y 30 metros de alto, pero su interior está vacío. Así que lo más bonito fue lo que viste desde el exterior: sus dos plantas y seis columnas

Entrada al Tesoro

El Monasterio

Subir al Monasterio es otra cosa ya que hay que escalar más de 1000 peldaños resbaladizos e irregulares.

Por eso podrás ver a gente sentada en el suelo, a mitad de camino, a punto de «echar la pota» e intentando coger un aire que no existe.

La subida es dura, dura, durísima. Por eso, algunos turistas (sobre todo yankis) van en burro. ¡Como lo estais leyendo¡

Burritos a los que los dueños dan palos y palos (los pobres) para que suban en sus lomos a petardos que pesan 100 kilos. Vaya barbaridad.

Al llegar a la cima cuesta recobrar el resuello, pero el esfuerzo tiene recompensa.

Subir al monasterio implica una durísima subida de mil escalones

Aparte del propio templo, cómo no, tallado en piedra, desde allí se ven los altos del Golan y parte de Israel.

Allí hay que pararse un rato, asomarse a las puertas del desierto y preguntarse cómo es posible que los nabateos fueran capaces de subir hasta allí, y cómo construyeron desde la misma piedra; sobre las mismas paredes.

Anfiteatro Romano

Abajo, en la explanada de la ciudad, aparte del Tesoro, que es el primer edificio que te encuentras nada mas atravesar el Siq, también hay restos de otras construcciones como el anfiteatro romano, con un aforo para 800 personas, y el templo de los Leones Alados.

Porque Petra, por si no lo sabíais, también estuvo ocupada por romanos y árabes.

Restos del anfiteatro romano

Ammán

Digan lo que digan las guías, Ammán, la capital, no tiene mucho que visitar salvo una ruinas romanas y poco mas.

Eso sí, es un experimento sociológico extraordinario, ya que puedes comprobar cómo vive la gente.

Te extrañará (supongo) que los hombres caminen siempre delante de
las mujeres -para dejar claro quien es el macho- , y que ellas carguen con todos los bultos que haya que transportar, más los niños, si los hubiera…y hasta la lavadora.

También es curioso que las casas no están terminadas para que los hijos que se contraigan matrimonio puedan construirse un piso encima.

Asimismo, te sorprenderá que la carretera por la que se llega a Petra (150
km) -dicen que es una autopista- parte de la ciudad costera de Aqaba, atraviesa el país entero y fue financiada por el extinto Sadam Hussein.

El objetivo era tener un puerto desde el que trasladar su armamento.¡La leche!

Más Pistas

Lo que las guías no dicen

Si vas a visitar el Mar Muerto, como ampliación del viaje, no olvides que la alta salinidad del agua hace que el cuerpo flote.

Así que ni se te ocurra tirarte de cabeza al agua o abrir los ojos, porque se te pondrán rojos como tomates y no podrás abrirlos en ocho horas..

Si vas a pasear de noche, ten en cuenta que suele refrescar.

Además, no es por desanimarte pero si has contratado un viaje combinado con Israel, ten paciencia porque el paso hacia este país es tortuoso.

Allí se ve que el conflicto árabe-israelí sigue candente, y esa una zona «polvorín».

La consecuencia son controles exhaustivos y mucho tiempo de espera en el Puente Allenby cerca de Jericó, a unos 40 km. de Jerusalén.

Lo que no te puedes perder

Hay mil lugares que no hay que perderse, aunque las distancias son largas y las carreteras malas.

Entre las recomendaciones están el desierto de Wadi Rum, la ciudad romana de Jerash o el golfo de Aqaba .

También es interesante viajar hasta el pozo de Lawrence, por las vistas desde allí son impresionantes.

Cerca de Ammán, te recomendamos el castillo Omeya de Qsar Amra,que es el mejor conservado del desierto.

Dormir

Wadi Musa, pueblo cercano a Petra, dispone de una amplia oferta hotelera, pero el hotel más bonito, si te lo puedes permitir, –recuerda un antiguo poblado– es el Taybet Zaman.(ahora de la cadena Hyatt).

Las habitaciones, completamente árabes, parecen (y son) caballerizas.

Habitación doble del hotel Zaman

Su restaurante al aire libre es idóneo para charlar, tras una buena cena y con una taza de té, acerca de porqué los israelíes cortan el agua del río Jordán cada vez que se enfadan con los árabes y palestinos, para que estos pasen «una sed de perros«. ¡C’est la vie!

 

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