Palacio Da Pena, la historia de Portugal en un jardín

Dicen que Sintra es la ciudad (portuguesa) del romanticismo porque muchos escritores y artistas de finales del siglo XIX la nombraron en sus escritos, novelas, pinturas o partituras y reflejaron esas impresiones bucólicas. Castelo Branco, Eça de Queirós, António Nobre y Fernando Pessoa, entre otros ilustres, hasta el compositor Richard Strauss que quedó fascinado cuando vio el Palacio de la Peña (Palacio Da Pena) hasta afirmar que  Es lo más bello que jamás he visto. Éste es el verdadero jardín de Klingsor y, allá en lo alto, está el Castillo del Santo Grial«.
Torre del reloj
Sin embargo, Sintra también tiene algo de inquietante. De hecho, allí se han rodado algunas películas de terror, porque el boscaje frondoso y espeso que rodea su sierra, le impregna de un misterio que no se le escapó a Aleister Crowley, un místico mago inglés, cuando la definió como el lugar ideal para el ocultismo.
Sea mística o romántica, la visita a Sintra (cerca de Cascais y Lisboa), es obligada. ¿Muy turística? nadie lo puede negar. ¿A veces masificada? Depende del día que vayamos, así nos puede parecer. ¿Bella? Siempre.
Tritón de la puerta

Y dentro de esta belleza, uno de los símbolos y monumentos más visitados es el Palacio Da Pena o Palacio de la Peña. Entre las siguientes líneas vais a ver fotos inéditas -está prohibido hacer fotos- de su interior que solo están reservadas a periodistas con permiso especial, como era nuestro caso. Pero, además, pretendemos que llegueis a comprender la belleza que atesora este edificio romántico del siglo XIX portugués que se encuentra en la freguesia de São Pedro de Penaferrim en la ciudad de Sintra y fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1995.

El responsable de que hoy podamos visitar esta maravilla fue el príncipe Fernando II de Portugal, quien ordenó la construcción del palacio de la Peña en 1836. Católico de origen alemán, se enamoró de la zona de Sintra en una excursión que realizó junto a su esposa María y, sobre todo, de las ruinas de un antiguo monasterio, devastado a raíz del terremoto de 1755, que había sido de los frailes jerónimos y fue construido, originariamente, por el rey Juan II y transformado, por el rey Manuel I, que ordenó la reconstrucción del monasterio en honor de Nossa Senhora da Pena.
Puzzle de estilos
Fernando de Sajonia (Fernando II) adquirió el monasterio en 1838 y, junto con este, la enorme propiedad de la montaña de Sintra, dentro de la cual se encontraban diversas villas, además del también llamado Castillo de los Moros (Castelo dos Mouros) que se divisa desde las almenas del Palacio da Pena.
Una de las consecuencias de la laboriosa reconstrucción del Palacio es que dejó un mosaico de estilos manuelino, neogótico, neoislámico, neorenacentista, además de un magnífico parque inglés (ya se sabe que los portugueses siempre han sido muy británicos, en parte para defenderse de los españoles).
Interior del palacio

Desde un punto de vista arquitectónico, el palacio se divide en cuatro áreas: el exterior con la muralla -que se puede recorrer a pie- y dos puertas, una con puente levadizo; el convento, que está en la parte más alta de la colina y está rodeado de almenas y la rojiza y vistosa torre del reloj; el patio de los arcos (moriscos) frente a la capilla y el palacio propiamente dicho con su baluarte cilíndrico y su interior decorado con estilo catedralicio.

Al convertirse en residencia de verano de la familia real portuguesa, muchas de las estancias recuerdan esa época, y pueden resultar excesivamente recargadas. Hay gente a la que no le gusta este palacio porque lo ven ‘demasiado artificial’, recargado o, simplemente, estridente, debido a la variedad de estilos y colores que pueblan sus fachadas y edificios, pero, en realidad, es un puzzle maravilloso que no deberías perderte por nada del mundo. Por eso te recomiendo que no dejes que te lo cuenten y hagas tuyos esos juicios -algo muy español-. sino que vayas y lo veas por ti mismo.
Una de las imágenes que más llaman la atención es la figura que hay sobre uno de los arcos de entrada. Un ser híbrido medio-pez medio-hombre, saliendo de una concha, con una cabeza cubierta por cabellos que se convierten en un tronco de parra, cuyas ramas están sujetadas por los brazos del personaje. ¿Un Tritón demoniaco? Parece ser que la figura es alegórica de la creación del mundo. También llaman la atención el revestimiento de las paredes con azulejos hispano-árabes y los tonos ocres/amarillos en contraste con el rojo profundo de la torre del reloj y las diversas garitas repartidas por terrazas de distintos niveles desde las que se contemplan panorámicas distintas del Palacio e, incluso, de las playas cercanas.
Como el palacio se construyó a partir de la capilla de Nuestra Señora de la Peña, el edificio está a distintas alturas y las torres y los baluartes tienen unos anillos en su exterior o en la superior que forman caminos para hacer la ronda y bordear todo el edificio.
Otra cosa en la que os debeis fijar cuando vayais es en la escalera de caracol que conduce al claustro, ya que cada columna de la arcada es de piedra y distinta una de otra. Alrededor del claustro es donde están las habitaciones más notables del palacio.
Vista del castillo de Mouros desde el palacio
Todas las torres, menos la del reloj, poseen cúpulas. Los temas de inspiración escogidos fueron principalmente la arquitectura morisca y mudéjar de España y casi todas las obras manuelinas de Estremadura, entre las que se encuentran: la Torre de Belém o Los Jerónimos.
En todo caso, cuando te sientas abrumado por tanta belleza acumulada, solo tienes que salir a alguna de sus almenas, que, según ubicación, darán paso a la vista de la sierra y el castillo de los Moros, o a la costa, y verás romper las olas en los acantilados. En cualquier caso, una visión extraordinaria y una visita para disfrutar de lo lindo.
Vista de la playa desde un baluarte del Palacio
MAS PISTAS
LO QUE LAS GUÍAS NO DICEN
No es fácil encontrar un buen lugar para comer en Sintra. Ese enfoque turístico a veces le resta calidad, pero el negocio es el negocio. Al palacio se puede subir a pie, y si eres aficionado al senderismo, podrás acceder a él por caminos señalizados; eso sí, todos cuesta arriba. También se puede subir en coche hasta mitad de camino y, desde allí, tomar el autobús verde (que tambien tiene su gracia) y te sube hasta la puerta o hacerlo a pie. Depende del día elegido, puede haber cola para sacar las entradas, así que paciencia. 
Colores y estilos distintos

LO QUE NO TE PUEDES PERDER

Castelo dos Mouros
Aparte de visitar el Palacio da Pena, es fantástico hacer ‘la ronda’ por las murallas y detenerse a mirar en cualquiera de los rincones. En uno de ellos, el que da al este, verás el castillo de los Moros al que debes ir, porque si no lo haces nunca sabrás si merece la pena o no. No dejes de probar las queijadas, que es el dulce típico de Sintra: quesadillas que se elaboran a base de queso fresco. La mejores -con tradición artesana de siglos- son las de Sapa. Solo tienen una tienda y está en la subida al centro histórico de la villa. También son famosos los travesseiros que recuerdan  a las corbatas de Unquera, pero con la diferencia de que el hojaldre contiene una fina crema pastelera aderezada con almendras. La famosa pastelería Piriquita, también tiene otros dulces como los fofos de Belas o las nozes douradas.
La cocina del Palacio

COMER

Debido a su particular situación geográfica, la gastronomía de Sintra cuenta con carne y pescado. Desde el cerdo al cabrito, pasando por la ternera, hasta el pulpo, los mejillones y los percebes. Uno de los mejores restaurantes por calidad precio es el Cantinho de S. Pedro, en la plaza de D. Fernando II, rústico y bueno.Pero si quieres algo más elegante, entonces el lugar elegido debe ser el Four Seasons, en la Rua do Parque, a 11 km. A una distancia parecida, en Cascais, está el Reijos, en la Rua federico Arouca 360 y si quieres

estrella Michelin pues la opción es Fortaleza Do Guincho, pero el menú se irá facilmente a los 80 euros. Cerca de ahí y más comedido en precio se encuentra el Furnas do Guincho y, sobre todo, el Os Arcos, en Rua Costa Pinto 47, PaÇo de Arcos, con sus comedores con vista al mar y precios medios de 30 euros.Ya en Lisboa is recomendamos el Solar dos Nunes, Rua dos Lusíadas 68-72; el emblemático Tavares aunque haya bajado un poco de nivel, y, sobre todo, el Belcanto, en el Bario Alto, que es el estrella Michelin del chef José Avillez; el Tágide, su sala principal goza
de cierto encanto, pues se decora con bellos azulejos portugueses y desde luego, el  D’Avis, Rua do
Grilo; Barrete Saloio, Rua Luís
de Camões 28, Bucelas  y O Arrastrao, en Alcohete, en los que se puede comer de fábula por 20-25 euros.

 

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