Tiene un suelo de hormigón pulido a mano con incrustaciones que evocan recuerdos de la niñez, de viajes, de vivencias; una puerta restaurada que data de hace cien años y una cocina de las que llegan al estómago y al corazón.
Me refiero al ‘nuevo’ restaurante La Sopa Boba, que dirige Fernando Limón en Alpedrete, un pueblo cercano a Madrid.
Esta es la segunda ubicación del restaurante, ya que hasta pocas semanas era referencia en otro pueblo cercano a éste, Guadarrama, que Fernando ayudó a prestigiar con su cocina.
Aunque aprendió los entresijos de la cocina con Paulino (Casa Paulino, Madrid), este extremeño de nacimiento guarda grandes recuerdos de sus escapadas a otros lugares de España para adquirir las habilidades que ahora pone al servicio de sus clientes. Entre ellas cabe destacar su paso por al Aula Choco Vic en el que intervenían los hermanos Adriá.
Todo es especial en este restaurante de primera división con precios razonables. Desde los platos de carne de animales exóticos como el avestruz o el canguro, a que la carta esté hecha a mano (tal cuál) y las novedades vayan pegadas a ella con un poss-it. En el forjado del suelo te puedes encontrar una medalla china, unas gafas de sol o los restos de un Scalextric: un lugar curioso y rompedor que es, a la vez, muy agradable por la luz que proyecta en su interior y el blanco ibicenco de sus paredes.
Pero si el ambiente causa sorpresa, la comida entusiasma. Este restaurante es otro ejemplo -y ya llevo unos cuantos- de negocio que necesita reconocimiento en forma de soles repsol, aunque no tenga manteles de hilo (ahora son de hule blanco, pero los van a cambiar) sobre las mesas, ni una carta con un menú degustacion de 36 platos algunos, muchas veces,difícilmente comestibles. En fin, cocina cercana y con sabor, no exenta de innovación y autoría tanto en la forma y en el fondo como ocurre con las sardinas ahumadas y marinadas con guacamole, realmente exquisitas, o el pulpo ahumado con puré de patatas rojas trufado, que sirven cautivo en una campana de cristal para que el ahumado redondee su extraordinario sabor hasta el ultimo aliento; aliento que es, en realidad, el penúltimo cuando unes el puré de patatas con sabor a trufa: un plato extraordinariamente sabroso y evocador, según mi opinión.
También están riquísimas las croquetas rellenas de calamares en su tinta. Tan compactas por fuera y suaves por dentro, que deberían bautizarlas en carta con el nombre de croquetas black velvet (terciopelo negro).
Antes o después llega el tartar de atún que lleva gelatina de soja, wasabi en polvo, fresa liofilizada, gengibre, huevas de salmón, sorbete de yuzu,brotes de rabanillos…el plato es tan bonito y colorido que da pena comérselo, pero le falta algo de ligazón entre sus componentes; ese elemento que hace que cosas dispersas en un plato se fundan en la boca.
Aunque el restaurante, y así lo pide mucha gente, tiene un amplio repertorio de carnes exóticas como el canguro o el avestruz, yo me decanté por un pescado: el jugoso y socorrido pez mantequilla; ese japonés que se ha puesto de moda, y también probé el secreto ibérico con alcachofa, calabacín, puré y mousse de manzana asada y espárragos trigueros: una delicia de principio a fin.
En cuanto a los postres, todo en la carta destila exquisitez y se nota que son aficionados a ellos, puesto que hay nada menos que 22 distintos, todos espectaculares, desde los más que notables chupa chups (helado) de frambuesa con chocolate, a la hamburguesa de fresa con crujiente de sésamo y crema de fresa que te cruje en los oídos mientas la degustas y que suena a música celestial. Para los amantes del chocolate está la tarta de chocolate bio blanco y negro que se sirve en copa o la misma sopa de frutos rojos, con helado de vainilla, coco y caramelo de canela. Postres que tienen el precio medio de 4 euros; vamos, lo nunca visto para esa calidad. También tienen yogourt con compota de moras, helado de regaliz y salsa de ciruelas, unas curiosísimas lenjetas estofadas con maracuya al aroma de tomillo y helado de pimienta de Sechuan , o la no menos impactante crema de torta del casar, salsa de membrillo, trufa y vainilla,o el helado de algodón de azúcar.Todo a precios imbatibles y de una calidad estratosférica. Hasta los vinos cuentan con una carta tan amplia como austera en precios, con caldos de Argentina, Chile…de los lugares que pitan, aparte de España. Un lujo de restaurante cuya timidez de su chef es inversamente proporcional a su sabiduría gastronómomica. Viva la comida que sabe a comida. Que rica!.
La Sopa Boba. Pza de Guadarrama 9. Alpedrete. Madrid. Telf.918506370. www.restaurantelasopaboba.com
La sopa boba…y la cocina, inteligente
Calidad e imaginación al poder
Me ha impactado la foto de los restos de scalextric y cochecitos. ¡Pensaba que se podían comer…! Necesaria la aclaración de que está en el forjado del suelo…
Juanma, fabulosa entrada, y absolutamente acertada. Para mí, La Sopa Boba es el mejor restaurante de Madrid, si ponemos todo en una bolsa : calidad, precio, vinos, atención,…..Y no te cansas de probar cosas……Sólo ha faltado un comentario sobre los estratosféricos Gin Tonics, elaborados a partir de ginebra casera…..
Saludos.
FERNANDO SYRAH
http://vinogastronomiayviajes.blogspot.com
Gracias por tus observaciones, Fernando. Tienes toda la razón: los gintonic con ginebra propia, hierbabuena y cubito helado de té, son extraordinarios. Sin embargo, no lo puse por no extenderme más en espacio y por no restarle protagonismo a la cocina. Pero comparto tu opinión: son gintonic estratosféricos (un tanto dulzones para quienes son fan de la london dry, pero maravillosos)
Me alegro…………habría sido una pena que no los probases…….