La madre que nos trajo

Así éramos y en esto nos hemos convertido

Es un hecho que para las madres nunca nos hacemos mayores y por eso, cuando nos marchamos de viaje dicen aquello de ten cuidado, aunque nuestro destino inmediato esté en manos de un piloto de avión  o un maquinista de tren. Son nuestras madres; son así y las queremos aunque algunas de sus manías no saquen los colores.

Por ejemplo, recuerdo que hace algunos años era habitual -en los lugares donde no había mar- ir a bañarse a ríos o pantanos. Pues bien, cada vez que íbamos a bañarnos al pantano de El Burguillo, en la provincia de Avila, la madre de Paquito M. lo ataba a un pino a la hora de la siesta con el objetivo de impedir que se bañara y ‘se le cortara la digestión’. Tal cuál: las madres siempre han sido las personas que mejor han manejado el miedo modelando a su antojo los relatos más espeluznantes que uno pueda imaginarse. Pero lo peor no era lo del corte de digestión, sino que tras el revolcón de caulquier pequeña ola (con trago de agua incluido) se oía el grito de la madre diciendo: ‘como te ahogues, te mato’, frase contradictoria porque si te ahogas, estás muerto, digo yo, y ya no hace falta que te mate. 
Pero así eran las madres, como con la comida. Decías que no tenías muchas ganas de comer y te ponían el plato a rebosar; y si rehusabas, te espetaban: come que te estás quedando en ná, aunque no se te notara un hueso.
Las madres siempre fueron las que movían el mundo. Expertas en marketing, sus iconos y soflamas no se cuartean con el paso del tiempo; al contrario, siempre están vigentes. Rajoy debería aprender para saber como se administra la autoridad, y con ellas a plamno rendimiento, ni los mercados hubieran tenido la oportunidad de amargarnos la vida como lo están haciendo. 
De hecho creo que hasta los actuales indignados se convertirían en revolucionarios en sus manos. Yo he visto a los macarras más fieros temblar como nenazas con sólo oir el sonido de una zapatilla volando cerca de su oreja. Las madres, al menos en los pueblos, si la voz no les alcanzaba para imponer su órden, te lanzaban la zapatilla como si fuera un boomerang; y si fallaban y no se la devolvías, se te caía el pelo. Pero es que acecarse a ellas después de haberlas desafiado era peligroso. Le entragabas la zapatilla y te lanzaban un pescozón, así que si te enganchaban te dejaban la cara como un tomate y al macarra de turno no le quedaba otra que adoptar un rictus entre Humphrey Bogart y Silvester Stallone, para no llorar delante de todos.
Eran otros tiempos, en los que la gente (los unviersitarios y sus madres) luchaban por la instalación de un semáforo para evitar atropellos en una calle (de lo más justo, vamos) y se enfrentaban a ‘los grises’ versión perversa y totalitaria de la nueva policía nacional con las sartenes con las que después te hacían una extraordinaria tortilla de patatas.
Pero la stock options, el ladrillo, los Lehman Brothers de turno, el dinero fácil..trajo el acodomamiento a nuestras vidas, y las sucesivas generaciones de padres y madres comenzaron a educar a los hijos con el nefasto laisez faire francés -dejar hacer- sin normas, orden y concierto. Así que hemos educado a muchos hijos e hijas en un ambiente en el que las cosas se conseguían sin esfuerzo, como ocurre con los ejemplarizantes Gran Hermano, Tu si que vales, Operaciones Triunfo y demás. Resultado: una sociedad adormecida incapaz de darse cuenta de lo que está pasando.
Si aquéllas madres hubieran tomado la Puerta del Sol de cualquier ciudad, a los políticos se les hubiera caido el pelo de verdad. Hubieran sabido lo que era pasar miedo al estar en la tribuna de cualquier mitin lanzando soflamas pasadas de moda y ver volar una zapatilla de esas que van forradas…hasta con pinki incluido. Las madres de ahora no pueden lanzar zapatos porque son de marca y no van a exponer en una manifestacion/acampada sus Loboutin o Jimmy Choo.
Me imagino a las madres de antes, llegar a la Puerta del Sol y decirle a su hijo/a indignado/a: pero ¿qué haces aquí?, anda, tira pa casa que se enfría la cena.  Incluso soy capaz de imaginar a los que han adoptado el look de perroflauta hacer mutis por el foro con el morrillo del cogote escocido a pescozones por los manotazos de sus madres; a los de los pendientes y piercings, quitándose las chinchetas nada más ver aparecer a la madre zapatilla en mano por la calle de Alcalá; a los ocupas, lavándose las rastas con ajax pino; a los de las asambleas, talleres temáticos, romerías solidarias y demás zarandajas, clavándoles los piés en las tierra con un buen bofetón…y así sucesivamente.
Es lo que tenían las madres de antes (la mayoría ahora abuelas) que ponían firme al sargento de la guardia civil.
Con los pies en la tierra, los indignados le parecerían una mariconada de marketing, porque ellas, en todo caso, forjaron a chicos y chicas que estudiaban, creían en el esfuerzo y el trabajo para progresar y necesitaban cambiar las cosas; el mundo. A los chicos de ahora, es el mundo el que les va a cambiar a ellos y aún no se han dado cuenta.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *