Pronunciar la palabra Jamaica es sinónimo de ron, piratas, trópico, Bob Marley y hasta Usain Bolt el atleta- héroe jamaiquino.
Sugerente donde las haya, esta isla destila misterio y atractivo.
En temporada alta, sus principales turistas provienen de Estados Unidos y Canadá cuyos ciudadanos viajan hasta la isla, entre otras cosas, para casarse.
Desde España este destino se ve como el sueño caribeño, magia pura, porque solo con pronunciar su nombre se activa el deseo de visitarla.
Nosotros nos lo propusimos y lo hicimos, y aquí está nuestra crónica viajera.
Colón, su descubridor
Dicen que Colón la descubrió por casualidad -porque buscaba otra cosa- en una de sus incursiones en las Américas.
Pero lo cierto es que Jamaica fue descubierta en el segundo viaje de Cristóbal Colón (1494) y perteneció al Virreinato de Nueva España.
Fue ocupada por los ingleses en 1655 y les fue cedida por el tratado de Madrid en 1670.
De hecho, hay nombres españoles, como Ocho Ríos, que la férrea disciplina británica (de la que los jamaicanos – a partir de ahora jamaiquinos- dependieron hasta 1962) no han podido borrar.
Todo es lento
En Jamaica todo transcurre lentamente y si uno quiere ‘apretar’ a los habitantes a ritmo europeo ellos dicen Yeah Mon (pronúnciese YaMan), que traducido quiere decir ‘tranqui tron’ o ‘tranquilo no hay problema’.
Por eso el ‘no problem’ es otra de las expresiones que pronuncian a menudo los que aqui se dedican al turismo -que son la mayoría de sus trabajadores porque la isla vive de eso-, y que muchos de ellos vienen desde la vecina Cuba.
La gracia está que cuando hablas con los trabajadores cubanos dicen que se desesperan porque los jamaiquinos son muy lentos…je,je,..sobran las palabras.
Clima uniforme
Pero entrando en harina lo primero que llama la atención de Jamaica es que tenga un clima muy uniforme, tanta montaña, sea tan verde y que tenga las mejores puestas de sol del mundo.
¡Madre mía!, los jamaiquinos presumen de ello y nosotros no podemos contradecirles.
Y es que, aunque hemos visto otras muy espectaculares por otros lugares del planeta, no es lo mismo que contemplarlas desde el café de Ricks, bautizado así en honor del siempre admirado Humphrey Bogart, en Casablanca.
Otra de las paradojas de la isla es su orografía, bastante escarpada y con unas montañas, las Blue Mountain, en las que se cultiva el famoso café -del que luego hablaremos-y que ahuyentan a los huracanes.
Como lo leeis. Tal cuál. Las montañas azules obligan a subir tanto a las nubes que pasan de largo.
Y qué decir de su peligrosidad. Este es un punto peliagudo porque hay muchos matices.
Peligrosidad
El primero es que casi ningún turista sale de los complejos hoteleros por la noche que, por cierto, tienen de todo: desde los mejores restaurantes a bares y discotecas.
Lo segundo es que los rastafaris son considerados aquí como muy peligrosos.
No ‘dan palo al agua’, al menos de forma visible, y fuman marihuana para aburrir.
En cuanto a si Jamaica es peligrosa, bueno pues la respuesta puede ser que no, pero eso no es óbice para que los controles que a veces pone la policía en la carretera ‘den canguelo’.
Además, los distintos intentos experimentales con viajes de turistas a Kingston, la capital, lo cierto es que no han cuajado porque alguno de sus barrios tienen más peligro que un ‘mono con una caja de bombas‘, empleando un dicho español.
Vamos, que todo el mundo está a salvo si no se visitan los suburbios o los poblados rasta a los que los guías se negarán a llevarte; y mejor hacerles caso.
Pasear a solas
Nosotros paseamos ‘sin permiso de los guías‘ por Ocho Ríos, Negril y Montego Bay, la bahía de la manteca para los españoles, y aunque no estuvimos en situación de peligro real, si que se notaba cierta inseguridad.
Además, los jamaiquinos son bastante agresivos con las mujeres europeas a las que consideran, por decirlo de algún modo, facilonas, y aunque vayan con pareja novio o marido, no se cortan un pelo en ‘entrarlas por las bravas’ ofreciéndoles sexo o haciendo comentarios soeces.
Allí, esta conducta no llama la atención porque es lo normal, pero a los europeos les choca y mucho.
Excursiones
Pero a pesar de todo la isla es muy recomendable y tiene parajes maravillosos e inolvidables.
Es verde y azul y hay árboles por todos lados. Si existen las carreteras es gracias a los hoteleros -muchos de ellos españoles- que las han asfaltado para facilitar sus accesos.
Esta es una de las razones por las que cualquier excusión te puede llevar un día entero con trayectos interminables y a paso de tortuga.
Qué ver
Hay muchas cosas que ver, pero por el asunto de la seguridad conviene ir siempre con un guía de confianza.
En los hoteles hay taxistas que alquilan sus vehículos (y sus conocimientos) por uno o varios días y a unos precios razonables.
En esta antigua colonia británica casi todo es caro, incluso para los habitantes, que nadie sabe en qué trabajan -¿venta ambulante?- porque las antiguas minas de bauxita están más que agotadas.
Esquilmado el mineral y la caña de azúcar, el ron, los mercadillos de artesanía y, sobre todo, el turismo, es lo poco que les queda a sus habitantes para obtener ingresos.
De todas sus ciudades, Ocho Ríos, al noreste de la isla, es la zona más tranquila.
Junto a Montego Bay (allí está uno de los dos aeropuertos) y Negril, en el oeste, forman el núcleo turístico por excelencia.
Dunn’s river falls
Precisamente, en Ocho Ríos que, como se ha dicho, conserva su nombre español, se encuentra una de las atracciones que no os podéis perder: las cataratas de Dunn’s River.
Casi 1 kilómetro de escalada –con escarpines por dentro del agua– y una hora de recorrido.
La subida es espectacular y normalmente se hace en hilera y agarrados de la mano para no escurrirse.
Agua cristalina, fresquita, y que desemboca en la playa. Una pasada total.
Además, relativamente cerca de allí, se encuentra la playa de Laughing Waters donde se rodó el Agente 007 contra el Dr. No; una de las películas de la saga James Bond.
También se encuentra en el mismo paraje la residencia de Ian Fleming (el creador del famoso agente) que este bautizó con el nombre de “Goldeneye”, ¿os suena?, y ahora convertida en hotel de lujo.
Martha Brae
Al oeste, en Montego Bay, se encuentra Falmonth: un pueblo del interior famoso por alojar al río de Martha Brae.
Situado en plena naturaleza es un paseo -casi como el de Miss Daisy- pero entre árboles y por los meandros del rio. Recomendable cien por cien.
Río que es navegable y por el que se navega en unas balsas hechas de cáñamo y cuerdas que los avezados balseros gobiernan con pértigas.
Ricks café
Y en el recodo del oeste se encuentra el atardecer más precioso, el del Ricks Café, en Negril.
Pero antes de encaramarte hasta sus torretas chill out, no dejes de visitar la playa de Negril, espectacular, de película.
Si te gusta el snorkell, un catamarán te llevará hasta una cueva donde podrás ver desde peces de colores hasta tiburones, si tienes lo que hay que tener, claro está.
Black river
El caso es que aún no se han comido a nadie. Ni ellos, ni los cocodrilos del Black River donde te puedes dar un chapuzón mientras los primos del lagarto Juancho te miran con desdén.
Cuando recorres el río en el barco hay zonas en las que te aconsejan no tocar el agua, por si acaso, pero luego te invitan a zambullirte con total tranquilidad.
La cosa tiene morbo, ya sabéis, aunque dicen que los ‘cocos’ están domesticados y solo comen chóped.
Clavados
Pero volviendo a Negril y al Ricks Café, no solo vale la pena ir por sus puestas de sol, sino por observar cómo los propios (sobre todo) y algunos extraños se tiran al mar haciendo ‘clavados’.
Y lo hacen desde improvisados trampolines (algunos sobre árboles) a muchos, pero que muchos metros de altura.
Unos caen bien y otros «non», como los pimientos de Padrón.
Nosotros probamos el salto ‘de pie’ sobre los trampolines mas asequibles y se nos subió el bañador, y otras cosas, hasta la garganta.
Eso sí, cuando por fin tocas el agua, te sientes mas machote o mas mujer, en caso de las chicas, no sé si nos entendeis.
Casa de la bruja
Y si de lugares míticos hablamos, no cabe duda que uno de ellos es la casa de la llamada bruja blanca.
Más inquietante que un episodio de ‘cuarto milenio’, cuentan que Annie Mae Patterson se convirtió en la señora de la plantación de Rose Hall tras asesinar a su marido John Palmer.
A este le siguieron otros dos maridos que la joven viuda también liquidó por la vía rápida, aunque ella adujo que murieron de fiebre amarilla.
La leyenda
Dice la leyenda que los criados de la casa enterraron a escondidas y en la playa los cadáveres de los tres maridos.
Además, la buena señora, que había aprendido vudú en Haití, ejercía derecho de pernada sobre los esclavos a los que ejecutaba después de satisfacer sus deseos sexuales.
Al final, la mujer murió de forma salvaje asesinada por sus propios eclavos y arrojada por una ventana, pero aquí no acaba todo.
Porque la enterraron en un sarcófago que sigue estando en el jardín de la casa y que tiene tres cruces, dejando libre (sin cruz) uno de los lados para que el espítiru de la susodicha pueda vagar a sus anchas por la finca.
Solo por la historia ya merece la pena ir y, lo cierto es que la casa es tétrica.
Ron y café
Y hablando de cosas menos ‘inquietantes’, entre los productos típicos de Jamaíca están el ron Appleton, por supuesto, y el café Blue Mountain, que dicen es el mejor del mundo, pero sobre lo que albergamos ciertas dudas.
El aroma sí que es el mejor del mundo, pero a nosotros nos resultó flojo, suave y eso que nos trajimos a España un quintal.
Eso entre los productos ‘legales’, porque el producto jamaiquino ilegal por antonomasia es la marihuana (está oficialmente prohibido fumarla), que venden hasta en los aledaños de los hoteles y sobre todo en el mausoleo de Bob Marley.
Esta es otra de las visitas de la isla. Ya sabéis que Marley además de seguidor del ‘rey etiope’, Halie Selassie, era un hooligan del futbol y murió por no dejarse medicar con los fármacos necesarios.
El ritmo de la vida
En Jamaica la vida va a su ritmo y os recomendamos que aprovecheis cada minuto porque si no, después, en el avión de vuelta, os arrepentireis.
En temporada alta, julio y agosto, es la mejor épòca para viajar, aunque la más cara y calurosa.
Pero, qué quereis que os digamos, si hay que ir en julio, pues se va. Jamaica es así.
Se te queda pegada a la memoria como el sudor y lo más probable es que al volver a España y cada cada vez que oigas`el desorden de su nombre’, te vengan a la memoria el color verde de la isla, sus aguas turquesas, el ron Appleton, el cafe Blue Mountain… y cualquier canción de Marley. «I Wanna Love you…»
A nosotros nos pasó. Pero si no es así, “YeahMon”, no hay problema.
Más pistas
Lo que las guías no dicen
Para escalar por las maravillosas Dunn’s River Falls necesitarás escarpines, si no los tienes, no pasa nada, los venden por todos lados.
No te preocupes si, por lo que sea, te ‘has quedado tirado’ a mitad de la subida, existen plataformas a distintos niveles de las cataratas para salir del apuro.
Un consejo: el café Blue Montain, el mejor del mundo dicen, es muy flojo para un español. Compra, si quieres, por curiosidad, pero no te hagas muchas ilusiones.
Lo que no te puedes perder
El atardecer desde el Rick’sCafé se ha convertido en el espectáculo más impresionante de Jamaica.
Allí, algunos jamaiquinos se lanzan desde los acantilados para deleite de los turistas y algunos turistas, también, en este caso para demostrar su valor.
Y valor se necesita, lo prometemos, porque los trampolines están muy, pero que muy altos. Y tirarse ‘tipo palo’, osea, de pie, ya tiene su cosa.
Comer y dormir
Lo habitual al viajar a Jamaica es contratar un todo incluido en algún resort.
De hecho, los mejores restaurantes y servicios están dentro de estos complejos hoteleros.
Muchos de ellos son españoles como el macrohotel “Gran Palladium” que tiene la cadena Fiesta o los hoteles Riu, pero nosotros elegimos el Bahía Príncipe, en Runaway Bay, y no nos equivocamos.
El hotel es más que espectacular y cuenta con todos los servicios necesarios para satifacer al más exigente.
De estilo victoriano y en primera línea de mar, tiene varias piscinas unidas entre sí en forma de lago, aparte de restaurantes temáticos y todo lo que quieras encontrar.
Todos los grandes hoteles, muchos de propiedad española, están situados en el norte de la isla, entre Montego Bay y Ocho Ríos, o en Negril, donde están las mejores playas de Jamaica.
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