Fitur 2013: Cinco destinos de turismo gastronómico

El placer de viajar en ‘buena compañía’ gastronómica

Más de 165 países y unas 9.000 empresas participaron en Fitur 2013; una feria que soportó el descenso de participantes con dignidad, a pesar de que los lugares representados apenas han innovado en sus formatos. Los mismos disfraces, los mismos bailes regionales… nadie le dio una vuelta imaginativa a una muestra tan importante como internacional; máxime cuando una de las principales fuentes de riqueza en España es el turismo.


En esta edición se atisbó cierto despegue del enoturismo, y la presentación de distintos vuelos espaciales por unos 70.000 euros ‘del ala’ -nuca mejor dicho- , pero, del mismo modo, se echó en falta una mayor apuesta por la gastronomía como eje central tanto del turismo de cercanía como de la oferta que se ofrece a los visitantes extranjeros, que aún así, aumentaron un 3 % en 2012.

Por eso, y porque el turismo de cercanía me parece que es una buena forma de revitalizar sectores económicos adormecidos frente a cierta ‘parálisis política/turística’ es por lo que os propongo una selección de destinos que combinan viaje y buena gastronomía, todos en España. (el orden no significa, preferencia).

La Alberca

1.- Alberca y Peña de Francia. (Salamanca)
De la meditación de la Peña de Francia y su santuario, a la belleza rural de la Alberca, San Martín del Castañar o Mogarraz. Hablamos de la comarca de las Batuecas, al sur de Salamanca, un lugar donde el tiempo no tiene valor y donde el paisaje te busca a ti; te enreda; te mima, y te obliga a volver. Recorrer La Alberca, declarada patrimonio Histórico Artístico en 1940, es entrar en contacto con olores tan intensos como los del jamón de pata negra, que se cura en las proximidades de la Sierra de Béjar. Aparte de todo ello, uno no puede perderse un buen cuenco de patatas revolconas y las pastas típicas de la zona. Se llaman perrunillas y, si eres aficionado a los mantecados, éste es tu dulce. Las venden por todos lados, pero si queremos comprarlas en la tahona donde las fabrican, no hay más que acercarse hasta San Martín del Castañar. Allí los venden en todas sus modalidades y los empaquetan recientitos. Pero la llegada hasta estos pueblos desperdigados por los valles de robledales y encinas, se debe completar con una visita a la Sierra o Peña de Francia. Desde sus 1720 metros de altura, se divisa toda la comarca. Según dice el párroco del Santuario desde aquí arriba se pueden ver más de cien pueblos en una noche clara. La Sierra de Francia, llamada así por una colonia de franceses que se ubicó en esta zona para repoblar la provincia después de la Reconquista en 1085, sirve también de morada para la Virgen de la Peña de Francia, un santuario construido como si se tratase de un refugio de alta montaña. Mucha gente piensa que este es un lugar muy espiritual y yo lo corroboro. Es un sitio donde silencio te habla.

¿Dónde vamos a comer?
En la plaza de la Alberca, pero también en Mogarraz, hay restaurantes por todos lados donde probar unas buenas patatas revolconas a precio de menú. Pero si buscas algo un poco más historiado, Salamanca espera con todo su esplendor; su universidad y su plaza mayor. son inigualables. En ella el local más afamado es el de Víctor Gutiérrez, galardonado con una estrella Michelin y un sol Repsol.

Las médulas

2.- Las Médulas (León)
Tal vez no sea la zona más bonita de León porque lo cierto es que estamos ante una provincia exhuberante en su paisaje y paisanaje, pero las Médulas son un lugar que tiene un encanto especial. La historia de lugar es curiosa porque los restos que vemos hoy pertenecen a una antigua mina de oro excavada a cielo abierto por los romanos. Nada se sabe, al menos oficialmente, de cómo supieron que en esas tierras arcillosas podría haber abundante oro, pero el caso es que se las apañaron para llevar hasta allí, hasta los montes de Orellán, el suficiente agua (a través de canales y cañerías) para lavar la tierra que iban excavando. Ahora los técnicos le llaman a esta labor o, mejor, a su consecuencia orográfica y visual, modelado antrópico. Patrimonio de la Humanidad y Monumento Natural desde 1997 y 2002, lo cierto es que cuando sale el sol, el reflejo sobre las montañas y montículos picudos, hace que estos parezcan realmente de oro. Lo mejor para visitar esta zona del Bierzo leonés es acercarse hasta la Casa del Parque, en Carucedo, donde está el centro de interpretación de las Médulas.
Tampoco te pierdas la vista desde el mirador de Orellán, ni el paseo por entre las masas picudas de tierra roja. En el pueblo de las Médulas hay sitios para comer, pero no te rompas la cabeza son todos de batalla y para salir del paso. Lo más típico es tomar botillo (tripa de cerdo rellena de lomo y rabo del animal que sabe a chorizo) con garbanzos, y cecina, dos de los productos autóctonos más conocidos. El vino del Bierzo también ha despertado de un largo letargo, y ahora se trata la uva Mencía como mimo y dedicación.

¿Donde vamos a comer? 
En Ponferrada el restaurante más recomendable es Las Cuadras, pero, sobre todo, Casa Ramón, en Molinaseca, donde Ramón Balboa tira de materia prima de temporada y de primera calidad. Pero, si puedes, vete a León y visita el restaurante Cocinandos que regentan Yolanda León y Juanjo Pérez Robredo y ostenta una estrella Michelin. Altísima calidad a unos precios contenidos. Además, renuevan el menú a menudo por lo que puedes ir casi tantas veces como quieras sin repetir platos.

Los barruecos

3.- Cáceres y los Barruecos 
La idea de este viaje debe ser visitar Cáceres, y, desde allí desplazarse a la zona de los Barruecos, en el pueblo de Malpartida (a unos pocos kilómetros por la carretera que lleva a Portugal). Si vamos por la tarde podremos asistir en directo a un espectáculo inigualable: el atardecer entre nidos de cigüeñas y caballos libres, todo eso aderezado con unas lagunas cristalinas, misteriosas y extraordinarias. Dentro de este paraje natural, además, está el museo Vostell, una alegría para los sentidos. Y su colección no deja indiferente a nadie gracias a la expresión técnica de las piezas que hay del Dé-coll/age y del movimiento Fluxus.
En cuanto a Cáceres, es una ciudad monumental en todos los sentidos. Por eso lo mejor es recorrer sus calles sin rumbo fijo, aunque tomando como punto de partida o llegada la Plaza Mayor, o simplemente dejándose aconsejar por la oficina de turismo. Y es que el casco antiguo constituye un privilegiado conjunto monumental único en España. Su recinto amurallado -muy bien conservado-contiene alguno de los edificios de arquitectura civil y religiosa más importantes del Renacimiento español. Todo el conjunto data de finales del siglo XIV, aunque sufrió reformas, ampliaciones y nuevas construcciones durante los siglos XV y XVI. Tampoco debeis perderos los cercanas Trujillo y el Parque Nacional de Monfragüe.

¿Donde vamos a comer?
Aparte del clásico Figón de Eustaquio, correcto y con menú del día; Cáceres también cuenta con la Tahona, un poco más caro y, sobre todo, El Asador, con buen nivel de calidad- precio. Además, siempre quedará la Casa Troya, en el pueblo cercano de Trujillo, y, sobre todo, el restaurante Atrio, regentado por el chef Toño Pérez, dos estrellas Michelin, que ahora también es hotel. boutique.

Ojo Guareña

4.- Ojo Guareña y las Merindades (Burgos)
Esta año Burgos ostenta el título más o menos convincente de capitalidad gastronómica, pero fuera aderezos marketinianos, no cabe duda de que la capital castellana y su provincia tienen tantos alicientes como queramos, desde el museo de la evolución humana, hasta su casco histórico o el mismisimo Atapuerca. Sin embargo, en este viaje os recomiendo varias joyas situadas al norte de la provincia, en la comarca de Las Merindades. Me refiero a  los rápidos y cascadas del río Engaña, los Canales de Dulla, Puentedey, pero, sobre todo, al espectacular sistema kárstico de Ojo Guareña: una enorme extensión de espléndidos manantiales, sifones, simas, pozos, cañones, cavidades, cuevas, galerías y dolinas, socavadas por el río que les da nombre.
Y el centro de este tesoro es la ermita de San Bernabé excavada en la piedra que no es sino la parte visible de casi cien kilómetros de cuevas lo que les convierte en el conjunto más extenso de la Península Ibérica. Además de su indiscutible interés espeleológico, en su interior se han localizado varios santuarios prehistóricos y una serie de invertebrados exclusivos, siendo uno de los pocos lugares del mundo en donde se puede seguir con toda claridad y sin que falte ninguna etapa clave, la evolución de la religiosidad —desde el Paleolítico hasta nuestros días— del hombre occidental. Recomendamos pasear un rato por los alrededores y acercarse hasta el Ojo del río Guareña y el Centro de Interpretación de Quintanilla del Rebollar.

¿Donde vamos a comer?
Un buen plan puede ser comer en Espinosa de los Monteros (en la plaza hay varios restaurantes con menú donde se come de forma correcta y a buen precio). Además, no muy lejos de allí, los mesones de Vega de Pas gozan de muy buena reputación en la preparación del lechazo, del asado o de las legumbres. Asimismo, en la cercana Cantabria nos encontramos con nada menos que cinco restaurantes de alto nivel como Annua. S. Vicente de la Barquera; Solana. Ampuero; Cenador de Amós, Villaverde de Pontones ; El nuevo Molino, Puente Arce, El Serbal y Cañadío, siempre eficaz y una cocina impecable.

Cudillero

5.- Asturias, donde nunca llueve (a mares)
Los asturianos siempre andan medio enfadados con los hombres y mujeres del tiempo, porque, según ellos, en Asturias casi nunca llueve y, desde luego, nunca llueve tanto como dicen. Y tal vez tengan algo de razón porque la sucesión de cala bobos, viento, y sol es tan trepidante, que hay veces que te pones como una sopa y no te das ni cuenta.  Pero Asturias, sobre todo, es bella y variada y es difícil elegir un solo lugar.
La Asturias oriental es tal vez la más conocida, pero hay dos visitas inexcusables: la primera, a la comarca de la sidra, entre Ribadesella y Villaviciosa, donde además de la gastronomía podemos admirar algunas de las joyas del prerrománico como San Salvador de Priesca, Santiago de Gobiendes o San Salvador de Valdediós. La otra ruta es la clásica subida a uno de los enclaves más impresionantes de los Picos de Europa. Hay que llegar a Cangas de Onís y, desde allí, pasando por el santuario de Covadonga, ascender los 12 kilómetros de la sinuosa carretera que nos lleva a los lagos de Enol y La Ercina.
Si la opción es el occidente asturiano, una parada casi obligada es Cudillero. Asentada en un abrigo natural de la costa y protegida de la furia de las olas por un enorme malecón que abraza al puertecito original, la población se arracima en torno a él y asciende por las empinadas laderas circundantes. A lo largo de la sinuosa calle principal se pueden encontrar restaurantes con excelente pescado –a destacar el pixín o rape-, las tiendas y alguna pastelería de la que es difícil pasar de largo. 
Desde Cudillero se puede acceder fácilmente al Cabo de Peñas y a la zona central del Principado, donde Oviedo y Gijón asientan su fraternal rivalidad. Si se prefiere la naturaleza, hay que tomar la carretera que desde Pravia nos introduce por un agreste paisaje hasta el Parque Natural de Somiedo. Más al occidente nos encontramos con Luarca, capital del concejo de Valdés, un destino idóneo por la variedad de su oferta. Como ocurre en Cudillero, el emplazamiento de Luarca deja patente su vinculación al mar y cuenta con una joya escondida, el Aula del Mar del Cepesma, que guarda entre su amplia colección un par de ejemplares del kraken, o calamar gigante.La carretera que discurre desde Luarca por la rasa costera en dirección a poniente tiene dos paradas muy recomendables, el encantador Puerto de Vega, donde se puede degustar un excelente marisco norteño antes o después de visitar el cuidado museo etnográfico, y Tapia de Casariego, que aún conserva su personalidad pese al desmesurado crecimiento provocado por el turismo.Un poco más adelante alcanzamos la ría del Eo, dominada por magnífico emplazamiento de Castropol, donde se pueden degustar las ostras cultivadas allí mismo. Una vez llegados hasta aquí, merece la pena cruzar a la orilla gallega para acercarse a la célebre Playa de las Catedrales, en la que, libre de las aglomeraciones veraniegas, se puede dar un relajante paseo entre las enormes rocas clavadas en la arena.

¿Donde vamos a comer?

En la ruta que va de Ribadeo hasta la Playa de las Catedrales, a medio camino está el diminuto puerto de Rinlo. Allí, el restaurante A Cofradía ofrece un inolvidable arroz con marisco.En tapia de Casariego, en el centro del pueblo, hay que buscar un restaurante que tiene un árbol en medio de la sidrería. Ponen los mejores calamares guisados con patatas del mundo. Bestial. Pero lo más de lo más es acercarse a Arriondas para degustar el arroz con pitu que sirve en Casa Marcial,  Nacho Manzano; o bien comer en Casa Gerardo, para gozar con la fabada de la familia Morán; El corral del Indianu, también en Arriondas, y en Gijón. El Puerto y Alejandro G. Urrutia, son otros lugares donde disfrutar de lo lindo.

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