Dices tú de mili

El final de Billy el Niño

No recuerdo en que revista o si, en realidad, la escribía el dibujante-humorista Martín Morales, pero sé que se llamaba ‘historias de la puta mili’ . En ella se narraban, en clave de humor, algunos de los pasajes que acontecían a diario en la prestación del servicio militar obligatorio. Obviando aquello de que sólo en la mili los niños se hacen hombres (aunque a más de uno le vendría bien un manojo de órdenes en forma de hostias verbales y pasar una temporada obedeciendo a un de un cretino con graduación), he de decir que su desaparición, de la que ahora se cumplen diez años, evoca una cierta nostalgia agradecida.

Y es que, visto ahora desde la distancia, lo cierto es que la cosa tenía gracia. En la mili hemos visto arrestar a mulos de carga y hasta a señales de tráfico si es que el brigada, en estado etílico y comatoso, chocaba con su coche, por ejemplo, llegando al cuerpo de guardia. Hemos visto también a oficiales que luego tuvieron que ver algo con el 23 F (la mayoría estaban destinados y desterrados en el CIR nº 3 de Cáceres, Santa Ana) o en el manifiesto de los 100 y, por supuesto, hemos tenido la oportunidad de conocer sargentos, brigadas, subtenientes, alféreces, tenientes, capitanes y comandantes realmente frikis. Porque el frikismo no es de ahora, queridos lectores y lectores, el frikismo empezó en la mili.

Uno de esto frikis era un capitan, apodado Billy en niño, no sólo por su pelo rubio y su escasa estatura, sino, sobre todo, porque llevaba el correaje y la pistola caida como un pistolero. Entre sus andanzas estaba ordenar marchas nocturnas con mochilas cargadas de piedras, o preparar orden de combate en agosto a las 4 de la tarde y durante 3 horas seguidas; poner a la gente en fila en el suelo para que pasara un tanque sobre ellos o tener a los cadetes en formación durante una hora de reloj y a pleno sol hasta que empezaban a desmayarse como damiselas, que decía él

La mili era como un gran hermano con olor a sobaco y a rancio que sobredimensionaba los sentimientos de los participantes. Si había un partido de fútbol (que lo había) entre oficiales y cadetes, eran a muerte; si la confrontación era entre las armas de ingenieros de transmisiones y zapadores, entonces el lance se planteaba como en la película Evasión o Victoria, con la diferencia de que aquí como no le echaras el balón al capitan o al teniente para que lo empujaran a la red y marcarn gol, te arrestaban.

A los que hicieron milicias universitarias o escala de complemento (universitarios que con tres años de carrera hacían la mili por tramos y se licenciaban de oficiales o suboficiales), les pasaban una revista cada día y les podían arrestar por tener una arruga en la manta roñosa que cubría la cama o por no haberle dado lustre a los zapatos. La revistas de armamento eran las peores, porque inspeccionaban el interior de los cañones de los fusiles de asalto con un guante blanco y, si se manchaba una vez, ya salía siempre sucio porque con ese dedo se pringaba al resto. ¡Y qué me decís de las juras de bandera¡ UN día invitaban a las familias y para ese día, aparte de limpiar el cuartel entero y poner un menú que no lo firmaría el mismo Adriá, te hacía colocar unas colchas sobre las camas que parecían las que anuncia Blancolor de el Corte Inglés. Una vez desparecían las familias, las colchas se recogían a toda leche y se guardaban en un almacén hasta la siguiente celebración.

Todo en la mili era curioso y había perros por todos lados. En los cuarteles se decía : Brigada cocina, coche nuevo, dando a entender que cada vez que a uno de ellos le tocaba comprar la comida del cuartel, adquirían alimentos tan malos (en muchos casos o estaban caducados o podridos) que se quedaban con parte del presupuesto. Se oía que los que trabajaban con los automóviles nunca estaban escasos de gasolina o gas oil para sus coches particulares. Perros, pero muy perros, eran.

Mil historias de la P. mili que aquellos que no la hicieron no la pueden contar (con el juego que da eso en todas las conversaciones…..igual que los embarazos en las mujeres). Gente que venía del pueblo y se iba sabiendo leer y escribir, albañiles y electricistas que alicataban el chalet del coronel y mecánicos que tuneaban el coche del comandante para librarse de hacer guardias. Eso era la mili de la era analógica…y se la llevó Aznar de un decreto. R.I.P.

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