¡Déjalo ya, Armando! (homenaje a Darío Barrio)

Conocí a Darío Barrio hace mucho tiempo, al poco de abrir Dassa Bassa, pero el primer contacto fue como comensal durante una comida de prensa. Me ‘lo vendieron’ como restaurante ibicenco, con un chef que era un guaperas que las volvía locas (a las chicas). Luego, con el paso de los años, comprobé que, efectivamente, llegó a ser el chef de la yet set -por el hecho mencionado y salir en la tele- y que su cocina de autor buscaba sorprender desde los aledaños del plato; o dicho de otro modo: creía que si el plato estaba bien ejecutado, conseguir las ‘notas de autor’, de la cocina que empezaba a despuntar en aquéllos tiempos, era bien fácil. 

Sibarita por fuera y salvaje por dentro, casi todo el mundo desconocía su pasión por el riesgo; ese veneno que ahora le ha matado. Hubo un momento en que Darío pudo haber optado a la codiciada estrella Michelin, pero se abonó al deporte límite que era lo que más le gustaba. Tras alguna incursión televisiva -el primero que hizo un programa parecido a los que se hacen ahora; todos contra el chef– que no tuvo el éxito esperado porque la gastronomía no vivía el momento actual, volvió a la tele de la mano de mira quien salta. Por entonces, ya más que conocidos, éramos amigos y vecinos, así que una de las últimas veces que lo vi en el barrio, a la hora de comer, yo venía de acampada y el iba a tomarse un  café a casa de José Luis Estevan, otro miembro del clan, y le hice notar con chiste incluido lo de sus saltos de trampolín. Solo me dijo: Juanma, tienes razón, pero, qué quieres, me llamaron y dije que sí. 
En esta labor detectivesca y en silencio conocí a Manolo Chana, también chef y empresario, pero no fue hasta la muerte de éste, haciendo un salto en paracaidas cuando pude hacer la conexión Barrio/Chana…después llegó Alvaro Bultó a mi agenda, y ahí cerré el que yo creía trinunvirato de amigos arriesgados. 
Murió Chana y luego Bultó, así que téoricamente -para mi- solo quedaba vivo un miembro de este grupo salvaje. Eso fue hasta que José Luis Estevan fichó como asesor gastronómico en el Corral de la Morería, en Madrid; un lugar donde ya no solo se bailaba el mejor flamenco, sino donde ahora también se apuntaban a la alta cocina. 
A José Luis Estevan, y perdonad la inmodestia, lo rescaté para la causa gastronómica después de que el chef, por asuntos personales, dejara el restaurante Lágrimas Negras y partiera para Nueva Zelanda, entre otras cosas, para aprender inglés. Fui yo quien en varias conversaciones ‘profundas’ en el vips de López de Hoyos de Madrid, lo convencí para que volviera a la cocina activa -estaba dedicado a un master en cocina de autor en una universidad privada- desde Millesime, que era donde quien yo trabajaba entonces, para que nos ayudara -como coordinador de chefs- en los Millesimes Madrid y en México. Lo convencí y así fue como comenzó un seguimiento más activo de su persona que fue el que me llevó al Corral de la Morería. Así que, para recapitular, conocía a Manolo Chana, a Alvaro Bultó (por la tele), a Darío Barrio y a José Luis Estevan. Pero José Luis no saltaba -ni espero que lo haga nunca-, así que faltaba una pata de la mesa que yo desconocia. Y la clave estaba en el Corral de la Morería. Un  día que fui a probar los nuevos platos de su cocina, y hablando con mi tocayo Juan Manuel del Rey, éste me contó que tenía un hermano que era amigo de José Luis y de Darío -eran amigos y hermanos, como ellos decían- y que todos vivían por Arturo Soria. El hermano se llama Armando del Rey, y es el otro pájaro que queda la pandilla. Una noche que hizo de superanfitrión estuve hablando con él de cocina y de saltos. Esa noche cerré el círculo: Manolo Chana, Alvaro Bultó, Darío Barrio y Armando del Rey eran los ‘hermanos saltadores’ y José Luis Estevan -por suerte- el hermano menos aventurero. 
Darío Murió haciendo lo que más le gustaba hacer -como antes Chana y Bultó- pero, por favor José Luis, dile a Armando que no salte mas. Yo también se lo digo: aunque yo no sea de tu pandilla, Armando, por favor, no saltes mas. Por cierto, el funeral por Dario Barrio será estrictamente privado el jueves 12 a las 20 h en la parroquia Santo Domingo de la Calzada, en Algete, Madrid. Hasta siempre Darío.

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