Cuando a César le hicieron cabo

Los controladores incontrolados

Por una vez, y sin que sirva de precedente, el gobierno de Zapatero ha tenido un acierto: militarizar a los controladores aéreos; o lo que es lo mismo, rebajar al César a la categoría de cabo, pero cabo tomatero, nada de cabo primero, ni siquiera furriel. Como ya habeis imaginado me refiero al nuevo galan de los aires por el que beben los vientos numerosas damiselas: el blandengue portavoz de los controladores, César Cabo.

Un día escuché a una chica decir que Ronaldinho tenía una cara graciosa y a otra que Messi era una máquina verbal, así que no me extraña que el cabo rubito se haya adueñado de los corazones de muchas señoras y señoritas que suspiran porque las haga volar entre sus brazos o que les susurre poemas bajo los alerones de la pasión. En realidad, todo esto no hace más que confirmar que las mujeres y los hombre no somos tan distintos y que la tontería excesiva, que diría el humorista José Mota, no distingue sexo ni edad.

Y es que el asunto de los controladores no tiene por donde sostenerse. Decenas de años de prebendas y sobresueldos no se acaban en un instante ni con unos cuantos decretos ley. El Gobierno la cagó (o tal vez lo hizo a propósito) al aprobar el viernes prepuente el decreto ley que pretendía empezar a meter a los controladores en cintura y los compañeros del cabo, se convirtieron en cabos del miedo al paralizar el espacio aéreo y perjudicar a numerosos pasajeros que iban a darse un baño de optimismo y unas vacaciones, en un país, como el nuestro, sumido en la más profunda de las desconfianza y las decepciones.

Si alguna razón asistía a los controladores, la perdieron (llevan perdiendo la batalla de la opinión desde el principio del conflicto porque no son capaces de hacer creibles sus pláticas, a pesar de poner al guapito de escaparate en la información), cuando fastidiaron a tanta gente a la vez. Fueron un poco brutos si es que no pensaron en las consecuencias y también fueron unos pollinos si lo hicieron a propósito. Eso se llama hacer una mala gestión de la información, ya que si fastidias de forma grave (jodes, vamos) a la gente, como quieres que tus razones calen en ellos. Es imposible. El guapito podría presentarse a una elecciones (políticas) por aquello de la erótica del poder y también Ronaldinho y Messi, guapos y dicharacheros donde los haya, sobre todo por el fajo de billetes que les asoma por el bolsillo.

Voviendo al señor Cabo, se aprecia que, a pesar de su graduación no ha hecho la mili. Y le hubiera venido bien una temporada en Jaca arrestando a mulos rebeldes (en Huesca se arrestaba a los mulos de carga que no obedecían las órdenes); en Cerro Muriano -Córdobá- con las orejas peladas por el sol o tal vez en el extinto CIR de Santa Ana, en Cáceres, sede de los peores mandos de tropa jamás conocidos…allí se hubiera dado cuenta de lo que son un buen par de hostias y lo que es estar jodido durmiendo en el suelo, como el hizo con muchos viajeros el pasado puente y que conste que yo no me moví de Madrid, así que hablo sin resentimiento personal.

Bromas de la mili aparte, lo que me ha impactado ha sido la crónica de una muerte anunciada del dopaje de los atletas españoles. No quiero emular al gran Gabriel García Márquez, pero muchos de los detenidos en la supuesta red de venta de sustancias dopantes, como Eufemiano Fuentes, tienen nombres de los protagonistas de sus novelas. Hasta hace unos años el dopaje no era delito y algunos conocidos médicos y pseudocientíficos españoles, italianos, franceses…que de todo hay, se dedicaban a investigar brevajes para enmascarar las sustancias dopantes que tomaban (y toman) la mayoría de los deportistas de élite, en lugar de hacer estudios fisiológicos para mejorar su rendimiento. Hoy ya lo es y por eso a la pobre Marta Domínguez la ha interrogado la Guardia Civil durante ocho horas seguidas.

En favor de los deportistas hay que decir que, en muchos casos, sus sueldos son tan raquíticos -no como ocurre con los controladores o los futbolistas- que deben buscar complementos económicos que compensen los sacrificios que hacen para buscar un récord, una medalla o retener una beca. El problema, como ocurre con el ciclismo, no es de los deportistas, sino del entorno, de los organizadores de las carreras que en busca del espectáculo les ponen retos inhumanos.

Es como el sueldo de los controladores, tan inhumano que hace daño escucharlo. Y si les militarizan, pues a ponerse firmes, que ese ‘sufrimiento’ ya va incluido en el salario. El valor de los controladores, como en la mili, se les supone, pero el problema es que muchos de ellos, como el cabo, no han debido hacer la mili y si la hicieron, seguro que simularon estar locos o ser homosexuales para librarse de la instrucción.

Ahora, el capitán Pepiño y el general Zapatero les quieren meter en el calabozo de la impopularidad y no valen excusas por mucho que el guapito salga en la tele con su voz trémula a darnos sus jaculatorias. Yo siempre miro sus calcetines por si son grises, en cuyo caso no habrá duda de un pasado clerical. Y si no es así, pienso si su voz monocorde y aburrida no responderá a algún tipo de dopaje (con billetes de 500 euros, por ejemplo). Por eso estoy investigando a ver si el señor Cabo es amigo de los médicos del dóping que han enredado Marta Domínguez, a Paquillo Fernández y probablemente a Alberto Contador. Los deportistas son lo mejor del deporte, pero Cabo no es deportista, y eso se ve a la legua, así que no tiene forma de redimirse.

Y hablando de deportistas, ¿cuantas veces se ha despedido el tenista Carlos Moyá? Cada vez que pongo la tele, aparece una nuevo adiós. Este hombre me recuerda a un tipo que conocí, decía que era médico y respondía a las iniciales de Angel G. B. Un día dijo que se jubilaba y los compañeros hicieron una colecta para comprarle un regalo. Llegó el día y le entregaron el presente y A.G.B. no sólo les dijo que no se jubilaba realmente, sino que seguiría ahí jubilandose eternamente para seguir recibiendo regalos. La única diferencia es que a éste no le quería nadie y Moyá es un tio majo. Pero, Carlos, por lo que mas quieras, arráncalo ya y despídete definitivamente que ya no nos quedan Cleenex para secar nuestras lágrimas.

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