bocazas, zapatones y sindicatos ‘anailógicos’

Bocazas, zapatones….

Por Juan Manuel Barberá

Confieso que comencé a escribir esta columna antes que se jugara el partido entre España y Portugal, y que lo hice para no imitar el estilo rencoroso de Luis Aragonés, a la sazón, ex-entrenador de la selección española y alias zapatones.

En Estados Unidos acaban de aprobar que llevar armas es un derecho fundamental de sus ciudadanos; en España, el arma es el insulto, la opinión desinformada, la crítica desestructurada, como si fuera una tortilla de patatas pensada por Ferrán Adrià.

Una crítica que, a veces, hace más daño que una bala porque la huella que deja pesa más que un mal matrimonio. Pero no es culpa de zapatones, el Rey Sol del fútbol, meterse con el seleccionador y la selección sin motivo (ayer rectificó, en parte), sino del idioma castellano tan rico en matices que permite a los que tienen el verbo tan fácil como el disparo de un revolver o la apuesta en una ruleta de casino, utilizar su discurso para hacer daño.

En España tenemos a gala la envidia y la revancha comocomo imagen de la marca España y el rencor como la gasolina que mueve el morbo. Un apunte: le recuerdo al señor Aragonés que durante la clasificación para la Eurocopa la Roja (en sus manos) estuvo a punto de ser eliminada y jugaban de pena. Hasta que un día explotó el famoso tiqui-taca y los bajitos –y alguno más– se decidieron a volver locos a los contrarios.

Pero para locos, los del metro de Madrid. Un tal Vicente –no del Bosque, sino el presidente del comité de huelga– ya se ha hecho famoso por sus soflamas de bocazas trasnochado y por reventar Madrid. Aunque lo peor (o lo mejor) es que ha enseñado la cara de este sindicalismo trasnochado –los huelguistas más salvajes son liberados, osea, que tienen el puesto asegurado hagan lo que hagan– que impera en España y sigue las mismas reglas que cuando se inauguró la primera linea férrea a Mataró, allá por el siglo XIX.

Prácticas que, aparte de ilegales, no tienen el apoyo de la población. Y es que en un mundo web 2.0 los sindicatos siguen siendo anailógico.

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