Después de más de un decalustro ‘en la brecha’, el restaurante marroqui Al-Mounia, en Madrid, sigue siendo un digno representante de la cocina del norte de Africa.
En un entorno arrebatador, especialidades como los Tajines o la Pastella son una referencia de cómo elaborar guisos sin prisa, pero sin pausa.
El resultado es más que correcto y, desde luego, es el lugar ideal si quieres probar cordero al estilo bereber.
Y es que el restaurante marroquí Al Mounia (El deseo, en español) lleva 52 años abierto y como otros ilustres de la capital tiene tan aquilatados sus platos que es raro encontrar fallo alguno en su cocina.
Amabilidad y eficacia en la sala y una pastella que te transporta cerca del cielo culinario, son algunas de las sensaciones que este escenario sacado de las mil y una noches producen en los comensales.
En sus mesas, famosos, politicos, empresarios o simples amantes de la cocina árabe o magrebí, en este caso, con abundancia de cordero y pollo y escasez de pescados.
Mil y una noches
La puesta en escena de este restaurante es apabullante: salones impregnados de marquetería, artesonados,techos y columnas tallados a mano; mosáicos y azulejos en armonia cerúlea y una belleza inconmensurable.
Podria decirse que el local es una especie de ras–el-hanout, literal mezcla de hierbas y especias (30 mas o menos).
Pero que en esta ocasión, y en sentido figurado, es más bien un compendio de arte, tradición, gastronomía, sabiduría y buen hacer.
Una metáfora, que dicen sus mentores, y un sueño magrebí, que decimos nosotros.
Y es que como decía uno de los protagonsitas al final de la película con faldas y a lo loco ‘nadie es perfecto’ y esta belleza embelesadora para los sentidos se ve en cierto modo truncada por la incomodidad que representan las sillas y mesas en las que te sientas a comer.
Llevan 52 años sin solucionarlo y ya es hora de hacerlo porque, de verdad que son un engorro o como diríamos nosotros, una ‘bella incomodidad’.
Cocina magrebí y bereber
Pero dicho esto (y seguro que no somos los primeros en apuntarlo) se nota que su cocina tradicional de origen marroquí y bereber está muy bien calibrada.
Así, especialidades como el cordero o el tajín, que no hace referencia al guiso en sí, sino al recipiente de barro con cúpula en el que se sirve, las ajustan con la precisión de un artesano pasional.
Eso hace que, a pesar de los años, los aperitivos sigan siendo las socorridas albondiguillas y rollos de carne crujiente y que los platos elegidos varien poco de los que elegiríais hace 20 años.
Pastella
Uno de ellos es la Pastella (pastela), una impresionante combinación de dulce y salado en una pasta de hojaldre con aroma de canela, muchas veces rellena del socorrido pollo.
Este plato es tan perfecto que en pocos lugares podeis probarlo como se elabora aquí.
Horas y horas de cocción a fuego lento y masa hojaldrada hecha en casa con toda la tranquilidad y el acerbo que se le supone al norte de Africa.
Cous-cous
Otro de los platos ilustres del local es el cous-cous, una especie de cocido pero al estilo de Marruecos.
Es el plato más emblemático del local, significa “majar” y hace referencia a la sémola cocida al vapor que se sirve como acompañamiento de carnes, verduras y pescados.
Como curiosidad decir que el nombre es una onomatopeya del ruido que hacen los granos de sémola al cocer.
Estando bueno y rico para nosotros no es el mejor plato ni de lejos, máxime cuando casi a la vez te sirven un Tajine de pollo al limón con aceitunas .
Un plato que te incita a explorar sabores, aromas, texturas, colores y contrastes, tradición de una sabia unión de Oriente, Africa y del Mediterráneo.
Carnes de cordero
Carnes muy tiernas que se elaboran con aceitunas, especias, corteza de limón y las imprescindibles almendras, con un resultado sobresaliente.
En medio, también hay quien pide unas sabrosas brochetas de cordero, ternera y pollo con o sin arroz .
Otra de sus especialidades es el Mechoui: un cordero entero asado a la brasa (este sí al estilo bereber) que es un acierto completo y no deja a nadie indiferente.
Tanto la presentación -como en una bacanal romana-, como el sabor, sin el rastro de animal que a veces acompaña a los corderos adultos.
Postres superdulces
La verbena de postres -algunos superdulces- artesanos como los pasteles de coco, mantecados de almendras con trazas de naranja, nevaditos con azúcar glaseada, miel, dátiles y nueces…suelen poner punto final.
Una comida en la que no falta el ‘té a la menta’ (sin azúcar, por supuesto).
Por tanto, se puede decir que todo ello es más que satisfactorio en uno de los referentes gastronómicos de la cocina marroquí en Madrid, que sigue siéndolo también en el ámbito cultural y artístico.
Un apunte final para el vino que probamos. Es tinto y se llama Domaine Toulal. Exquisito.
¡Ah! y ciertos días de la semana, este espectáculo gastronómico se completa con exhibiciones de la famosa ¡danza del vientre!.